A la hora de salida, cuando todos los alumnos se empujaban contra las puertas que daban al parque, Iván fue hasta el final de un pasillo y buscó la escalera que llevaba hacia los pisos inferiores. A medida que el colegio se hundía, los pisos que quedaban bajo la superficie eran clausurados, y nadie más volvía a entrar en esas aulas. Todo se llenaba de frío, de agua y de oscuridad. Las raíces de los árboles atravesaban las paredes. Escarabajos negros, arañas gigantes y murciélagos reemplazaban a los alumnos de antaño.
_ ¿Qué estás haciendo? —preguntó una voz leve, que parecía venir de muy lejos pero que estaba a su lado. Iván, que se creía totalmente solo, se sobresaltó.
_ ¿Cómo supiste que estaba acá?
_Te seguí. Al doblar el pasillo te diste vuelta como si sospecharas algo, pero después ya no te fijaste más.
Iván iluminó con su linterna la zona que deberían atravesar. Había muebles arrumbados, pizarrones rotos, mapas viejos que mostraban agujeros grandes como países. Los pasillos estaban inundados. Para no hundir los pies en el agua, había que caminar sobre los libros hinchados por la humedad que formaban un camino zigzagueante rumbo a lo desconocido. Anunciación temblaba, un poco por el frío y otro poco por el miedo.
—¿Qué estás buscando acá, Iván?
—La vieja biblioteca.
—El agua destruyó todos los libros. No queda nada para leer. Volvamos.
Iván no le hizo caso y echó a caminar hacia el fondo del pasillo. Los insectos y las maderas podridas y los movimientos del agua provocaban una cadena de sonidos leves que a lo lejos parecía una conversación entre respetuosos fantasmas.
—La biblioteca está al final del pasillo —dijo Iván—. Los libros nos llevarán hasta allí.
Anunciación le dio la mano y juntos hicieron equilibrio sobre los tomos resbalosos. Elegían pisar los libros más grandes y gruesos, que eran los más firmes: enciclopedias, atlas, diccionarios. La niña invisible estuvo a punto de caer, pero Iván la sostuvo. La linterna iluminaba las páginas sueltas que flotaban sobre el agua. Entraron en la biblioteca, cuyos estantes trepaban hasta el techo. Quedaban en ellos unos pocos libros, porque los movimientos provocados por el hundimiento del edificio habían hecho caer a la mayoría.
—¿Qué tenemos que buscar? —preguntó Anunciación.
—Una historia del colegio. Quiero saber por qué se hunde...
Había todo un sector dedicado a los libros sobre Possum. Possum: Cosecha de hombres célebres, de Gregorio Day, Memorias de Possum, de Álvaro Terra, El tenis en los años dorados de Possum, de Fanny Lourdes, El hundimiento de Possum: un enigma arquitectónico, de Rodrigo Naps...
—¡Este! —dijo Iván.
Se lo sacó de las manos a su amiga.
—¿Te lo vas a llevar? ¿Y no habría que llenar una ficha o algo así? —preguntó la niña invisible, que era muy respetuosa de las formas.
—No te preocupes. Mañana lo devuelvo.
Trató de abrirlo, pero las páginas estaban pegadas. En el camino de regreso oyeron a sus espaldas un violento chapoteo. Quizás había sido solo otro de los libros que se desplomaba desde los estantes, pero estaban tan asustados que empezaron a correr sin mirar dónde pisaban. Los libros que antes les habían servido de camino ahora escapaban como peces. Iván resbaló y arrastró a la niña invisible en su caída.
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El Inventor De Juegos (Libro 1/Completo)
AdventureA los 7 años, Iván Drago es seleccionado en un concurso de invención de juegos entre otros diez mil chicos. A partir de ese momento, su vida cambia por completo: los padres desaparecen en un viaje en globo y él se ve obligado a vivir con su tía hast...