Martina se encontraba en la pista de entrenamiento que pertenecía a su familia, estaba furiosa; ni siquiera escuchaba las indicaciones que su padre le estaba dando. Cada vez aceleraba e iba más rápido. Su mente trabajaba a mil por hora, no podía olvidar lo sucedido hace unas semanas y eso la cabreaba, había tratado de hacerlo por todos los medios, pero cada vez que tenía un tiempo libre a su mente llegaban los malditos recuerdos. Subió de velocidad, la voz del imbécil de Yatra rondaba en su cabeza, burlándose de ella y sonriendo socarronamente por haber conseguido una vez más lo que se proponía en solo cuestión de minutos. Inspiro profundamente y cambio de velocidad, en un arrebato de furia dio un giro inesperado y freno de repente quemando llantas; fue a dar contra la acera y la bolsa de aire exploto en su rostro. Maldijo una y mil veces, como pudo rompió la bolsa y salió del auto. Se quito el casco y lo tiro al suelo con una furia que hacía desaparecer su glamour. Pateo una, dos, tres veces el auto y lo hubiese seguido haciendo si no fuese por sus hermanos y su padre que habían ido corriendo cuando vieron que se había estrellado.
-¿Estas bien? –pregunto su hermano mayor Oscar llegando a su lado. Martina solo asintió con la cabeza.
-¡¿Qué MIERDA TE PASA Martina STOESSEL?! –Grito encolerizado el patriarca de los Stoessel.
-Nada –respondió sumisa mientras revisaba la abolladura del auto –Stan lo podrá arreglar –susurro mas para ella que para su familia.
-¿Cómo que nada? Parecía que el auto te hubiese hecho lo peor del mundo –dijo Oswald sonriendo- Ibas excelente.
-Que sea la última vez que no acatas lo que te digo –dijo su padre severo pero mostrando una pequeña sonrisa- Cada vez mejoras mas –la abrazo con cariño.
-Vamos a casa, tengo hambre –dijo de repente Oscar, empezando a caminar hacia la salida- Llamare a Stan para que remolquen el auto –le dio un beso en la cabellera a Martina y siguió caminando, mientras hablaba con su padre y hermano.
Martina caminaba tras ellos callada, pensando una y mil veces más en como descargarse, necesitaba hacerlo. El remordimiento que llevaba sobre sus hombros la estaba matando, no tenia con quien compartir su problema, y eso la ahogaba, asfixiaba, y las ganas de llorar regresaban una vez más. Si sus hermanos se llegasen a enterar de lo que había sucedido no sabía que haría. Ya mucho había tenido que explicar del porque de las fotos de ella y Yatra abrazándose en plena fiesta.
Jean, este era otro caso; no había querido encararlo desde la vez que despertó en su departamento, cada momento él llamaba o iba a su casa a saber de su novia, pero las explicaciones eran siempre las mismas: Está descompuesta… y Martina se sentía mal por esquivarlo y no decirle la verdad de una buena vez.
Al llevar a la camioneta de su padre subió en la parte trasera con Oswald y se recostó en su pecho como solía hacerlo cuando era solo una niña de cinco años que buscaba convencerlo de ayudarla a hacer alguna travesura. Tomo su móvil y envió un mensaje a Mercedes: ‘’Si no tienes planes con mi hermano o algo que hacer, te espero en mi departamento a las 5:30pm. ’’////////////////////////////////////////////////////////
Sebastián Yatra estaba pasando por una crisis emocional, desde hacia unas semanas que no había podido sacarse la imagen de Martina Stoessel durmiendo boca abajo cubierta solo por una sábana blanca que tapaba su trasero solamente, con su cabello largo y brillante desparramado por su espalda blanca llena de pecas. Y esa era la imagen que él había visto por última vez antes de irse del departamento de la chica, y sorprenderse con la idea de que él vivía en el mismo edificio pero un piso más abajo.
Había querido borrar aquella imagen tan angelical pero a la vez tan demoniaca con todos los aspectos posibles. En solo cinco días había pasado por algunas catorce camas distintas, había probado con las mejores y nada había dado resultado, en todas ellas aparecía el rosto de Martina sonriendo sexymente, bañada por el sudor producido a el requerimiento para tal acto.
Estaba sonriendo y no lo sabía, recostado mirando al techo de su habitación, recordaba por enésima vez en el día, la noche de ensueño que paso con la castaña. Había sido la primera vez que él había sido tan suave con una mujer ¡Pero qué mujer! –Pensó sonriente- Le había quitado la virginidad a la más pequeña de los Stoessel y eso lo hacía sentir feliz. Recordó como ella gemía su nombre y pedía por más; recordó como había descubierto tres tatuajes en su perfecto cuerpo, al igual que un pequeño pircing de diamante en su pequeño y gracioso ombligo, recordó como saboreo cada parte de su cuerpo, dejando evidencia y marcando el territorio por si al tal Jean se le ocurría ver más allá de lo que un idiota como el podría.
Se levanto de la cama y camino varias veces alrededor de su habitación, tomo su móvil y marco el número que aparecía en llamadas recientes.
-¿Bueno? –se escucho al otro lado del teléfono.
-Hola Kianna, Soy Sebas…
-¡Querido! ¡Hola! No esperaba tu llamada si no hasta dentro de un par de horas, las chicas que pediste ya las están arreglando. Son las mejores de la agencia Sebas, te aseguro que jamás en tu vida habrás tenido tanto placer sexual como lo tendrás hoy –Se escucho la voz entusiasmada de Kianna Rowignna, la dueña de la agencia de ‘’modelos’’ a la que Sebas siempre acudía cuando necesitaba atención por parte de lobas como las que habían allí. Era la más cara, lujosa y a las que pocos podían entrar en toda Nueva York.
-Yo…Lo siento Kianna, no podre ir, mi madre ha enfermado y tengo que ir a Chicago en dos horas –mintió descaradamente,
mientras caminaba de un lado a otro sonriendo.
-Tranquilo querido –su voz sonaba tranquila- Aunque cancele a varios para darte a las mejores Yatra, espero que no me hagas esto la próxima vez y canceles con anticipación.
-Bueno, puedo marcarle a unos amigos para que vayan ¿Vale? Todo va por mi cuenta –sonrió sentándose en el borde de la cama.
-Esta bien, me convenciste –una risa algo varonil se escucho- aunque mis niñas estarán un poco triste, se habían emocionado tanto cuando les dije que el mismísimo Sebastián yatra las quería para el…
-Otro día será Kianna, adiós –no dejo que la otra se despidiera y corto la llamada.
Corrió al baño a darse una ducha, si lo que tenía pensado salía como el quería, en unas horas Stoessel estaría nuevamente bajo sus brazos.