17 - .: Misión Imposible :.

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No necesitas un plan para lo que quieres hacer
¿No escucharás al hombre que te está amando?

Listen to the man - George Ezra

***

Cuando Gina e Isabella se llevan todas sus cosas y se van definitivamente de la casa, todo cambia completamente de color. Es un alivio poder ir y venir por los pasillos sin miedo a cruzármelas, vagar por los lugares comunes con total libertad y disfrutar a mi padre, a Luca y a Marco sin culpa.

Papá sugiere que me mude a uno de los dos cuartos libres porque son más grandes, tienen balcón terraza, baño y mejor vista que el mío. Pero me niego, porque si un día alguna de ellas quiere volver me va a odiar con justa razón. Yo estoy bien en mi cuartito de huéspedes y ya usurpé demasiado.

—Tú no usurpas nada en mi casa, Clara. Y en vista de la actitud que tomaron, si alguna quiere volver deberá hacerlo bajo ciertas condiciones y en absoluto silencio, así que no lo harán.

—Al final te traje más problemas que alegrías —suspiro, y me hace callar con un «no» rotundo.

—Eres mi hija. Y nada, absolutamente nada en este mundo va a poder contra eso. Elige el cuarto que quieras y convéncete de que estás en todo tu derecho.

Le digo que lo voy a pensar. Me parece absurdo mudarme de cuarto si pronto volveré a Buenos Aires y esa realidad es algo que aún no puedo definir en mi cabeza. Por momentos, extraño horrores y por momentos siento que no quiero volver. Pero la idea de estar tan lejos de mi abuela, Matías y Laura siempre me hace sentir un nudo en el estómago. Igual no le digo nada de esto a papá. De hecho, hasta ahora no he mencionado el tema «pasaje de retorno» porque no me siento preparada para saber qué opina él al respecto. Pero con el correr de los días empiezo a vislumbrar que el tema del cuarto es su manera de pedirme que me establezca en su casa y me sienta más partícipe en los asuntos familiares.

Todo queda más claro una mañana en la que el primer piso se llena de albañiles y martillazos. Papá da indicaciones desde el pasillo y al verme me ofrece su propia y humeante taza con café.

—Buen día, Bella Durmiente. Perdón por despertarte con tanto ruido.

Le doy un beso y me hago a un lado para esquivar a un tipo que pasa con una carretilla colmada de basura, trozos de empapelado, mampostería, pedazos de muebles y de azulejos. Me pregunto si mi padre no habrá sido adoctrinado como yo con la historia de la nonna de mi abuela y al instante siento algo como entusiasmo.

—¿Qué están haciendo? —Pregunto, escondida detrás de la taza de café.

—Por el momento, limpiando y arreglando. El sábado se pintará. ¿Qué te parece?

Arqueo las cejas y me encojo de hombros.

—Me parece bien. La abuela dice que hacer estas cosas mueve energías.

—Y tiene razón. Escucha: Marco se va a tomar la semana para encargarse de esto...

—¿Tenemos diseñador y no es el encargado?

—Nunca mejor dicho que en casa de herrero, cuchillo de palo. Luca comienza mañana un trabajo en Napoli. Y yo estoy con mi montaña de trabajo. ¿Por qué no le das una mano a Marco?

No puedo evitar mirarlo con la boca abierta de sorpresa.

—¿Yo?

—¿No dijiste el otro día que querías sentirte útil? —Sonríe él, y me palmea el hombro—. Pues bien. Ya te he conseguido una ocupación: no dejar que Marco se entusiasme con su sentido de la sobriedad. A ver si logras que acepte el amarillo en su escala cromática.

El viaje de ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora