Desconforme.

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Peinaron la zona lo más posible, bajo cada piedra y hoja que pudiesen mover. El sujeto simplemente había desaparecido tan rápido como llegó, sin dejar rastros atrás. Seguían en código Ámbar aun después de horas, Conway no bajaría la guardia. Habían traído un técnico para deshabilitar por completo las cámaras de seguridad de todo el interior de la comisaria, ya que el Superintendente estaba seguro que de esa forma es como la voz que le amenazo sabía lo que estaba pasando dentro. Tendrían que revisar todo el sistema de computadoras, cámaras y demás, porque no estaban seguros de cuan profundo habrían hackeado. Jack agradeció tener la información más importante en la sede CNI.

Brazos cruzados y mirada fija en la computadora, Conway observaba al especialista trabajar en las computadoras. Se maldecía por no poder hacer más, por no poder brindar un lugar en que sus agentes se pudiesen sentir a salvo y lo estuviesen.

- ¿Podemos hablar? –pidió Volkov, con esa mirada particular que siempre compartían entre ellos para acordar apartarse del resto.

Se detuvieron justo donde Conway se había parado en medio de una llamada momentos atrás, con la vista de la ciudad desde los grandes ventanales. Manos en sus bolsillos y gafas cubriendo miradas perdidas en el horizonte, silencio. A veces, la calma luego de la tormenta, suele ser más abrumadora que estar en medio del propio caos.

- No pretendían matarme, ¿Cierto? –confronto el más joven-. De otra forma, no era difícil de hacer.

- Erró a propósito.

- ¿Por qué?

- No lo sé –mintió.

Se lo habían dejado claro por teléfono, solo querían que supiera que no podía controlar nada, que ellos manejaban quien moría, quien vivía, quien corría y hacia dónde. Era una demostración de poder, una manera de mostrarle cuál era su lugar y donde debía mantenerse. Víctor no necesitaba saber eso.

- No tenemos nada. Y ellos avanzan cada vez más hacia nosotros –sopesó el comisario, suspirando con desgano.

- Lucharemos aunque la muerte nos esperé al final –encendió un cigarro, aspiró y dejo al humo elevarse luego-. No van a quitarme lo último que me queda.

- ¿La terquedad?

Conway sonrió de medio lado ante la suposición de Volkov, dio otra calada a su cigarrillo y se dirigió a las escaleras.

- Llévame a casa. Anda.




Como era de acostumbrar, se sentó en el copiloto de su propio auto, ya que a su superior le gustaba tanto manejar. Apoyado en la ventanilla, le observó tamborilear canciones en el volante. No confiaba en sus palabras, por mucho que llevaran años conociéndose. Sabía que le mentía, Conway estaba ocultándole información importante. Siempre fue alguien bastante cerrado, incluso con sus mejores amigos, pero este caso era diferente; Jack parecía querer resolver esta investigación solo.

Quizás era parte de la culpa con la que cargaba, o quizás pensaba que todo que sucedía era dirigido hacía él. Fuese como fuese, mantenía a Víctor lejos del asunto cuando podía. Preguntaría, pero era un hecho que el mayor no iba a contestar sus dudas más que con mentiras o medias verdades.

"Quería librarse de esos dos y escapar solo..." había dicho el sujeto que le llamó a él. Era casi un hecho que su llamada era una grabación y la de Conway escondía al sujeto real, pero las cosas que dijo a su oído esa voz, no podía quitárselas.

Le había relatado como secuestraron a Ivanov, Gonetti y Conway en pleno badulaque, la forma en que les llevaron lejos y como Jack intentó negociarles un millón de ventajas si le dejaban libre solo a él. Aquel extrañó juro que al Superintendente no le importaron las vidas de sus agentes, y al final de la charla, cuando Volkov miró arriba y vio al ex-marine parado frente al ventanal, el sujeto dijo con claridad: "No sabes quién es él en realidad".

Dudo, era humano y dudo. Pensó en la posibilidad de que eso hubiese sido así, de que Jack solo fingiera su dolor, de que él vendiera a Ivanov y al alumno Gonetti por su libertad. Imaginó un ser lo suficientemente oscuro para fingir dolor, para hacer pensar a todos que esto le había destruido cuando ni siquiera podía sentir más que pereza por tener que velar a dos idiotas muertos en sus brazos. Trato de imaginar a Conway así, pero no fue posible...

Entonces, la voz de la llamada se calló, dejando atrás estática. Vio al Superintendente saltar por encima de los estacionamientos y sostener su mano. Ese tacto frio contra el suyo le recordó quien estaba frente a él. La persona que jamás dudaría en dar su vida por uno de los suyos, la misma persona por la que Ivanov juro que no le importaría morir.

- ¿Pides Sushi? –dijo el pelinegro, tomándolo por sorpresa, mientras cambiaba de emisora por décima vez.

- ¿Sushi?

- Si, ¿No es tú favorito? En lo que llegamos a tu departamento, pídelo.

- ¿Por qué vamos a mi departamento?

- Porque quiero.

Fin de la discusión. Y siempre era un poco así, se hacía lo que el Superintendente quería hacer, sin rechistarle. Otra vez sentía esa disconformidad, gritándole en su cabeza y exigiendo saber porqué permitía que Jack controlase su vida y se metiera a su departamento cuando se le diera la gana. Miró a la camisa de Conway y silencio a la disconformidad. Permitía que hiciera lo que se le antojara con su vida, se lo debía después de que la camisa blanca hubiese sido rasgada y una línea recta trazara la piel de su brazo derecho.

Tal vez las cosas no eran rosas y felices ahora, pero no iba a mentirse y decir que odiaba a este hombre. Tenía muchos sentimientos que habían estallado luego de la muerte de Ivanov. Una parte de él le culpaba por lo ocurrido, otra quería vivir al pendiente de cada uno de sus movimientos y la más imponente de sus revelaciones, aborrecía la idea de que Conway se odiará a sí mismo. Tendría que deshacerse de todos esos conflictos poco a poco, como quien desactiva una bomba cortando cables de colores. Pero nada de eso significaba que iba a dejar que los monstruos tras Jack se acercarán, de la misma forma en que su superior no dejaría que la bala llegase antes que él...

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