Epílogo

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                 Alpha Ikender

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                 Alpha Ikender

           •Siendo uno mismo

Una luz brillante cubrió todo, Ikender se encargaba de mantenerme apretada a él, de pronto la luz se disipó, frente a nosotros las dos mujeres quienes nos salvaron estaban de pie, Victoria lucía demasiado cansada, sus ropas estaban rotas. La mujer de cabello blanco se sentó sobre el suelo igual de débil.

Lort Ashton se acercó a la hermana de Rosel, la tomó en brazos y desapareció volando por los cielos. Todos nos pusimos de pie. Gemí cuando miré como la que alguna vez fue hermana de Ikender se ponía a duras penas de pie.

—Quitarle la vida es tu deber Alpha— argumentó la chica de cabellos blancos tambaleándose y sacudiéndose  el polvo de sus manos. Ikender se tensó, su quijada se tensó. Me miró y susurro que todo estaría bien de ahora en adelante. Caminó lentamente hacía la bruja.

—Todo pudo haber sido diferente, viaja hermana— Ella Escupió. Me miraba con odio.

—Su especie, asesinara a la tierra. Ellos merecen morir— Ikender rugió.

—Ya será nuestro deber impedirlo. No el tuyo.  La traición se paga
con la vida—.fue lo último que dijo antes de encajarle una especie de estaca en el corazón. Lorein era una natural, en segundos su piel se volvió piedra rompiéndose en el momento. Allí supe que todo había terminado.

Solo allí me permití sentir tranquila. Solo allí pude entender por primera vez, que había terminado de verdad. Los lobos heridos fueron llamados por las enfermeras y la doctora pringipal, madre del Alpha. No dejaba de ver a la chica de ojos como el cristal, y yo no era la única. Ikender me sonrió, lo supe. Matías se había puesto en una posición tensa. Se acercó a pasos seguros hacia ella. Levanté las cejas, la tomó fuertemente de la cintura uniendo sus labios con los de ella. Fue un beso arrebatado del cual me sentí apenada de ver. Él por fin había encontrado su alma gemela. Y era digna de serlo. Una pequeña risa impregnó el ambiente, provenía de los vampiros, quienes se burlaban por lo que acaban de ver, Enera, golpeó al beta en sus partes más nobles.

—Lobo. Ten decencia — Al parecer su carácter estaba bastante externo al de los demás. Sería difícil para el beta, pero no imposible.

El Alpha y el beta habían encontrado a sus almas gemelas, a sus mates.

~*~

Después del altercado, Cristina se encargó de evaluarme. Vendrían los meses más complicados, yo era pequeña y el peso del bebé podía lastimarme. Así que sabía de ante mano, no podría caminar o esforzarme en un rato. Al inicio mi lobo me miraba con tristeza, pero aún, podría disfrutarme con vehemencia. Anhelé el instante en que Cristina e Ikender se abrazaron por primera vez, en esta ocasión no con cariño de Alpha a Loba. Si no, de madre a hijo. Incluso hubo un perdón para Román, quién le costó generar nuevamente la confianza de su hijo. El tiempo corrió como las manecillas del reloj. El último mes apenas podía ponerme de pie, la fuerza del ser que estaba por culminar  su crecimiento en mi vientre, me hacía ver estrellas de vez en cuando. Pero allí estaba no solo Ikender, si no Rosel y Dalia. Quienes encantados regresaron a la mansión.

ALPHA IKENDER +21©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora