Capítulo 12

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Thiago

Decir que el desayuno había sido tenso, era quedarse cortos. Y no me estaba refiriendo a Bianca y a mí, porque nosotros estábamos bien, y cada tanto reprimíamos alguna sonrisa o nos mirábamos cómplices, porque mi mamá estaba que echaba humo.

Aparentemente en algún momento de la madrugada se había levantado y había visto la puerta de mi habitación cerrada y no le había gustado nada.

Si ahora me estaba salvando de la charla que se me venía, era porque teníamos compañía y no era de armar escándalos... Pero a la vuelta del entrenamiento me tendría para ella sola, y se desquitaría a gusto.

¿La verdad acá entre nos?

Había valido la pena cada uno de los regaños y las broncas que se me vinieran encima.

Hasta había valido la pena la ducha de agua helada que había tenido que darme antes de bajar, para poder tranquilizarme. Y no quería acordarme ahora, porque me había costado lo mío volver a la normalidad, y sería casi imposible ocultar otra erección con estos pantalones de jean tan ajustados.

Mi mamá insistió en llevarnos al colegio para que no tuviéramos que caminar, aunque si me preguntan, seguramente habrá pensado que pensábamos escaparnos por allí en vez de ir, así que de esta manera nos vigilaba de cerca.

Yo nunca me había escapado ni había faltado a clases solo porque sí... Claro que antes tampoco me había colado en la escuela de noche, ni había hecho... otro montón de cosas que hice desde que conocí a Bianca.

Si mis padres se enteraban, dirían que era una mala influencia, y tal vez es que lo era.

Pero no me importaba.


Al llegar, nos despedimos de mi madre, que me hizo prometer que volvería del colegio directo a casa para hablar, y caminamos por los pasillos hasta el aula, juntos.


Era el primer día que no tenía que disimular no verla, ni aguantarme las ganas de decirle algo. Estábamos ahí, caminando al lado del otro, y todos podían vernos.

—Si no sale la mancha de la camiseta, te la pago. – dijo de repente, mientras dejaba caer la mochila en su mesa de manera descuidada.

—Si no sale la mancha, es un recuerdo doble. – le sonreí para que dejara de angustiarse. —Del otro equipo, pero también de anoche y de la cara de mi mamá cuando te la vio puesta. – le susurré para que nadie escuchara.

Se rio negando con la cabeza y se estiró en la silla, preparada para dormirse una siesta en plena hora de matemática.

Yo, que me sentaba más adelante, me separé de ella para volver con mi grupo que nos miraba atentamente.

1 - Perdón por las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora