49 - .: Aliados :.

123 12 9
                                    

Conozco a algunas personas que morirían por mí.
Andamos juntos, son mi familia.

Family - The chainsmokers & Kygo

***


MARCO

Hay reunión de hermanos cuando llego a casa de Gina y por la forma en la que me miran desde sus lugares en el living, presiento que será un Concilio. Como aquella vez en la que me sentaron frente a ellos y me dijeron que estaban todos de acuerdo en que yo tenía un problema más que serio con las drogas y que debía empezar rehabilitación. Hoy solo falta Bruno, y a pesar de todo lo que pasó entre nosotros, no verlo entre mis hermanos me hace sentir un desarraigo tan inesperado que la rabia sube por mi esófago y me hace apretar los dientes.

Dante señala uno de los sillones vacíos, pero sacudo la cabeza y me meto en la cocina. No tengo ganas de hablar, mucho menos de que me hablen. Y estoy agotado porque me pasé gran parte de la tarde nadando para ahogar mi mente, cosa que, por supuesto, no ha servido en absoluto. Se me antoja tomar un trago, pero me conformo con un cigarrillo. Y cuando lo termino de prender, Gina me lo quita de los labios y lo hunde en un vaso lleno de agua.

—¡Hey!

—Deja de llenar mi eco cocina con este humo de mierda y ven —ordena sin el más mínimo humor, y no me queda otra que seguirla. Es eso, actuar como un crío caprichoso o pelearme a los golpes con todos ellos. Y estoy demasiado cansado para golpes y caprichos.

Arrastro los pies hasta el sillón y me dejo caer como un saco de arena. Todos me miran en silencio y de brazos cruzados, menos Luca que extiende su mano para palmearme el muslo y sonreírme con cariño, como siempre: el pequeño Luca cuidándome del mundo. Respiro hondo y largo todo el aire de golpe. Es inútil que me resista al Concilio de Hermanos.

—Los escucho —mascullo.

—No, Marco. Nosotros te escuchamos a ti —dice Gina y todos asienten—. ¿Qué es lo que está pasando que no estás contando? Sin vueltas. Y sin evasivas —agrega cuando ve que mi primera reacción es abrir la boca para quejarme.

—No estoy consumiendo, si eso es lo que les preocupa —gruño—. Sigo limpio.

—¿Por cuánto tiempo? Sé que Vito te trajo las dos últimas noches y no estabas para nada sobrio —larga Gina y escucho cómo Isabella hace un sonido ahogado a mi izquierda. Cuando la miro, se está oprimiendo el puente de la nariz y tengo que tensar todos mis músculos para contener la ráfaga de emociones que me recorre.

Una parte muy vil mía se siente dolida y juzgada injustamente. La otra, la que maduró a base de reuniones y de trabajo interno, tiene plena conciencia de que mis hermanos han sufrido toda la vida, igual que yo, por culpa del alcohol. Todos hemos tenido la misma madre alcohólica y hemos padecido las mismas consecuencias, pero ellos han sido pasivos y yo me he convertido en el activo, el que fuma, el que toma, el que se evade con drogas y no hace más que lastimarlos. Bien, para darme algo de crédito, he logrado estar unos cinco años por la buena senda, pero ahora no puedo negar que la estoy perdiendo de nuevo. Y perder la buena senda es perder todo lo logrado día tras día, como un montoncito de hojas barridas con mucho trabajo, dispersas en un segundo por el viento. Resoplo y me cubro media cara con la mano, molesto y agotado. Demasiado agotado. Se hace un silencio enorme que al final Luca corta con suavidad.

—¿Qué pasó con Clara? —Pregunta, y mi cuerpo reacciona con una sacudida involuntaria. Hoy he estado tanto tiempo dándole vueltas al tema Octavia, su hijo y su padre, que apenas he podido pensar en Clara y ahora la imagen de su cuerpo unido al mío me recorre como una descarga eléctrica.

El viaje de ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora