Fuego.

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Había visto el fuego de cerca un millón de veces. Balas estallando en su cara. Explosiones tirándole hacia atrás con su fuerza. Verdadero fuego. Esa noche se sintió como un niño tirando papeles a una fogata, viendo como ardían y se volvían negros.

Sus pies estaban a centímetros de la sangre, dio un paso atrás para que no le alcanzará. Conocía al hombre muerto en el suelo, tenía rasgos tan similares a los de Roy que le asustaron. Las voces de sus superiores diciéndole que tenía que hacerse se repetían en bucle, como una tortura a su mente y una manera de sellar sus sentimientos.

El carmesí se mezcló con la gasolina que había esparcido por toda la casa, y estuvo listo. Bajo las escaleras como si ese fuese un día más. Antes de cerrar la puerta, tiro el mechero hacía la lejana cocina. Tenía que alejarse con rapidez de allí.

Su motocicleta subió por los caminos de tierra de la granja, hacia el monte, en busca de altura. El fuego se extendía con terrible rapidez y escuchaba cosas explotar detrás de él.

- ¡RYAN! –alguien grito.

Freno en seco y dejó la motocicleta tirada. Su casco quedó abandonado en su carrera, una carrera interminable.

- ¡ROY! ¡NO! –suplicó, mientras la sombra de su amigo desaparecía en la casa.

No pudo hacer nada. Huyo como una alimaña cuando las sirenas comenzaron a aproximarse, desapareció del mapa.

"Bien hecho", golpearon su hombro con orgullo sus compañeros. "Gran trabajo", repetían. Oía sus voces subir y subir, siempre repitiendo las mismas palabras; hasta que estas se volvían un pitido insoportable en sus oídos.

Volví a estar frente a la casa, con el fuego calentando su entorno. Roy corriendo al interior.

- ¡ROY! ¡NO! –suplicaba de nuevo.

Luego, alguien más se adelantaba por su izquierda corriendo. Aquel cabello, aquella vestimenta, aquel perfume. El comisario se adentro a la casa como un poseso, sin pensarlo.

- ¡VOLKOV! –estiró su mano, pero por mucho que corría hacia él, no avanzaba- ¡VOLKOV!

Un suspiro y regresó a la realidad. Se había dormido sobre el pequeño sofá que tenían en el bunker, después de pasar horas uniendo cabos y trabajando. Busco a su alrededor, y recordó que Freddy había sacado a Ivadog a dar una vuelta, para que no estuviese tan encerrado siempre.

Bostezó y se estiró, acostumbrado a las pesadillas como nadie. La mitad de una taza de café frio reposaba sobre la mesa; le dio un trago y arrugó el entrecejo, a Freddy le gustaba demasiado dulce.

Su teléfono sonó, en el bolsillo de la mochila que acostumbraba llevar ahora.

- ¿Qué?

- Es nuestro problema, ¿Si entiendes eso? –dijo Michelle, muy calmada.

- Yo me encargó, es mi trabajo, ¿No?

- No pareces muy exitoso solo. Puedo darte un par de ayudas, pero tienes que desaparecerlo por completo.

- Sabes cuál es mi prioridad.

- No la entiendo, pero –suspiró hastiada- la respetaré.

- Bien, pues tengo otra.

- Te estas balanceando, Jack.

- Roy seguirá con vida sino eres capaz de cumplir –amenazó-. En el CNI son unos ineptos de la nueva generación, jamás atraparan a alguien como él. Pero...

- Tú si puedes –completo ella-. Lo pensaré.

La llamada acabó, pero su mirada continuó sobre el teléfono. Habían podido descifrar su número de teléfono, pero aún no tenían gran cosa sobre Roy. Su antiguo compañero sabía esconderse, porque lo había hecho durante años, sin que Jack lo viese en la oscuridad de su alrededor.

Y Roy tenía algo muy claro, Michelle también. Conway podía ser una persona sin sentimientos, actuar sin razón, matar sin piedad; un verdadero psicópata. Pero existían fallos en su sistema, como claves que desataban los latidos enloquecidos de su corazón.

Su mujer, sus hijos, eran claves perdidas hace tiempo. Volkov, era la clave más reciente, donde todo el mundo sabía que podían atacarle. Cuando esas claves eran tocadas, perdía su camino y entraba en la locura total.

Roy sabía que él seguía siendo una clave también; y eso, sería la perdición de Conway.

- ¡Volvimos! –anunció Freddy, asegurando la puerta tras él.

Ivadog fue directo a Jack, dando vueltas alegres. Era bueno que tuviese algo de libertad, de desestrés. Acarició su pelaje, bajo las orejas; sonriendo.

- El CNI dijo que quiere colaborar con la causa –informó a Freddy, quien se acomodaba en su cama improvisada.

- Hasta que seamos un problema y tengan que desaparecernos también, ¿Cierto?

- Muy probablemente.

Trucazo se encendió un cigarrillo. En la llama de su mechero, Jack pudo escuchar la voz de Roy gritar por su hermano.

- No sé si sea capaz –admitió, cuando la llama se extinguió, como una confesión salida del alma.

- ¿De disparar?

- Lo tenía en mira y no disparé –recordó-. No sé si...

- ¿Conoces a Nadando, Armando para los amigos?

Aún tenía en su mente aquella llamada en que Freddy le contaba toda la información que había conseguido de ese hombre y los que estaban a su lado.

- Si, Diego lo abatió.

- Cuando tú te fuiste tras el condenado Royito, Armando me disparó y por poco me da, justo en la cabeza –rio amargamente-. Era mi amigo, y se dio cuenta que lo traicione. Pero yo iba a salvarlo, ¿Sabes? Intentar aplacar su condena, convencerlo de que vendiera a otros. Iba a ayudarle, pero el intentó matarme.

- ¿Quién traicionó a quien, eh?

- Lo fusilaron, junto al Gringo. Nadie negoció por él, nadie lo defendió –se recostó en la cama y suspiro el humo del cigarrillo-. Tú sigues dándole oportunidades a él, no disparaste porque aun piensas que puede haber algo detrás, que hay una razón lógica para lo que hace. Deja de buscarle excusas, aquí es matar o morir. Y no serás tú el que muera en su lugar...

- Será Volkov, lo sé.

- Elige sabiamente, amigo mío. 

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