32 - .: Kriptonita :.

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Dulce, justa y misericordiosa
Estoy todo lavado en la marea de su respiración


Cherry wine - Hozier


***


Locura. Todo el día fue una puta locura. La reunión de mierda a las ocho de la mañana, los cuarenta grados centígrados, Octavia que llama como psicótica y Gina que me gritó por Skype reclamos desde cuando teníamos cuatro años. 

Y encima de todo, Clara. 

Perdí la lucidez desde que entró en mi cama y se hizo un ovillo junto a mí. No he dormido casi nada y la realidad parece haberse configurado en otra línea de tiempo y espacio. Una línea en la que Clara al fin ha logrado sacarme del eje y quitarme el control de mí mismo para luego irse con Alex.

Camino en círculos por la oficina tratando de serenarme. He estado a un pelo de besarla contra la estantería y la sola idea de lo que podría haber pasado me sacude de pies a cabeza. Estoy seguro de que también la habría besado para dejar de discutir y aún la estaría besando si Francesca no hubiera aparecido en la oficina. 

Me asomo a la ventana cuando escucho la campanilla de la puerta que se cierra. El mocoso se vino en moto y hasta le trajo un casco. Sacudo la cabeza cuando caigo en la cuenta de que estoy odiando a un crío. No puedo estar celoso de un niño con tres pelos de barba. Pero cuando veo que la ayuda con el casco y que le acomoda el pelo por detrás de los hombros, siento que hiervo. Ya han hecho las paces, se entienden, se llevan bien, y al parecer, yo ahora no soy más que un ogro que se la agarra con uno o con el otro. Pero tengo que parar. El adulto soy yo. Yo tengo el control, me repito mientras me devoro los dos helados olvidados sobre el escritorio. Yo tengo el control.

Sin embargo, paso una hora tratando de trabajar sin el más mínimo resultado y cuando bajo, Francesca me pregunta si está todo bien con su cara de «sé que no, pero no me lo cuentes», así que le agradezco que quede para cerrar y me voy a casa. Es el primer día que no viajo con Clara en dos semanas. Anoche dormimos en la misma cama y hoy estamos más separados que nunca, pero no es mi problema, me digo: yo tengo el control. Y yo decido que todo lo que ha pasado desde que me llamó para que la fuera a buscar no es más que una grieta en la Matrix, por lo que ignorarlo es lo mejor que puedo hacer hasta que pueda descansar y pensar con claridad.

En casa no me espera el descanso: Giovanna, Clara y Alex están en la pileta. Los veo desde el living pero no pienso acercame. Nunca vi a Clara en bikini, aunque anoche tuve que imaginármela así cuando estaba en ropa interior, y creía que era pudorosa para mostrarse pero, al parecer, acaba de perder todas sus vergüenzas delante del pendejo y encima yo tuve la puta idea de enseñarle a nadar para que perdiera el miedo y se pudiera meter al agua con otro. Maldita la hora en la que se me ocurrió allanar ese camino. Y perdérmelo. Aunque no sé por qué me lo perdí. Ah, sí. La traté de niña y le dije que yo no hacía el amor. Un as. Increíble lo mío. Merezco fusilamiento mental en el acto. O lobotomía.

Me meto en la cocina y me preparo un sándwich. Iré a mi cuarto, bien lejos de bikinis e imberbes y trataré de dormir. No tengo más energía para lidiar con nada por ahora. Pero cuando escucho que Giovanna y Clara hablan cada vez más cerca, los reflejos lentos no me permiten ni moverme. Me apoyo en la mesada y me llevo el sándwich a la boca: que sea lo que Dios quiera.

Dios quiere que me ahogue. Ver a Clara en bikini es ver a Clara desnuda, en mi cama y tirando de mi cuello para que la bese y me sumerja en ella. Literal. Toso con el bocado de pan a medio bajar y Giovanna me mira alerta.

—¿Estás bien?

Asiento y no sé cómo logro tragar. Lo que no logro es quitar los ojos de encima de Clara, que se mueve tímida para ocultarse detrás de Giovanna mientras se envuelve en un pareo. Es como una especie de kimono inesperado que me pone a mil en un segundo. Tengo que aclararme la garganta para disimular el jadeo que se me quiere escapar. Ella alza sus ojos y me mira. Quizás no lo sabe a conciencia, pero con sólo mirarme así, me tiene a su merced. 

El viaje de ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora