Al día siguiente, las cosas no habían cambiado demasiado.
Que estuviéramos fingiendo para sus padres, no había modificado mucho nuestra rutina, y eso me gustaba.
Todavía nos sentábamos juntos en el salón y frente a nuestros compañeros no teníamos que escondernos, ni pretender nada, porque por fin después de semanas, a nadie le importaba.
Bueno, no a nadie... había dos o tres personas que nos miraban con un poco de bronca, pero para ser sincera, no era nada nuevo para mí.
Me recosté en mi mesa, dispuesta a hacerme una breve siestita antes de que la profesora de Ciencias llegara, mientras Thiago ultimaba algunos detalles con una Juani sonriente y falsa.
—Nos va a ir genial, ya vas a ver. – decía la chica, poniéndole ojitos. Estaba sentada al borde de la mesa de mi vecino, queriendo coquetearle, pero este parecía ni darse cuenta de que estaba poniéndole el culo en la cara.
Me reí de lo patética que parecía, y debo haberle llamado la atención, porque dejó de mirar al chico para de repente, clavar esos ojos malignos que tenía en mí.
—Espero que te sepas tu parte. – dijo más seria. —Hay nota individual, y también grupal.
—Algo debo acordarme. – dije, rascándome el mentón. —Pero no te preocupes... No sería capaz de quedarme callada cuando pasemos al frente solo para que te pogan mala nota. – me cubrí la boca. —O sí.
—Si sos capaz de sacrificar tu promedio para perjudicarme, dice más de vos, que de mí. – se encogió los hombros, con una sonrisa. —Pero también estarías perjudicando a tu chico, como de costumbre. – masculló por lo bajo. —Siempre metiéndolo en problemas.
La miré furiosa y me puse de pie para irme. Saldría a tomar aire o lo que fuera para no tener que arrancarle los pelos... Esta tarada no valía la pena. Thiago al notar lo que ocurría, me tomó de la mano y tiró de ella hasta que me sentó sobre su regazo.
—Todos sabemos nuestra parte, y el trabajo está para un nueve. – dijo agarrándome más fuerte cuando quise soltarme. —Y si tanto te preocupa el trabajo, seguí repasando y deja de pelear.
—Un nueve no es un diez, Thiagu. – replicó, cruzándose de brazos.
—Y Thiagu no es su nombre. – me reí ahora sí abrazando al chico por el cuello mientras nuestra compañera apretaba los dientes.
La chica nos miró por un segundo y poniendo los ojos en blanco, tomó su carpeta y volvió adelante con el resto de sus amigas, ignorándonos.
—Ella empezó. – me justifiqué con carita de inocente y mi vecino se rio y besó mi cuello
—Ya lo sé. – abrazó mi cintura más para que apoyara toda la espalda en su pecho con comodidad. —Siempre odié que me llamara así. – agregó y nos reímos.
—Acosta y Balcarce. – nos llamó el preceptor, haciendo que nos separáramos un poco. —Los están esperando en dirección. – con Thiago nos miramos sin saber de qué se trataba aquello. —Están sus padres.
Ahora entendía mejor.
Mierda.
Era de suponer que el matrimonio Balcarce no se quedaría tranquilo, y pediría una entrevista con la directora después de lo ocurrido.
—Tenemos que presentar un trabajo... – empezó a decir Thiago.
—La profesora está retrasada, va a tomarles en el próximo módulo. – miró al resto de nuestro curso. —Les da tiempo para que los demás estudien. ¡Sin hacer lío! – agregó cuando todos festejaron la hora libre.
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1 - Perdón por las mariposas
Ficção AdolescenteBianca tiene una vida difícil, de la que ya está aburrida. Cree en el amor, y le gustan los chicos malos que no siempre la trataron tan bien. Thiago es un chico de buena familia, clase media-alta, que vive para jugar al fútbol. Dulce, considerado y...