¿No conoces a mi hermano?

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Una rápida presentación. Dos hermanos.

Ella, casi un metro setenta de puro estilo. Piernas largas, con ese tono perfecto que las chicas pálidas buscamos en los meses de sol sacándonos la ropa y tumbándonos sobre una toalla, piernas fuertes y bien formadas debido a los 12 años que lleva practicando gimnasia rítmica -se dice pronto. Melena rubia hasta las caderas, con ligeras ondas en las puntas, y suave como la seda. Rostro impecable, de aquellos ovalados que con una ligera capa de rímel ya relucen.

Él, más de un metro ochenta de cabezonería, sobreprotección y amor fraternal. Poco aficionado a las compras, de aquellos que compran una vez al mes con el criterio "me gusta, para la cesta". Cuerpo de deportista, amante del fútbol americano, y quizá sea eso lo que lo haga verse bien con cualquier prenda. ¿Algo destacable? Su aspecto caucásico, con un pelo oscuro y revuelto que le da un toque de badboy estereotipado.

Sí. Perfectos. Si ponemos a ambos en un escenario y los enfocamos con luz blanca, los veremos vestidos con ropa cara, a ella con una faldita oscura y un sweater rosa, a él con unos vaqueros a juego con la falda de su hermana y dos sweaters (uno sobre los hombros y otro atado a la cintura) con un polo blanco, ambos sonriendo con los ojos azulados. Sus padres están en el público, aplaudiendo a sus hijos. El papá ofreciéndole al nene las llaves de un nuevo Ferrari por portarse bien delante de los invitados, la mamá secándose las lágrimas con un pañuelo de DKNY por ver a su nena tan bonita.

Preciosa escenita. Bien. Ahora, a lo importante.

Ella, soñadora, cursi, empalagosa, presumida y superficial, aunque tiene un corazón más puro que muchas "defensoras de los derechos de los homosexuales". Alto coeficiente intelectual, pero poco espabilada.

Él, agresivo, impulsivo, extremadamente celoso con su hermana melliza, amante del sexo sin compromisos, enemigo de guardar la compostura pero fuerte simpatizante de las grandes diferencias de clases, amante de gastar el dinero de su padre en clubs, fiestas privadas y, por qué no, en sus chicas, y extremadamente celoso con su hermana melliza.

La armonía y la perfección en la residencia de los Eagle sufre un sonoro crack cuando los mellizos alcanzan los 16 años, edad perfecta para descubrir el resto de utilidades del cuerpo que no nos enseñaron en la guardería, el amor adolescente tan soñado, y el resto de ideologías que se comparten en nuestros grupos de amigos y conocidos.

Los mellizos inseparables, los niños que se juraron eterno amor y lealtad en el jardín trasero, los hermanos casi enamorados, tienen problemas en el paraíso.

Problemas que salen completamente a la luz cuando la rubia ilusa sale en busca de su príncipe azul, y el moreno dulzón la retiene a base de abrazos y palabras que intentan matar aquella ilusión. Palabras que no tienen intención de herir, pero palabras que hieren, que destruyen la esperanza y hacen amarga la existencia.

Fragmento:

—Ese "alguien" es "alguien" que no te importa —remarca. —Eres una niña buena, sigue siéndolo y ve a casita a tomar el té, ¿vale, princesa?

—Escúchame bien, creído. Una niña buena es lo que a ti te gustaría que yo fuera, porque, quizá así, podrías tener una posibilidad de ganarme. Pero yo soy mucho más que eso —aseguro, con una sonrisa triunfante ante su atención plena y únicamente puesta sobre mí. —Nunca pierdo. Y tú no vas a ser la excepción de absolutamente nada. Dame lo que quiero, y seré un ángel contigo. Sigue tratándome como lo has estado haciendo hasta ahora, y te enseñaré lo que puede hacer realmente una niña buena, Seth Stilinski —murmuro, sintiéndome poderosa sobre él.

—Con que esas tenemos… —gruñe, con media sonrisa, empezando a romper mi momento.

—Sí. Esas tenemos —contraataco, alzando una ceja, como si me hubiesen sumado un punto.

—Vale, princesa. ¿Y qué es lo que quiere Su Majestad de mí? 

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※besos※

¡Quítate las gafas! (NCAMH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora