Epílogo

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Un mes después:

Kathya:

—No es necesario que te marches, Kathya.—Me pide Mikhail, sus ojos me ruegan y trato de mantenerme calmada.

Ahora que ya se encuentra recuperado, yo puedo irme.

—Kathya...

El rodea su escritorio y camina hasta detenerse frente a mí.

—Vamos a tener un bebe.

—Mikhail...

—Kathya, por favor...

—Necesito tiempo.—Pronuncio y me limpio la lagrima que cae por mi mejilla.—Y eso no quiere decir que te quite el derecho de ver a tu hijo, para nada es así. Podrás verlo y estar durante el embarazo, pero yo no..

Lo miro y niego con la cabeza.

—Necesito que nosotros estemos separados.

—¿Por qué ahora lo estas complicando, Kat?.—Me pregunta confundido y lleno de dolor.—Justo ahora que estamos bien.

Trago saliva.—Han sido demasiadas cosas, necesito tiempo para mí.

—¿Y qué hay conmigo? ¿Lo que yo necesito? Tú y mi hijo.

—Ya lo dije, de tu hijo no tienes por qué preocuparte.

—¿Y tú?

Bajo la mirada y la subo.

—Por favor, acepta mi decisión.

Sus ojos me miran fijamente.

—Por ahora no puede haber un nosotros.















(***)


¿Lo acepto? Si, lo hizo.

Con la condición de que yo aceptara el lugar que escogió para mi y al igual que él, yo lo hice.

Tal vez estaba loca por dejarlo ahora cuando ya nada nos impedía estar juntos y si, estaba loca, una parte de mi me lo aseguraba.

Pero también sabía que necesitaba tiempo, después de todo lo que nos aconteció, yo sentí que en este momento deseaba estar sola.

Aunque una parte de él y que ahora mismo cargaba, me recordaría cuanto lo amaba.

—¿Qué haces aquí?.—Pregunto a Mikhail, quien está parado en mi puerta.

Sus cejas se alzan.

—Hoy no es miércoles.

Una vez a la semana, MIkhail y los miércoles, así quedamos.

Pero parece que no pudo ni soportar ni dos semanas.

El ingresa al departamento y observa mi vientre, mi vientre de cuatro meses.

—¿Puedo?.—Pregunta acercándose a mí.

Asiento con la cabeza y me dirijo hacia el mueble con él, últimamente solo quiero permanecer sentada o echada, los pies me duelen por todo el peso de la barriga, aunque sean solo cuatro meses, parece que llevo un bebé gordito dentro de mí.

Cojo la mano de Mikhail y la llevo sobre mi abdomen, una descarga elecrtrica recorre mi espalda al sentir sus dedos separándose y estoy en esa etapa de tener ganas de muchas cosas.

Eso incluye a Mikhail.

Solo me ha puesto la mano encima de la ropa y sin ninguna intensión, ni con perversión de por medio, pero yo ya he empapado mis bragas.

Su Último Deseo (#7 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora