33 - La Sala De Dibujo

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Iván siguió y siguió y siguió. El piso estaba sucio: bollos de papel, piezas de ajedrez, botellas vacías. Pero a medida que avanzaba, esos desperdicios se convertían en virutas de lápiz de todos los colores. Y cuanto más avanzaba, más virutas había. Les habían sacado punta a miles de lápices, y aquel aserrín crujía bajo sus pies como las hojas de un bosque. El pasillo había atravesado vastas zonas de silencio; sectores deshabitados donde una humedad salitrosa brotaba de las paredes. Pero ahora Iván sentía la proximidad de los hombres: no había voces todavía, pero se dejaba oír el roce del lápiz contra el papel y de vez en cuando el trabajo del sacapuntas. Abrió una puerta y encontró una sala de dibujo. Sentado en un banco, un dibujante trabajaba. Había otras mesas, pero no se veía a nadie más. De la barba blanca del dibujante colgaban puntas quebradas de lápices de colores. Trabajaba sobre las escamas de un dragón cuyo espinazo se curvaba en una ese interminable. Era muy parecido a las ilustraciones que Krebs había intentado pasar como propias en el concurso de Zyl. Krebs jamás hubiera conseguido bocetar ni una sola de esas escamas. Pero Iván sabía que no menos lejos estaba él: tampoco sus juegos alcanzarían una perfección semejante.

—Se trabaja bien aquí de noche —dijo el dibujante, como si continuara una conversación interrumpida—. Nadie me molesta. Puedo dedicar tanto tiempo comoquiera a cada detalle.

—¿Hace mucho que trabaja aquí?

—Hace algún tiempo. Antes trabajaba en una editorial que era muy exitosa. Dibujaba una historieta que se llamaba Las aventuras de Víctor Jade. Usted seguramente no se acordará...

—Me acuerdo... —dijo Iván, pero el otro no lo escuchó. Estaba acostumbrado a hablar solo.

—Víctor Jade era una especie de detective que se enfrentaba a los villanos: el doctor Equis, el Rey de las Serpientes, el Hombre del Periódico.

—Nunca oí hablar del Hombre del Periódico.

El dibujante levantó la cabeza.

—Apareció en muy pocos episodios. Era un gángster al que sus enemigos asesinaban y dejaban en la calle, envuelto en diarios viejos. Pero gracias a la ayuda de una pócima de origen egipcio resucitaba y se vengaba de sus asesinos. Yo lo dibujaba como una especie de momia envuelta en diarios viejos. Dejaba a su paso pedacitos de papel de diario.

La punta del lápiz se quebró contra el cartón. El dibujante buscó el sacapuntas dentro de una caja de madera.

—Cuando entré en la editorial yo odiaba a los villanos. Sabía que eran personajes imaginarios, pero igual los odiaba. Trataba de que el lector se diera cuenta de su maldad con solo mirar sus ojos. Pero con el tiempo aprendí a entenderlos. Tenían sus ideas y sus planes. Con los años el pobre Víctor Jade me fue pareciendo más tonto.

_Pero era el héroe...

El dibujante no lo oyó.

—Se peleaba con gigantes, asesinos hindúes, robots, ¿a cambio de qué? A cambio de nada... Yo no era el único que se había desinteresado de las aventuras de Víctor Jade: a ningún lector le importaba si ganaba o perdía. La revista dejó de venderse. Los kioscos, que antes pedían más y más ejemplares, ahora devolvían los envíos sin abrir. Fue entonces que me invitaron a venir aquí.

Sacó algunos naipes de su bolsillo y los arrojó hacia Iván, que atrapó algunos en el aire. Parecían esmaltados.

—He dibujado cientos de cartas. El juego no se termina nunca. Algunas tienen poderes secretos, escritos con letras pequeñísimas en las escamas de los dragones o en los escudos de los guerreros. Hay que mirarlas con lupa. En cada carta hay un mundo. Así son las cosas en la tierra de Morodian.

El dibujante volvió a concentrarse en su dibujo. —Dibuja con tanta precisión como si hubiera visto dragones de verdad.

—Nunca en mi vida salí de la ciudad, y lo más parecido a un dragón que vi fueron las iguanas y los cocodrilos del zoológico. Pero aquí, en la sala de dibujantes, trabajamos con modelos. Para esta etapa no necesito ningún modelo, pero sí al principio, cuando boceto la forma. Eso es lo fundamental y lo más difícil: la primera imagen. El resto es paciencia.

—¿Y dónde está su modelo?

El dibujante señaló una pequeña mesa que estaba contra un rincón. Sobre la mesa, en una gran bandeja de metal, había un bulto cubierto con una lona agujereada. El bulto goteaba continuamente sobre el piso embaldosado de la sala. Antes de seguir con sus preguntas, Iván consideró que era bueno presentarse.

—Soy Iván Dragó.

Iván tendió su mano, pero el otro no levantó la cabeza.

—Sé quién es. Ya lo he dibujado.

—¿A mí?

—Usted es protagonista del juego estrella. El juego más grande que haya diseñado Morodian.

—¿Dónde está ese juego? ¿Puedo verlo?

—No está terminado. Continúa. Usted sigue y el juego sigue también. No es horade sacarlo a la venta todavía.

—¿Dónde puedo encontrar a Morodian?

—Morodian está ocupado.

—¿Trabaja a esta hora?

—Duerme. En sus sueños descubre nuevos juegos. Hay secretarios encargados de anotar todo lo que dice, para que nada se pierda. Los llamamos los escribas del sueño. Él dicta cosas terribles. Después trabajamos con todo eso. Él quiere que todos tengan sus mismas pesadillas.

Iván se quedó pensando un segundo.

—Mañana trataré de encontrar a Morodian, pero mientras tanto necesito un lugar donde descansar. ¿Cree que puedo hablar con alguien?

—No hace falta que pida nada ni que hable con nadie. Encontrará su cama, su habitación. Esta es su casa, señor Dragó.

Antes de irse, Iván fue hasta la mesa donde estaba el bulto que goteaba. Lo que caía no era solo agua: ahora empezaba a tener un color rojizo. Levantó una punta dela lona lentamente, mientras lo golpeaba un olor nauseabundo. Sobre la bandeja de metal había un monstruo armado con pedazos de animales: alas de gaviota, cabeza de lagarto, escamas de pez, cresta y pezuñas de un gallo... Las partes estaban cosidas con un hilo grueso. Estaba rodeado de barras de hielo.

—Mi dibujo es bueno, pero el modelo es mejor. ¿No parece vivo, no parece que está a punto de lanzar una llamarada o de volar? Como si respondiera a las palabras del dibujante, un ala gris rozó la mano de Iván. Sobresaltado, dejó la sala.

El Inventor De Juegos (Libro 1/Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora