12☆Pesadumbre

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La fuerza con la que me besó me desconcertó tan solo un instante, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, la cual seguía embotada por lo que estaba ocurriendo.

Su cuerpo se pegó al mío, choqué de nuevo contra la pared. Sus manos bajaron de mi rostro hasta mi cintura. No iba a permitir que se separara, aunque no hubiera peligro de ello, crucé las mías detrás de su cuello, siendo acariciadas por su pelo. Mi boca se abrió para dejar paso a su lengua, ávida de la mía.

El calor aumentaba, ambos necesitábamos más. Me acercó a la cama y me dejó con cuidado, un gesto que contrastaba con el ímpetu que ambos poníamos en cada toque, en cada caricia.

Puso una rodilla entre mis piernas, se separó de mí y un gemido de dolor escapo de mi garganta, no quería dejar de saborearle ni un segundo. Me miró como si aún sopesara si debía hacerlo o no. Admiraba sus músculos, sus proporciones, nunca me cansaría de él. Me quité la camiseta. Ese simple gesto hizo que sus defensas disminuyeran de nuevo, necesitaba sentir su cuerpo contra el mío.

Cuantos nuestros labios estuvieron de nuevo unidos, y por fin pude sentir su piel sin esa molesta ropa entre nosotros, supe que ese era mi sitio. No sabía si se trataba del cielo o del infierno, si era un ángel o un demonio, pero no me importaba mientras estuviéramos uno junto al otro.

Mis manos recorrieron su pecho, bajaron por sus abdominales recreándome en cada uno de sus músculos. Cuando sus besos se convirtieron en leves mordiscos, delimitando la línea de mi mandíbula, pasando a mi cuello, dando leves besos tras ellos, hundí mis dedos en su espalda y en su cuello, no podía irse, si se separaba de mí, moriría.

Sentía la delicadeza de sus dedos sobre mi costado, acariciando la piel que se erizaba a su toque. Un escalofrío recorrió mi bajo vientre cuando noté sus yemas siguiendo la línea de mis vaqueros hasta llegar al botón, rezaba porque lo abriera y llegara más allá.

—Jungkook —se me escapó entre jadeos.

Su mano se detuvo. El tiempo se congelo, dejó de moverse, de respirar. Su rostro se hundió en mi cuello. El peso de su cuerpo cayó sobre mí, sentía la respiración agitada de su pecho contra el mío. El golpe que dio con el puño sobre la cama me desconcertó.

Se quitó de encima de mí para sentarse en el borde de la cama, demasiado lejos. Solo veía su espalda, su cabeza gacha y las manos entre su cabello.

—¿Jungkook? —sentí que había dicho su nombre más veces en esa noche que en toda mi vida, y en cambio, cada una de ellas significaba algo completamente diferente.

Se levantó aún sin mirarme.

—Vete —su voz sonaba seca, demasiado seria.

—No entiendo, por qué... —no comprendía nada, estaba desconcertada.

—Solo vete.

—Pero Jungkook.

—¡Qué te vayas, joder! —se giró y su semblante me asustó, pero no me moví.

—Yo creía...

—¿Qué creías?, ¿qué querría follar contigo? —la risa oscura que surgió de él me heló la sangre —Solo quería saber si podía conseguirlo, y está claro que sí, como la noche de la fiesta.

—¿Te acuerdas? —mi cerebro iba a mil por hora, estaba pensando tantas cosas que no podía hacerlo con claridad.

—Oh, sí, claro que me acuerdo, lo rápido que tu cuerpo se calentó, la facilidad que tuve al meterme bajo tu falda, un poco más y yo...

—¡Cállate! —grité.

No sabía cuándo las lágrimas habían empezado a salir.

—¿Qué te pasa? ¿Tanto te molesta que no lo hagamos? ¿Te has quedado caliente? Llama a Tae, te hará el favor encantado —su voz fría, hiriente, me hacía casi más daño que las palabras que utilizaba —O mejor, búscate a otro, podrás con casi cualquiera ahora que piensan que te has abierto de piernas ante el Don Juan de la universidad.

Delirio [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora