Pares. - Parte 2.

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No tenía recuerdos de haber reído tanto antes de conocer a Roy, era como si hubiese descubierto como hacerlo sinceramente. Él fue el único atisbo de normalidad en mucho, mostrándole un nuevo cielo. Era como si todo cobrara un nuevo sentido, la curiosidad de un niño brotaba por sus poros. Aprendió a querer queriéndole.

Tiró las cartas sobre la mesa, viejas y desgastadas, sonriendo altanero.

- Dame eso –le quitó el chocolate, su apuesta.

- Sera la próxima –aceptó con honor su derrota-. Felicidades, Jacky.

- No es divertido si no te enfadas –bufó.

Ya estaba acostumbrado a las reacciones vacías de su contrincante, y él también sabía que eso le molestaba. Se conocían tan bien en muy poco tiempo, como sí sus almas estuvieran unidas de vidas pasadas.

- Vamos fuera –sugirió-, me cansé de ganarte.

Se estiró, tan largo como era, teniendo el peso de su arma en la espalda. Se supone que hacían guardia, pero no había mucho movimiento por allí. La noche era tranquila y estrellada. Caminaron hacia donde el bosque se abría, dejando ver la dulce luna llena.

- Joder... -observó hacia el difuminado horizonte- Que ganas de que todo acabe.

Roy le miró extrañado y se sentó en la yerba.

- ¿Y qué harás después? ¿Tienes planes?

- No, no lo sé... -fue sincero, sabiendo que no podía decidir sobre eso.

- Podemos irnos a Los Santos –los ojos de Smith brillaron con la luz blanca del satélite-. Mi plan es comprar una casa en la playa allí y ya.

- ¿Los Santos?

- Si, una vez fui de vacaciones, y me enamoré del lugar. Quiero morir allí.

Tomó lugar a un lado de su amigo, siguiendo su mirar.

- ¿Y si no puedo ir contigo?

Su corazón latía con fuerza al hacer esa pregunta, porque la idea no le gustaba para nada, pero quizás Roy ya lo había asumido.

- Arreglaremos eso, no llores, nena –se burló de él, mientras le convidaba un cigarro-. Fumaremos cigarrillos juntos en el infierno también, ¿Me lo prometes?

- ...-Jack suspiró con pesar, pero aceptó el ofrecimiento-. Lo juro por mi vida.

En su mente sabía que eso no era posible, pero mirando a los ojos de Roy, creía en cualquier cosa que imaginaran. Él era un lugar seguro en donde estar, una verdad que jamás podría fallarle, un suelo bajo sus pies que nunca antes tuvo. Quizás era así como se sentía tener una familia, esa sensación cálida en tu corazón. Quería ir a Los Santos, quería ir con Roy.

Exhaló el humo hacia el cielo estrellado y sonrió de nuevo. Agradecía tanto su existencia, y haber tenido la oportunidad de que sus caminos se cruzaran.

- Se siente bien saber que no estoy solo –dijo, casi en un susurro.

- Aún tenemos que ir juntos al infierno, no puedo dejar que te pierdas en el camino –bromeó Roy-. ¿Me soltarías tú a mí, tonto?

Se puso de pie y ofreció su mano a Conway para levantarse.

- No te soltaré –rio divertido-, jamás te soltaré –tomó aquella mano con fuerza.

Pero acabó soltándole. Rompió su promesa una y otra vez, como si nunca hubiese existido. Casi podía oler la pólvora y la sangre de aquel entonces cerrando sus ojos. La risa de Roy, su voz, su mirar, a veces aparecían como un destello del pasado; pero nunca fueron lo suficientemente claros para aplacar o alargar su dolor. Hoy la herida se renovaba, la promesa era rota una vez más.

Odiaba que su lugar más concurrido fuese el cementerio, pero así fue en el último tiempo. Otra vez fumaba un cigarro a un lado de una tumba. Debería estar en el infierno junto a su compañero, pero tenía la desgracia de seguir con vida. Era tan desdichado como un hombre eterno, viendo el mundo morir y renacer a su paso; con la condena de seguir caminando sin destino alguno.

Los asesinatos quedarían en un misterio. La muerte de Roy como un secreto. Su memoria estaría limpia de pecados. Era una forma de aceptar que todo el desenlace de las cosas había comenzado por él, y mantener los recuerdos en su mente intactos. Roy, para él, seguiría siendo aquel amigo fiel; inteligente y pacífico, sosteniendo su mano para levantarse del suelo. Si hacía falta, el mismo cargaría con la culpa por la muerte de su familia, amigos y compañeros; todo por proteger ese ideal.

La guerra que entre ellos se creó de la nada, quedaría enterrada bajo la arena de su deseo más grande, vivir cerca de la playa en Los Santos. Conway sabía que no arreglaría el dolor de Roy, ni siquiera en otra vida; no existía manera de sanar heridas del corazón como lo eran la traición.

Pero en aquella última mirada, suplicaba que Roy hubiese entendido que era capaz de renunciar a mucho por él. Y aunque no pudo sostener su mano una vez más, no había nada en el mundo que deseará más.

Jacky miró a su palma vacía. No había nada que extrañará más.

- Tú jamás me soltaste –mordió sus labios, conteniendo las lágrimas-, con odio encima, pero jamás me soltaste, ¿Verdad?

La palabra "hermano" se quedaba corta para describir lo que Roy Smith significaba para él. Ya había pasado por esto, por intentar seguir sin él, pero no era alguien a quien olvidas con facilidad. Hoy revivía la perdida, con mucho más peso que antes. No era tan joven como en aquel entonces, estaba demasiado cansado para soportar las balas de perderlo.

Le dijeron que podía odiarle, que era todo lo que merecía. Pero no podía sentir eso por la única persona que despertó la humanidad que creyó no poseer. Todos esos sentimientos oscuros se disolvían cuando Roy entraba en sus memorias, golpeando su hombro y bromeando, como solía hacerlo.

Desprenderse de él, por segunda vez, era como perder la mitad de sí de nuevo. Poco quedaba de Conway, poco le quedaba para aferrarse a la vida.

Habían sido pares en tiempos brillantes y pasados, y ahora solo eran nada en la oscuridad de su final.

Apagó el cigarro bajo su suela y camino por el mismo sendero de siempre, hacia el estacionamiento. Solo un auto esperaba.

- ¿Quiere conducir usted? –dijo Volkov, aunque ese fuese su auto.

Se acercó a él, hasta estar a pasos cortos de distancia. Había mentido al ruso, lo alejo, dudo; pero Viktor estaba allí, esperando a por él. Sabía que le había herido en su intento de protegerlo, de acabar este juego lo más pronto posible. Y aun cuando su mente deliró, Volkov continuó a su lado.

No estuvo con él cuando Ivanov murió; pero Volkov estaba listo para ser su apoyo cuando perdía a su mejor amigo.

- ¿Quiere que lo lleve a casa, Conway?

Suspiró, levantó el rostro y asintió despacio.

- Por favor...

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