44 - .: Canon :.

122 10 11
                                    

Clara se está dando una ducha cuando escucho la vibración de mi teléfono móvil en algún lugar del piso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Clara se está dando una ducha cuando escucho la vibración de mi teléfono móvil en algún lugar del piso. Abandono el sofá y rescato el jean de debajo de la mesa, donde ha quedado nuestra ropa desparramada, y cuando saco el móvil del bolsillo y leo «Octavia» en la pantalla, toda la dicha que me ha colmado desde que llegamos a Nettuno, desaparece de un plumazo.

«Necesito hablar contigo. AHORA»

No pienso contestar, pero de repente ya no me siento tan cómodo estando como Dios me trajo al mundo y me calzo el jean, como si tuviera que salir corriendo en cualquier momento. Es un acto de valentía resistir y no calzarme las zapatillas también, porque Octavia me provoca eso, que quiera salir corriendo. Pero tengo que quitármela de la cabeza. Ahora. Por lo que borro el mensaje y dejo el móvil sobre la barra de la cocina, tragándome un insulto y tratando de surfear la sensación de molestia que me recorre el cuerpo por tener que lidiar con los putos efectos de mis malditas causas pasadas.

Me sirvo un vaso de agua; «un trago más fuerte vendría mejor», piensa mini me y yo sacudo la cabeza mientras abro el freezer para ver qué hay para comer. Solo encuentro una pizza prehecha y dos potes de helado. Pienso que por hoy estaremos bien. Sobre todo con el helado. Y recuerdo que hay una salsa de chocolate que ha dejado Gina en una de sus escapadas, hace unas semanas. Saco la pizza del freezer y abro la heladera; aparte de una botella de Coca-Cola y otra de agua mineral, el pote de salsa de chocolate es lo único comestible que la ocupa y pienso que se me antoja volcar su contenido por la espalda de Clara y lamerla hasta hacerla gritar mi nombre otra vez. «Luego me la comeré en dos bocados», llego a pensar y, en algún lugar de mi detonada cabeza, mini me aplaude con orgullo antes de que el móvil vuelva a vibrar.

«Sé que estás con Clara, Marco. Atiéndeme el puto teléfono o tendrás problemas» dice esta vez el simpático mensaje de Octavia De Leone.

—No me digas —mascullo borrándolo, y cuando comienza a sonar el tono de llamada, apago el móvil y lo arrojo sobre la encimera.

Si cree que va a asustarme con sus amenazas, puede esperar sentada. No es secreto que haya traído a Clara a Nettuno. Bruno lo sabe porque yo mismo se lo he dicho. Y cuando caigo en la cuenta de que ha tenido que ser Alex quien le ha contado a Octavia dónde y con quién estaba Clara, siento que un malhumor negro se va apoderando de mi cabeza. Soy un idiota. Un completo idiota. Por hacerme el macho Alfa he cometido el error de decirle a Clara que le contara la verdad a Alex cuando podría haberme ahorrado esta irrupción octaviana dejando que le dijera lo que se le antojara (que al parecer no iba a ser blanquear que estaba conmigo). Pero mi orgullo de macho ha podido más. Por un mocoso con tres pelos de barba. Soy un idiota a tiempo completo.

Clara sale del pasillo con el pelo mojado y mi camisa que la cubre hasta la mitad de los muslos. Tiene los ojos brillosos y ese tono rosado sobre pálido que le queda luego del sexo, como si cada poro de su piel hubiera florecido, estimulado por mi boca o por mis manos. Pero lo que me desarma, como cada vez que ocurre, es esa actitud tímida con la que me enfrenta cuando nota que la miro a punto de aullar, con la mandíbula caída y los ojos salidos hacia afuera en forma de corazón, como en los dibujos animados.

El viaje de ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora