27☆Euforia

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No sé cuánto estuve de pie con esos sobres en mis manos, no me atrevía a moverme, si eran de él temía despertar de aquel sueño, y si no lo eran tendría que volver a la realidad donde nunca más volvería a tener nada suyo entre ellas.

Estaba traicionándome a mí misma, me había jurado que podría estar sin él, había luchado por eso y ahora, tan solo ante la posibilidad de tener un recuerdo de su existencia junto a mí, me había desmoronado.

Lo solté sobre la cama como si quemara. Me estaba comportando como una estúpida, seguramente era algo que no tenía nada que ver, hasta podía ser propaganda, o aquel libro que había pedido un par de semanas atrás. Sí, seguramente sería eso.

No podía seguir en ese limbo, agarré la pequeña carta blanca y la abrí. Solo tuve que desdoblar aquella hoja para caer sobre mis rodillas al suelo. Era su letra, aquellos trazos que tantas veces había visto cuando estudiábamos, podría reconocerlos entre miles.

Era él.

Me tapé la cara con las manos y lloré. Todas esas lágrimas contenidas salieron a borbotones junto a ese dolor que pretendía ignorar y que no había disminuido con el tiempo.

Apoyé mi espalda contra el lateral de la cama, sin fuerzas para levantarme del suelo. El cristal de la ventana repiqueteaba por las gotas de lluvia que chocaban contra ella. Aquellas nubes estaban soltando toda su carga como lo estaba haciendo mi pecho.

Miraba la tinta en aquella hoja ahora arrugada por algunas lágrimas que habían surcado el aire hasta ella. No sabía si debía leerla. Había aprendido a vivir con ese dolor, y aquello podía hacer tambalear la débil estabilidad que había conseguido. Solo estaba sosteniendo algo que él había tocado y ya estaba así, no era lo bastante fuerte para recibir otro golpe.

Cuando la puerta se abrió de nuevo ni la noté, todos mis sentidos estaban puestos en ese fino papel.

—No has bajado a comer, así que te he traído algo.

—Gracias —dije sin levantar la mirada.

La cama a mi espalda se hundió bajo su peso cuando se sentó.

—Ese chico tan guapo de antes, ¿es el que te ha tenido tan triste desde que llegaste?

Levanté la cabeza asombrada.

—Tal vez engañes a tu padre cariño, pero me di cuenta desde que volviste —dijo acariciándome el pelo.

—¿Cómo era? —me atreví a preguntar.

—Alto, moreno, pelo largo y con tatuajes —cuando dijo aquella última palabra supe que no había ni un resquicio de duda.

Había estado allí, a unos metros de donde me encontraba, tan cerca, tanto que si hubiera querido... ¿Por qué no había intentado entrar?

—Si te sirve de consuelo parecía tan hecho polvo como tú.

No sabía qué me provocaba, estaba tan saturada de sentimientos que no sabía qué sentir.

Me besó la cabeza antes de volver a dejarme sola.

Se quedó bajo en el marco de la puerta, dudando antes de salir.

—¿Puedo darte un consejo? —afirmé —Necesitáis un final, creo que ambos estáis así porque han quedado cosas sin decir.

Tenía razón, tenía mil preguntas, mil insultos, mil emociones que tenía encerrados en aquel negro hueco y que tenía que dejar salir.

—Tienes que decirle adiós, si es lo que realmente quieres.

La puerta se cerró volviendo a estar con mis pensamientos como única compañía.

Delirio [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora