La fiesta del colegio celebraba el día en que se había instalado la primera piedra del edificio. Habían pasado ciento diez años desde entonces. El día de la fiesta su tía lo despertó más temprano que de costumbre y le dejó en su habitación el uniforme recién planchado. Iván se vistió con lentitud, mientras pensaba en los puntos oscuros de su plan. Ahora que lo repasaba mentalmente, encontró que podía fallar de mil maneras distintas. Se puso en marcha hacia el colegio con la esperanza de que algo extraordinario le ocurriera en el camino y lo obligara a posponer su Búsqueda del tesoro. Mientras atravesaba el patio central, los demás alumnos se apartaban, como si se tratara de un rey o de un condenado a muerte. Iván le había encargado a la niña invisible la tarea de difundir la noticia: esa mañana se haría una Búsqueda del tesoro, y el premio sería el único televisor capaz de captar las ondas de Lucha sin fin. Pero también había corrido la noticia de que ese mismo día, después de la Búsqueda del tesoro, Krebs cumpliría su venganza. El señor Possum se acercó a hablar con Iván.
—Que yo sepa, usted no pidió ninguna autorización para hacer esa Búsqueda del tesoro.
—No tengo nada que ver con eso, señor Possum.
—Pero en el colegio no se habla de otra cosa. Todos dicen: «la Búsqueda del tesoro de Iván Dragó».
—No me gustan los juegos de ninguna clase, señor director. Los considero una pérdida de tiempo.
—Sé que me está mintiendo, pero no voy a castigarlo por eso. La Búsqueda del tesoro era una tradición en Possum hasta hace unos pocos años. No es mala idea volver a realizar un juego como los de las viejas épocas. Espero que haya incluido un verdadero premio. Estos muchachos que veo por aquí parecen muy ansiosos. No sé qué pasará si se sienten defraudados.
Y el señor Possum marchó rumbo al aula magna, para ver si estaba todo listo para el acto. El aula magna estaba en el último piso. Alguna vez el escenario había sido decorado con guirnaldas, que habían quedado abandonadas allí, descoloridas y rotas, año tras año. A su alrededor las arañas habían tejido su tela. Ahorrativa e ingeniosa, la vicedirectora del colegio, la señora Possum, había decidido aprovechar las telarañas como decoración, y por eso las había pintado de colores vivos. Esperaba que su marido la felicitara por su inventiva y su capacidad de ahorro, y así lo hizo el director. Los alumnos ya llenaban la sala y los maestros trataban de que guardaran silencio. El señor Possum subió al escenario y permaneció de pie junto al piano, mirando los rostros de los alumnos con una mirada severa y a la vez ligeramente evocativa. Sus ojos decían: «Recuerdo a cada uno de ustedes y me maravillo de cómo han crecido». Cuando tomó el micrófono, se oyó un zumbido desagradable que hizo saltar a todos de sus asientos.
—Queridos alumnos: celebraremos la fiesta del colegio con una serie de actividades. La vicedirectora Possum se ocupará del discurso. Los alumnos de cuarto grado representarán una obra llamada Un día en la vida de Gregorio Possum, que yo mismo escribí en mis ratos libres. Al principio pensamos que la obra durara exactamente un día, para que ustedes siguieran minuto a minuto la vida cotidiana de nuestro fundador, pero finalmente decidimos hacer una versión abreviada, de solo tres horas. Para cerrar el acto, el señor Gayado, alumno de sexto grado, interpretará en violín algunas de las piezas más difíciles del repertorio clásico.
En efecto, Gayado, de tanto poner música a las amenazas de Krebs, se había convertido en un violinista excepcional.
—Pero antes de empezar la fiesta, haremos un pequeño juego muy ligado a nuestra tradición: una Búsqueda del tesoro. Sobre el piano había varios papeles plegados, en los que Iván había anotado en letra de imprenta las distintas pistas. El señor Possum se puso los lentes para leerlos. Estaba asombrosamente parecido a su tatarabuelo, el fundador, cuyo busto de mármol presidía el Museo del Colegio. Aquí tenemos algunas pistas para comenzar el camino hacia el tesoro. Si no logran descifrar alguna de ellas, esperen la siguiente. Ojalá que la sensatez haya alumbrado al autor de este juego. Aquí va la primera:
Ningún lector entre estos libros se aventura.
Hay miles de páginas y ninguna está seca.
Pero en la soledad completa y la noche oscura
se asoman en silencio ratas de biblioteca.
Un grupo de alumnos de quinto grado salió corriendo hacia el cuarto piso. Otros, sin llegar a saber de qué lugar se trataba, los siguieron, entusiasmados por la urgencia ajena.
—Para los que no descifraron el anterior, aquí hay otro:
No ha perdido en el mármol el hombre su miopía;
por eso son de piedra sus lentes. Y su mano
señala el futuro, el porvenir, la utopía
mientras lento se hunde el colegio en el pantano.
El señor Possum buscó a Iván con severa mirada, pero no lo encontró, porque estaba escondido detrás de una columna. Durante algunos segundos dudó de si convenía seguir leyendo aquellos papeles, obstinados en recordar la desgracia del edificio. Gayado se levantó de un salto y arrastró del brazo a Krebs. Oprimió el frustrado tatuaje y se oyó un grito de dolor.
—Hay que ir hasta el séptimo piso —le dijo.
—Más vale que no te equivoques —dijo Krebs con voz quebrada.
Una mayoría silenciosa, que admiraba sus pasos gigantescos y la fuerza que demostraban en el trato con los débiles, los seguía a unos pasos de distancia. Pronto quedó un último mensaje, que Possum leyó con un leve tono de melancolía:
Clavadas a su nombre duermen las mariposas.
No tejen las arañas y no cantan los grillos.
Yo juego a ser el dueño de todas estas cosas
y de la música de mis huesos amarillos.
Y después de haber leído el último mensaje, solo quedaron en la sala los más tontos, los que nada entendían. Miraban interrogantes.
—No hay más pistas, muchachos —dijo el señor Possum.
—¿Qué hacemos?
—Sigan a los demás. Sigan siempre a los demás. Ese es el lema que el fundador eligió para nuestro colegio: «Seguid a los otros».
Lentos y torpes, los últimos alumnos semarcharon. «Creo que fue un error abolir el examen de ingreso», pensó en vozalta el señor Possum.
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El Inventor De Juegos (Libro 1/Completo)
AdventureA los 7 años, Iván Drago es seleccionado en un concurso de invención de juegos entre otros diez mil chicos. A partir de ese momento, su vida cambia por completo: los padres desaparecen en un viaje en globo y él se ve obligado a vivir con su tía hast...