15☆Utopía

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Me había ahogado en su mirada, en esos oscuros ojos que no se separaban de los míos. El calor de su palma calentaba mi mejilla ¿Cómo podría decir que no sentía nada por él? La mentira no llegó ni a mi garganta, era imposible pronunciarlo.

Se acercó lentamente, esperando un rechazo por mi parte, pero no lo tendría, lo deseaba tanto o más que él.

Sus labios se posaron en los míos, con dulzura. Una sensación que nunca había sentido se extendió por mi cuerpo, era saciar una sed acuciante que no sabía que tenía. Puse mis manos en su mandíbula, ansiaba beber de él, ahogarme en él.

Sus manos pasaron a mi cintura, atrapándola, pegándome a su pecho. Le necesitaba, nunca había necesitado a nadie como a él, necesitaba su calor, su piel. Metí la mano por debajo de la tela, tenía que estar más cerca de su corazón. Latía a una velocidad enfermiza.

Sin dejar de besarme se quitó la cazadora y se deshizo de la camiseta. Le imité, mi piel necesitaba el contacto de la suya. Su lengua acariciaba la mía, su mano subía por mi espalda, hasta llegar a mi cuello, sujetándolo con delicadeza mientras nos tumbábamos en el suelo.

Se separó un segundo para buscar con la mirada la cazadora y ponerla debajo de mí y protegerme del frío del suelo. Aproveché ese breve respiro para admirar su rostro, sus labios rojos por la fuerza de nuestros besos, su cabello despeinado por mis manos. Sus ojos que se detuvieron en los míos como yo lo hice en los suyos.

Separó un mechón de mi flequillo antes de volver a besarme. Nuestra pasión no dejaba que nuestros besos fueran tiernos, se tornaban en fuego al más mínimo contacto.

Sus dedos dejaban surcos en mi piel, su toque enviaba sensaciones que se expandían como ondas en el agua. Las sensaciones viajaban por todo mi ser, saturaban mis sentidos. Había tanto que procesar que mi mente no podía abarcarlo todo.

Se topó con mi vaquero y se detuvo, pero cogí su mano para que continuara.

Me miró dubitativo, pero veía el deseo en sus ojos. Yo misma desaté el botón de mis pantalones iniciando una carrera por deshacernos del resto de la ropa.

La noche llegaba y con ellas las curiosas estrellas que observaban la unión de esos cuerpos que parecían creados para encajar en el otro.

—¿Estás segura?

—Nunca he deseado nada tanto.

Todo mi ser gritaba por él, le necesitaba unido a mí.

Sus ojos no se apartaron de mi rostro mientras se introducía con lentitud al principio, pero mis jadeos le indicaban que quería más. Levanté mis caderas pegándolas a las suyas, si había tenido alguna reticencia se le fue en ese mismo momento. La velocidad aumentaba con el placer. Nuestros gemidos rompían el silencio de la noche.

Los músculos de sus brazos a mis costados, tensos, evitando que todo el peso de su cuerpo cayera sobre el mío, su pecho moviéndose con su respiración cada vez más errática, era la mejor visión que podía tener sobre mí.

Eché la cabeza hacia atrás, absorbiendo las mil sensaciones que experimentaba, a la que tenía que unir sus besos en mi cuello expuesto. Me agarré a su espalda cuando el clímax me llegó instantes antes que a él.

Su cabello acarició mi rostro mientras recobrábamos la respiración. Después de todo lo sentido, aquel simple toque me hizo saber que cada fibra de su ser, incluso una leve caricia de su pelo, podía hacerme tener sensaciones nunca vividas. Aquel hombre era mi infierno y mi salvación.

Se tumbó a mi lado. Tras la tormenta llegaba la calma, y los pensamientos coherentes regresaban a mi mente. Me entró miedo. Mientras nuestros cuerpos estaban unidos no había ni una pizca de duda, pero ahora no sabía que esperar.

Delirio [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora