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El metal brillo bajo la luz blanca de la oficina principal, tan impoluto como Volkov lo mantenía. El comisario había dejado su placa sobre el escritorio de Conway; junto a ella, sus armas. El Superintendente paseó su mirada por los objetos y esperó.

- Quiero presentar mi dimisión.

- Toma tus cosas, sal de mi oficina; tenemos un interrogatorio importante. –ordenó, girando en su silla hacia la computadora.

- Quiero presentar mi dimisión –Insistió.

- Y a mí me importa una mierda lo que tú quieras hacer. Te quedas en el cuerpo el tiempo que a mí me salga de los huevos.

Volkov suspiró hastiado, volvió atrás y cerró la puerta entreabierta de la oficina. Se quitó las gafas y Conway copió ese acto.

- No puedo seguir aquí y no lo haré. Esta guerra seguirá hasta que uno de los dos acabe mal. Y después de todo, le respeto lo suficiente para no desear eso –explicó el comisario con sumo autocontrol.

- ¿Guerra? ¿De qué guerra me hablas? No somos enemigos, Volkov.

- Pues parece que ahora lo somos –bajó la mirada-. Encuentro conflictos entre nosotros que antes no parecían existir y cada vez que nos cruzamos, solo siento disconformidad.

Conway se encendió un cigarrillo, dejó escapar el humo hacia el techo y gruño, poniéndose de pie.

- Es solo un mal momento que todos pasamos por... la pérdida de un compañero. Pero no hay ningún tipo de problema entre nosotros –insistió Jack-. Mañana nos reiremos de esta tontería.

- Tú eres quien se ríe de esto, de todo lo que pasa con cualquiera a tu alrededor. Necesito que por primera vez me escuches, ¡No quiero seguir aquí!

El ruso dio media vuelta y salió del lugar, sin más. No podía permitir que dejará el CNP, su trabajo era el único lugar en que podía controlar los movimientos de Volkov, saber dónde estaba a cada segundo y mandarlo adonde quisiera que fuera o no. Fuera de este lugar, Víctor se aventuraba en la jungla desconocida, donde Conway no podía manejar nada, donde sus influencias no eran suficientes.

Ahora se alejaba por el pasillo, mucho más lejos que solo metros; apartándose millas de la sombra de Conway. Tenía que tomar la iniciativa, dejar de jugar al juego del orgullo y decirle de frente que no quería que se fuera. Pero su celular sonó y le detuvo.

- ¿Quién...?

- Jacky, no corras tras él, es un desagradecido.

La voz suave y aterradora dijo palabras desconcertantes para Jack. Tuvo un flash, imágenes borrosas, sonidos lejanos... esa voz.

- Si quieres, puedes ir hacia las escaleras, salúdame.

- ¿Dónde estás?

- Muy alto, Jacky.

Corrió, corrió con las esperanzas de ver a Volkov en las escaleras. Ya no estaba allí para cuando atravesó la puerta, pero la luz del sol le dio de lleno desde los enormes ventanales. Se sintió observado e instintivamente miró hacia arriba.

- ¿No es una hermosa mañana, Conway? –dijo la voz, y pudo ver al franco tirador posicionándose en la justa dirección del sol, donde no podían verle a contra luz, pero Jack sí-. Pero ignórame a mí, admira al dulce Víctor asolearse.

El morocho bajo la vista, apoyándose en el cristal y viendo a Volkov en el estacionamiento, hablando por teléfono. Estaba seguro de que esa llamada también era una trampa; la mirada del comisario se lo confirmó. La persona que se comunicaba con el peligris había dicho algo para que este mirara hacia los ventanales a su derecha y notará a Conway parado allí.

- ¿Creías que tenías el control? ¿Creías que pasear al "barbitas" por el vecindario de Volkov y controlar hasta el segundo en que compra el pan cambiaría algo? ¿Pensaste que podías protegerlo? –la risa de relajada se burló de él-. Aún no te queda muy claro quién pone las reglas en este juego, Conway. ¿Quién crees que llegue antes a él? ¿Tú o la bala?

De repente escuchó bombas, balas rozando su cabeza, la tierra temblar baja sus pies, compañeros corriendo a su lado y otros cayendo en charcos de sangre; su mente le llevo a la guerra una vez más. Casi podía sentir el casco sobre su cabeza, las pesadas botas y el arma de metal caliente en sus manos. Corrió hacia el estacionamiento tan rápido como sus piernas podían moverse, grito por radio, suplico por apoyo.

Salió por la puerta trasera y salto por encima de los garajes. Justo cuando su mano alcanzó la camisa de Volkov, escuchó la bala romper el aire. No era más veloz que una bala, pero aun así tiro del comisario como si pudiese serlo. Le abrazó contra sí, escondiendo en el aparcamiento bajo hacia los garajes.

El resto de agentes actuaron con eficiencia, con sus trajes de geo tomaron posiciones alrededor de la comisaria y contraatacaron al tirador.

- ¡¿Conway?! ¿Tiene usted a Volkov? –exigió saber Greco, ya habiendo ordenado a toda la malla-. ¡Conway!

Rodriguez guardo silencio. Solo se escuchaban dos respiraciones agitadas. Jack recordó la sangre de gente a la que había querido demasiado rodear sus manos y volverse guantes carmesí; pero al mirarlas ahora, estaban limpias. Seguían abrazados, quizás por el pánico, no podían soltarse. Tenía mucho miedo de ver sangre de nuevo, cuando ni siquiera había pasado una semana de su última cruzada con la muerte.

- ¡Nunca más... -demandó con la voz quebrada- vuelvas a alejarte de mí!

Volkov se incorporó, aún algo aturdido por lo sucedido. Miró a su superior y asintió.

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The GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora