Iván llegó a su casa empapado y con páginas de libros adheridas a su ropa. Después de bañarse y ponerse ropa limpia, intentó separar las páginas con un cortaplumas. Había que hacer el trabajo con mucho cuidado para que las páginas no se desgarraran. Usó papel de diario y un secador de pelo de su tía para eliminar todo resto de humedad. Las páginas estaban arrugadas cincuenta y había quedado fascinado por el hundimiento. Naps observaba que la catástrofe podía evitarse si se tenía cuidado con ciertas zonas. En la página 324, Naps escribía: En cada piso hay un punto peligroso que debe ser evitado. Aconsejo al lector consultar el apéndice donde incluyo los planos del edificio, con las correspondientes ZONAS DE PELIGRO. Iván dio una mirada a los planos: en el primer piso el riesgo estaba en la última aula del ala izquierda. El segundo estaba libre de peligro. En el tercero no había que acumular peso en la escalera central. Y no había punto más peligroso en todo el edificio que el aula 627 del sexto piso. Cuando volvió al colegio, Iván se puso a ver qué aula era la que correspondía al número 627. Estaba casi al final del pasillo. Pegado a la puerta, había un cartel que decía Clausurado.
—Anunciación, ¿dónde estás? —preguntó Iván en el recreo.
—Aquí estoy. Detrás tuyo.
—Necesito que me ayudes. Quiero conseguir una llave.
Aprovechando la confusión que producía la salida de los alumnos, la niña invisible hizo una breve visita a la portería. Y esa noche Iván durmió con la llave bajo la almohada. Durante la tarde del sábado los dos amigos caminaron por el parque.
—¿Me vas a contar por fin cuál es tu plan?
—Quiero hacer un juego de Búsqueda del tesoro.
—Hasta hace unos años, era el juego oficial del colegio.
—Por eso lo elegí. Estoy seguro de que al director le va a gustar. ¿Qué premio puedo poner? ¿Qué hay que todos deseen?
—Tu televisor blanco y negro.
—Pero mi tía me obligó a eliminarlo. Y no sé qué hizo con él.
—Yo sé dónde está.
Y Anunciación lo llevó de la mano a través del parque hasta llegar a una calle angosta. En el fondo se veía un cartel que decía «Antigüedades». Alguien lo había tachado para poner al pie: «Cosas viejas».
En la tienda del anticuario Espinosa los objetos se acumulaban; lámparas de bronce sin brillo colgaban desde lo alto, botines del ejército y muñecas tuertas llenaban las estanterías. Bastaba mover un objeto cualquiera para desatar un movimiento sísmico que terminaba con el estallido, allá en el fondo, de alguna copa de cristal. El viejo Espinosa se sentaba en el fondo, en una silla de mimbre, y desde allí controlaba su local. La gente venía a venderle las cosas que encontraba en los cajones que nunca revisaba, en los baúles abandonados en el sótano, en las casas de los parientes muertos.
—Parecen perdidos —dijo Espinosa—. ¿Puedo ofrecerles una gaviota embalsamada, una colección de dos mil bolitas de vidrio rojo, o un reloj que funciona al revés?
—Queremos ese televisor —señaló la niña invisible, más decidida que Iván.
—Esa es una verdadera reliquia. No creo que les alcance para pagarlo.
—No es ninguna reliquia. Es un televisor viejo que no funciona. Y además tenemos diez pesos.
—No lo vendo por menos de cincuenta.
—¿Y no lo cambia tampoco?
—Depende de lo que tengan para ofrecer. Busquen bien en su casa, allí donde sus padres no miran nunca. Lo que a nadie interesa, tal vez interese a Espinosa. Sin decir palabra, salieron del local y corrieron hasta la casa de Iván. Su tía Elena no estaba. Iván abrió el mueble donde su madre había guardado por años sus tesoros. Ahí permanecía la bailarina de jade verde.
—No te deshagas de esa bailarina —dijo Anunciación—. ¡Es tan hermosa!
—¿Te gusta? Es solo una estatuilla rota.
—Prométeme que la vas a guardar.
—Por supuesto que la voy a guardar siempre, pero solo porque a mi madre le gustaba. Cuando la rompí, le escribí una carta, y luego esa carta... —Iván volvió a preguntarse si su madre había llegado a leer sus palabras.
—¿En qué te quedaste pensando? Tal vez Espinosa esté vendiendo el televisor en este mismo momento.
—Vamos a llevar estas tazas de té chinas. Espero que mi tía no note su ausencia.
Iván cerró la vitrina polvorienta. Con una mirada se despidió de la bailarina rota. Los domingos el portero salía de franco y el edificio permanecía vacío. Iván aprovechó para entrar al colegio por una ventana del quinto piso, que había quedado al ras del suelo. Pasó las horas recorriendo el edificio y dejando pistas detrás de los pizarrones, entre los pliegues de las estatuas, en la mandíbula del esqueleto de la sala de ciencias, y bajo las baldosas flojas de la terraza. Antes de que terminara su trabajo, se hizo de noche. Iván había llevado una linterna de bolsillo. Lamentó que la niña invisible no lo hubiera acompañado esa vez, pero él mismo se lo había prohibido.
De noche el edificio cambiaba: las estatuasescrutaban todo con sus grandes ojos helados, los pájaros embalsamados agitabanlevemente las alas y el edificio entero parecía desperezarse y bostezar. Ivántemblaba al dar la vuelta en un pasillo, al subirlas escaleras, al recorrer elmuseo de ciencias naturales. Recordó una leyenda que contaban sus compañerospara asustar a los más chicos: un cuarto de siglo antes tres alumnos de sexto Bhabían decidido quedarse a vivir en las zonas inferiores del edificio. Lasautoridades los buscaron sin suerte, hasta que se olvidaron de ellos. Los tresse habían acostumbrado a la profundidad y cada tanto aparecían para robarle la meriendaa algún alumno solitario. Cuando al acercarse al aula 627 Iván creyó oír unruido de pasos, le vino a la cabeza la imagen de aquellos alumnos perdidos. Losimaginó ya adultos, barbudos, vestidos con jirones del uniforme, pálidos comoel papel de tanto vivir en la oscuridad. Estuvo a punto de gritar. Decidióhacer un último esfuerzo y arrastró el televisor hacia el aula elegida. Estabatan llena de cosas que apenas había lugar para pasar. Escondió el televisor enun pequeño armario y cerró la puerta sin ponerle llave. Los preparativos habíanconcluido.
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El Inventor De Juegos (Libro 1/Completo)
AdventureA los 7 años, Iván Drago es seleccionado en un concurso de invención de juegos entre otros diez mil chicos. A partir de ese momento, su vida cambia por completo: los padres desaparecen en un viaje en globo y él se ve obligado a vivir con su tía hast...