Capítulo 41 - Que nunca les pase

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Era más tarde cuando nos despertamos. No teníamos más sueño, y supongo que a él lo había podido el sentido de la responsabilidad, porque contra todo pronóstico, nos habíamos puesto a hacer la tarea para el día siguiente.

Los dos sentados en posición de indios, repasando apuntes y completando los ejercicios de matemática. Nos dio tiempo para terminar la presentación que teníamos en grupo con Juani, y para bromear un buen rato mientras picábamos algo como merienda.

—Hoy vamos a escuchar un poco de la música que yo escucho, para variar. – dijo, buscando en su ordenador una canción. Sonreí porque así agachado sobre el escritorio, se le marcaba un trasero muy bonito, y unas piernas impresionantes.

—Cuando pongas reggaetón o cumbia, me levanto y me voy. – amenacé, ya torturada imaginándome lo que estaba a punto de sonar. Thiago se rio y sin hacerme caso, dio play.

Saturday Nights de Khalid.

Ok, no había sido tan terrible.

—¿Quién te dijo que me gusta la cumbia? – preguntó, volviendo a la cama, y sentándome a horcajadas sobre su regazo.

—Es lo que sonaba en tu fiesta. – contesté poniéndole mala cara.

—Los del equipo pusieron su música. – se encogió de hombros.

—Ya me parecía que eras muy cheto para escuchar Ghetto Kids. – me reí.

—¿Ghetto qué? – preguntó también riendo.

Ay dios, cuando se reía con los ojos casi cerrados...

Me incliné hacia su rostro y lo besé muy despacio, con pequeños besitos por todo el rostro. Crucé los brazos por detrás de su cabeza, abrazándolo y me acomodé más en sus piernas.

Él paseó sus manos por mi espalda y me quitó la camiseta con otra sonrisa.

Era muy guapo.

Su propia camiseta fue la siguiente, y así, sin corpiño, mis pezones se pegaron a su pecho desnudo, erizándome entera.

Thiago, que pensó que era por frío, me tomó con delicadeza y me recostó por debajo de él y nos tapó con las mantas para abrigarnos. Debajo del cubrecamas, nuestras manos, se movían libres, quitándonos lo poco que nos quedaba de ropa, haciéndonos aquello que ya sabíamos que tanto le gustaba al otro.

De fondo, la canción había cambiado y ahora sonaba All this love de JP Cooper, con su ritmo lento y tentador. Eso y el chasquido de nuestros besos, llenando la habitación.

—Me gusta esta canción. – confesé y él se hizo lugar entre mis piernas.

—A mí me gustas vos. – respondió haciéndome reír. Contuve el aire cuando él entró en mi cuerpo y lo solté como un suspiro, sintiendo que me llenaba.

—Qué cursi que sos. – dije, sin dejar de mirarlo.

—No tenés idea... – se rio también, moviéndose sobre mí mientras volvía a besarme.

Gemí despacio, mirando cómo aumentaba la velocidad después de un rato, y acaricié su rosto, pidiéndole que no se detuviera. Ahora que había probado lo que se sentía hacerlo así, sin nada de por medio, ya no había vuelta atrás. No se sentía como nada que hubiera probado...

Era tan putamente bueno...

—Tití, traje kiwi para que desayunes mañana. – dijo su mamá entrando de sopetón a la habitación, y todo se fue a la mierda.

1 - Perdón por las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora