3 - .: Bruno Gratta :.

355 18 12
                                    

Voy a montar guardia
como si fuera una postal de un Golden Retriever
y nunca me iré hasta que te haya dejado
con un dulce sueño en tu cabeza

Father and Daughter - Paul Simon


Dos días después de la confesión de mi abuela, mi padre me sorprendió al teléfono

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dos días después de la confesión de mi abuela, mi padre me sorprendió al teléfono.

—¿Clara? —escuché.

Podría haber sido cualquier otro hombre llamando, pero ningún hombre llamaba a casa para mí y la voz no solamente era desconocida sino que también tenía un acento extraño. No sé cómo supe, ni bien escucharlo, que era él. Y corté.

El teléfono volvió a sonar pero no atendí. Tuve ganas de desenchufarlo y al mismo tiempo fui incapaz de hacerlo. Permanecí ahí, temblando ante cada nuevo timbrazo, y al final me animé a atender. La misma voz del otro lado.

—Clara, soy Bruno Gratta. ¿Me escuchas?

No sabía qué decir y de haberlo sabido no hubiera podido encontrar la manera de hacerlo. Escuché el silencio tenso y cómo lo cortaba aclarándose la garganta.

—Hablé ayer con tu abuela y me ha dicho que tú... Que ya sabes quién soy.

Comprendí que su acento no era el de alguien que tuviera el español como lengua madre pero sí como segunda lengua bien aprendida y tuve que sentarme. ¿Mi padre no era argentino? Abrí la boca para decir algo pero no salió nada. Mi garganta estaba contraída y reseca. Tragué saliva como pude y tomé aire varias veces antes de poder pronunciar.

—No, no sé quién sos. No hablo con ella. ¿Qué querés? —Me salió tan borde que me cubrí los ojos con una mano, frunciendo la cara y torciendo el cuerpo bajo una gran sensación de incomodidad. Yo no era así. No quería ser así, pero no me salía de otra manera.

Esta vez fue él quien guardó silencio por un momento y recuperó la voz con atropello.

—Quería escucharte, que hablemos. Desde que sé de ti no he podido dormir.

—Qué. ¿Me vas a decir que no sabías nada de mí?

—Créeme que no. Lo he sabido hace tres días.

El silencio nos envolvió a los dos. Yo trataba de atar cabos para decidir si creerle o no. Y al parecer, él me daba el espacio para que lo hiciera.

—¿Y cómo sabés que es cierto? —Me aventuré.

—No lo sé... Pero es posible. Escucha, cuando tu madre estuvo aquí...

—¿Aquí dónde? —Lo corté, sorprendida por mi propia intolerancia a escuchar algo sobre el tema. No solo me dolía hablar o que me hablaran de ella; ahora estaba tan decepcionada que me hacía rabiar.

—En Italia —respondió, como si nada.

—¿Qué? ¿Italia? —Resoplé, y me tuve que apoyar en la pared para sostenerme.

El viaje de ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora