Capítulo 34: El Pasado

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Pov. Zen

Una de las doncellas que atendían a mi prometida irrumpió en mi oficina pidiéndome ayuda. Creí que sería algún problema personal pero cuando el nombre de Violette salió de sus labios, no dude en apresurarme a sus aposentos junto a la mujer que acudió a mí. 

-Por favor su alteza, ayúdela, no nos ha permitido entrar pero…

-¿Qué le sucede?

-No lo sabemos pero – se detuvo unos segundos sujetando sus manos con nerviosismo – una de mis compañeras entro sin saber y la vio…llorando su alteza.

¿Violet llorando?

Llegamos a la puerta del cuarto de mi prometida y me sorprendió hallar a las dos mucamas encargadas asimadas con rostros nerviosos y preocupantes. Una chispa de ilusión surto en sus ojos una vez llegue a donde ellas.

-Príncipe Zen, nosotras…

-No tienen que disculparse, no hicieron nada malo – me adelante – Pueden retirarse, yo me encargare.

-Si su alteza – dijeron las tres haciendo una innecesaria reverencia – Cuídela. 

Me quede ahí un momento hasta que las vi desaparecer al doblar en un corredor, mire con inseguridad la puerta con líneas doradas en la madera pintada de blanco, me puse recto y toque a la puerta. No hubo respuesta. Volví a tocar pero como la primera vez tampoco hubo algún cambio. 

Vamos Zen, no es irrespetuoso, es por el bien de ella.

Giro el pomo y para mi sorpresa no estaba con seguro. Empuje la puerta y di una rápida mirada, la habitación se mostraba semi oscura, cerré nuevamente la puerta y examine a más detalle el cuarto. No había señales de Violette.

Pero las doncellas estaban en la puerta, no podía dé a ver salido.

El chirrido de una puerta abrirse me erizo la piel y sentí como mi temperatura se elevaba y acumulaba en mi cara. Violet salía de la habitación del baño, su rostro estaba igual de rojo que el mío, no podía articular palabra. Cayendo en cuenta, me di vuelta, dándole la espalda.

-¡L-Lo siento!

¿¡En que estaba pensando al entrar sin permiso!?. Debía de a ver esperado.

-¿Qué haces aquí Zen? – lo primero que note fue lo gastada que parecía estar su voz, ¿Por qué habría de estado llorando?.

-Tus damas estaban preocupadas – dije tratando de concentrarme en la puerta.

Y de cierta forma también a mí. En normal en un ser humano llorar pero lo que más me causaba curiosidad y preocupaba era el porqué de su llanto.

-No quise preocuparlas – alcance a oír – quería estar sola un momento.

Oí caer una toalla y sus pasos moverse, mi cara debía de estar seguro como el cabello de Shirayuki, era incomodo el silencio que se había formado. Espere hasta que ella me dijo que ya podía voltearme.

Algo temeroso obedecí, se había sentado del otro lado de la cama, me acerque despacio y me deje caer en el colchón, a su lado, le di una mirada. Su cabello seguía un poco húmedo por lo que algunas gotas mojaban su camisón. Ya no era la chica alegre, dispuesta, y la princesa correcta que conocí. Era como ver otro lado de ella. Sus ojos celestes antes de brillante esperanza en ellos se encontraban hinchados por el mismo llanto y nublados por la tristeza.

-Zen…

-¿Si?

-¿Seguirías viéndome como ahora después de contarte esto?

Tú Me Salvaste© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora