Capítulo 50

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Bianca

Thiago seguía quedándose en casa por el momento, después de algunos meses. Las cosas con su padre no estaban bien, y aunque su madre lo llamaba todos los días para que volviera, sospechaba que ella también necesitaba un descanso de tanto drama en su familia.

Había cruzado por la ventana para buscarse más ropa y algunas otras cosas, pero no pensaba volver hasta que Oscar cambiara su actitud, y yo lo respetaba.

Amalia podría haberse quejado, pero tras lo ocurrido con Samuel, no creo que le diera la cara para opinar. Ese tipo ya no era bienvenido a casa... Aunque ellos siguieran viéndose algunas veces.

Ahora estábamos los dos en pijama, comiendo unos Doritos en mi cama mientras mirábamos una serie en Netflix desde mi ordenador. Era una policial y nos tenía bastante atrapados, aunque mi celular no paraba de sonar con mensajes que llegaban, iluminando toda la habitación con la pantalla encendiéndose a cada rato.

—Esta mierda. – dije cuando me cansé y lo agarré para ver quién era. —Catalina. – puse los ojos en blanco.

—¿Te escribe para que le termines el tatuaje? – preguntó, limpiándose las migas de la camiseta. Le había mostrado hacía unos días, las fotos de mi trabajo y todavía no podía creer que yo fuera capaz de tatuar a alguien.

—No. – negué con la cabeza, leyendo. —Es que mañana hay ensayo de una banda que nos gusta, después de la escuela y dice que los chicos la invitaron a ella y a sus amigos para que vayan. Que van a hacer una fiesta, o algo así.

—¿Vas a ir? – quiso saber, ya poniendo pausa a la serie, porque ninguno le estaba prestando atención.

—Conozco esas fiestas, y no sé si tengo ganas de ir en estos momentos. – dije, enroscando nuestras piernas bajo las mantas. —Además vos no podés ir porque tenés entrenamiento y después tutoría...

—Bueno, pero no vas a dejar de ir porque yo no vaya... – sugirió. —Que seamos novios, no quiere decir que estemos pegados de la cadera todo el tiempo.

Torcí la cabeza, porque lo de las caderas, en realidad, no había sonado tan mal.

—Lo que quiero decir es que esas cosas no son mi onda, pero no quiero que vos dejes de hacerlas porque no podés hacerlas conmigo. – explicó, sonriendo. —Vos siempre venís a mis partidos y sé que te aburren... Anda al ensayo, divertite.

Sonreí ante lo que me decía, y en un impulso, me incliné hacia él y le mordí el cuello entre besos juguetones. Thiago se rio y me sujetó de la cintura para frenarme porque le estaban dando cosquillas y la panza se me estrujó llena de ellas también.

Cuando quería, podía ser adorable... Y créanme que pocas cosas me lo parecían.

Nos besamos un buen rato, ignorando por completo la serie que estábamos viendo, aunque estaba a punto de conocerse el verdadero asesino; y nos quedamos abrazados en medio de mi cama, pensativos.

—¿Qué va a pasar el año que viene? – preguntó mirando el techo y yo me giré hacia él, confundida. —Con nosotros, quiero decir.

—No estoy entendiendo. – Thiago se movió para que estuviéramos los dos de frente y usó su brazo para apoyara la cabeza como una almohada.

—Si yo juego en un club de primera, además de las concentraciones entre semana, tendría que estar viajando por todo el país. – me contó, mientras acariciaba distraído un mechón de mi cabello. —Hasta tendría que mudarme, a no sé dónde porque todavía no sé qué club sería.

1 - Perdón por las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora