Acusado y victima.

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Era poco común ver a Greco enfadado, era una persona relajada que controlaba cualquiera de sus impulsos. Pero hoy era una fiera, estaba gritando por la comisaria, asustando a los alumnos y movilizando a todos los agentes. En cuanto llegó Viktor, busco información en alguno de los agentes que parecían estar revolviendo todo el área de recepción.

- Comisario, hemos perdido documentos –dijo apenado Palma, dejando de lado rebuscar en cajones.

- ¿Qué tipo de documentos?

- Informes sobre el múltiple asesinato hace un par de semanas.

- El equipo informatico esta...

- No, tampoco hay nada digital. Todo se perdió, señor. Ni siquiera encontramos las evidencias físicas o las pruebas científicas.

En años, era lo más extraño que había ocurrido. Tuvieron casos de corrupción, en su momento descubiertos. También habían pasado por la mala suerte de perder información o evidencia. Pero perderlo todo, sin más, era algo más que raro. El agente que quisiera sabotear el caso, no sería tan obvio, ¿O sí?

Siguió su camino hacia las oficinas de arriba, donde le señalaron que encontraría a Rodríguez. Allí lo vio, gritando para que los agentes siguieran moviéndose y los técnicos recuperaran la información de alguna forma mágica.

- ¡Me importa una mierda si le roban el bolso a una abuela; nadie se va de aquí hasta encontrar eso! –recalcó.

- Greco, sígueme –pidió cuando la mirada del morocho recayó en él.

Salieron del recinto de informática hacia el despacho vacío de Conway. El lugar estaba tan revuelto como el resto de habitaciones de la comisaria.

- ¿Te dieron autorización para esto? –señalo los papeles desparramados en la mesa de la oficina, los cajones abierto y los archivos de la computadora cubriendo todo la pantalla.

- No pedí autorización –se cruzó de brazos-. Sé que fue él, Volkov.

- Retráctate. Estas acusando a tu superior de encubrir un crimen y desaparecer evidencia –su mirada gris azulada desafió la café.

- No, estoy cansado de callarme. Él es el único que pudo desaparecerlo todo aparte de nosotros. No sé cómo hizo para no dejar rastro en los ordenadores, pero sé que fue él –volvió a afirmar-. Su comportamiento y sus accione lo han dejado todo claro.

- Es el Superintendente, Greco –comenzaba a elevar la voz, no le gustaba hacia donde iban las cosas-, no puedes acusarle de algo...

Su compañero le aparto para acercarse al escritorio; sentado en la silla, tecleo en el computador. Todos los archivos parecían abrirse sin problemas, y Greco cerró todas las pestañas. Entonces se dirigió a una carpeta que llevaba a otra, y otra más, y una más. La última de ellas desplegó un aviso; "Introduzca la contraseña".

- Sé la contraseña –informó Rodriguez-, los técnicos la descifraron.

Introdujo el código, pero esto solo genero otro aviso. El cartel no decía nada, tan dolo había espacio para escribir 6 caracteres más. El comisario se detuvo, tratando de recordar cual era, y tecleó la siguiente contraseña; con letras mayúsculas y minúsculas, intercalada con números.

- ¿Qué es esto? –dijo Volkov, en medio del desconcierto, acercándose al otro.

- Hay más.

El código era correcto, pero un nuevo panel se abrió, más oscuro y extraño. No había ordenes, ni espacios, solo un panel negro.

- ¿Ahora?

- No lo sé –admitió Greco-. Se supone que aquí debes poner alguna clase de código más, pero es imposible para los técnicos descifrarlo.

Levantándose de la silla rápidamente, el morocho señalo la pantalla.

- Oculta algo, algo enorme y oscuro. No quiero pasarme de la raya, pero no me sorprendería que estuviese implicado en los asesinatos, Volkov.

- ¿Qué...?

- Pero aún tengo algo. El caso no está perdido.




Hizo que los huesos de su cuello sonaran, secándose de las manos la sangre. Sentando en lo alto de una caja metálica, Freddy le tiro una botella de agua. La alcanzó en el aire, y observó su arte.

Estuvo en comisaria años, en oficinas siglos; pero jamás se sentiría tan rutinario como una tortura. No había un procedimiento marcado para algo así, pero él lo percibía como un paso a paso. Era un artista, con la pintura y el pincel en sus manos; el lienzo necesitaba llenarse y estaba demasiado inspirado.

- Jack –le llamó Freddy-, ya nos divertimos mucho.

- ¿Qué sigue?

- Coger las armas y salir al campo de batalla.

Codo a codo caminaron por el pasillo hacía las oficinas. El mapa de la ciudad digitalizado sobre una mesa de cristal fue su lugar de reunión. Freddy presionó algo en su teléfono y una señal roja apareció en el mapa.

- Está todo listo para esta noche –aseguró-. Al final, tu comisario santurrón resulto útil.

Seguramente Greco estaría perdiendo la cabeza ahora mismo, al darse cuenta de que nada de su investigación estaba; ni siquiera los archivos de su laptop personal. Lo bueno de hacer caer una banda es saber que tras ella hay más, inevitablemente relacionadas. Aquella noche había tomado teléfonos y más cosas, en busca de ese tipo de claves. Debía admitir que Greco era inteligente, y había conseguido información que Conway paso por alto.

Todo eso llevaba a un lugar, y Jack no iba a permitir que la policía se hiciese cargo y metieran a esa segunda mafia en la cárcel por un par de años. La solución era mucho más sanguinaria, y de sus favoritas. Rodríguez tendría otro caso para creerse un justiciero, y Conway un eslabón menos en el crimen.

- Bien, hora de prepararse.

De camino a la armería, su teléfono comenzó a sonar. En la pantalla el nombre "Volkov" parpadeaba. Trato de pensar que decir a las preguntas que saldrían de su boca en cuanto contestará, pero no había algo para explicar. Iba a adelantar los pasos de la policía, pasando por encima la ley y la moral de sus compañeros.

No contesto, pero abrió el buzón de mensajes. Encontró el contacto de Volkov entre los primeros, tecleó y envió el mensaje. El aparato quemaba en sus manos, no de arrepentimiento, sino por culpa.

Dejo el teléfono sobre el escritorio de uno de sus compañeros al pasar y trato de ignorar su constante sonar con nuevas llamadas.

"No es momento, mantente al margen", rezaba el mensaje que envió a Viktor. 

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