25 - Otro Nuevo Alumno

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Iván notó que Ríos vendía en los recreos una serie de papeles que llevaba en la mochila. Cada una de las hojas —escrita con letra clara— costaba veinticinco centavos.

—¿Son cuentos? —preguntó Iván.

—Anécdotas. Para que cuenten si faltan al colegio. Tengo clientes inclusive entre los que nunca faltan.

—¿Para qué quieren entonces las anécdotas?

—Los padres les preguntan, ¿hoy cómo te fue? Y a ellos, aunque fueron al colegio, a veces no se les ocurre nada. Entonces usan una de mis anécdotas y los padres quedan contentos.

—¿Y qué hacés con la plata?

—Ahorro. Para cuando me vaya de Zyl.

A medida que aprendía cosas nuevas en las clases, Iván se interesaba más y más en los juegos. Llevaba a todas partes una libreta de bolsillo donde anotaba sus ideas. En el colegio de Zyl explicaban que inventar un juego consistía en tres pasos. El primero era la imagen: la búsqueda del Polo Norte, una caminata por la selva, un combate entre dragones. También podía ser una imagen abstracta: fichas rojas contra negras. Nada le gustaba más a Iván que ese comienzo. El siguiente paso era un poco más difícil: diseñar los elementos del juego, los mecanismos para avanzar, imaginar los obstáculos que debería enfrentar cada jugador. En este paso surgía toda clase de problemas; y muchas ideas que habían parecido buenas se revelaban imposibles. El último paso consistía en redactar las instrucciones. Era el momento favorito del profesor Darco, pero el más aburrido para Iván. Y sin embargo cada juego necesitaba de esos tres pasos, porque, como decía Darco, cuanto más difícil de inventar es un juego, más fácil será de jugar. Muy pronto, Iván estuvo entre los mejores alumnos del colegio. Ríos, en cambio, apenas hacía lo necesario para aprobar, porque los juegos no le interesaban.

—Cuando termine el colegio me escapo. Me llevo una valija con poca ropa y los pesos que me gané con las anécdotas. Nunca más vuelvo a pisar Zyl.

—¿Y tu padre qué dice?

—Él solo piensa en sacar a Zyl de la ruina. Ahora está organizando el concurso de juegos del colegio.

—¿Voy a poder participar?

—Claro que sí. No se hace ningún concurso desde hace años. No será el gran torneo de Zyl pero al menos es un concurso.

—¿Te habla tu padre de Morodian?

—Me dijo que fueron amigos, en la medida en que se podía ser amigo de Morodian, que siempre estaba encerrado en su mundo. En los últimos años mi padre recibió quince invitaciones de la Compañía de los Juegos Profundos. Nunca me dijo nada, pero yo se las descubrí, encerradas en un cajón de su escritorio. Conserva cada carta con su sobre y su estampilla. Yo quiero que acepte, que nos vayamos de una vez. Él no se anima a tirar las invitaciones: todas las noches las mira, y después las vuelve a guardar. Reinaldo Zenia, el director del colegio, era hijo de uno de los grandes fabricantes de cartas de Zyl. Además de las barajas españolas y francesas, la Casa Zenia había desarrollado sus propios personajes, y había vendido cientos de mazos trucados a las escuelas de magia del país. Pero el mayor éxito de la empresa fueron los naipes luminosos Zenia, que brillaban en la oscuridad. El hijo no pudo mantener en pie la pequeña empresa y prefirió dedicarse a la educación. En sus clases, Reinaldo Zenia pasaba de una cosa a otra, y los alumnos tenían cierta dificultad para seguir el hilo de sus pensamientos. Comenzaba a hablar de la invención del ajedrez; esto lo llevaba al lugar del color negro en la historia de los juegos y de allí pasaba a describir los juegos que habían surgido en la Europa medieval a raíz de la peste negra. Y siempre terminaba echando de menos el pasado de Zyl, y preguntándose:

—¿Qué fue lo que falló?

Un mes y medio después de la llegada de Iván al colegio, Reinaldo Zenia entró a la clase con más energía que de costumbre. Dio dos o tres palmadas para llamar la atención y habló:

—Hace poco tiempo tuvimos el honor de que se anotara en nuestro colegio Iván Dragó. Y ahora la alegría se repite, porque voy a presentarles a otro alumno nuevo. Iván no recordaba que hubieran hecho una presentación tan pomposa cuando él había llegado al colegio. Había ocupado su lugar en silencio, sin que nadie lo presentase.

—Como verán, no se trata de un alumno común. Sus cualidades morales e intelectuales son tan profundas que importantes instituciones lo han becado para venir aquí. El señor Dragó vino sobre todo por asuntos familiares; pero el nuevo estudiante viene por otra razón: para especializarse en juegos.

Zenia dio una señal al nuevo alumno para que entrara. Era más alto que todos los demás. Recorrió el aula con la mirada hasta encontrar a Iván. Dijo el director:

—Les presento al señor Krebs.

El Inventor De Juegos (Libro 1/Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora