Bianca tiene una vida difícil, de la que ya está aburrida. Cree en el amor, y le gustan los chicos malos que no siempre la trataron tan bien.
Thiago es un chico de buena familia, clase media-alta, que vive para jugar al fútbol. Dulce, considerado y...
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Capítulo 25
Y para poner un ejemplo de esas veces en las que se me hacía difícil controlarme, esa noche...
No la había visto en todo el día porque el entrenador había querido que nos quedáramos entrenando por más tiempo, en preparación para el próximo partido. Yo no lo jugaría, porque todavía no se terminaba de cumplir mi condena en el banco, pero igual tenía que trabajar con el resto de mis compañeros porque me tocaba.
Ella estaba algo malhumorada porque su madre había llevado a su pareja y parecía que se quedaría a dormir, así que ni lo pensé y abrí mi ventana, invitándola a venir.
Mis padres estaban en casa, quiero aclarar, pero eran tantas las ganas que tenía de verla, que no me importó nada, y esperé a que estuvieran durmiendo para llamarla.
Me levanté en la oscuridad y le hice señas para que entrara, ayudándola de paso, a que pasara sin hacer ningún ruido y sin lastimarse.
Había cruzado con lo que llevaba puesto, que era su versión de pijama... y no podía sacarle los ojos de encima.
Una musculosa blanca de algodón y unas calzas pequeñas que apenas le cubrían algo, de color gris. Parecidas a un bóxer, pero mucho más pequeñas, eran una locura.
Su cabello cortito rebotaba alegre, mientras se hacía lugar en mi cama y se abrazaba a mí en busca de calor. Tenía los brazos helados.
—Estoy congelada. – dijo y tomó una de mis manos para enseñarme. —Puedo cortar vidrio con los pezones. – se rio tomando mi mano, haciéndome pasar los dedos por ellos y de milagro no me atraganté tragándome la lengua. Yo no tenía ni una pizca de frío.
Se giró de golpe para que la envolviera en mis brazos, y perdón, pero soy humano, y ella... Ella no me tenía nada de piedad. Pegó su trasero en mi entrepierna y solté un jadeo involuntario, antes de retroceder apenas con la cadera, para no perforarle ningún órgano vital.
—Mmm... perdón. – balbuceé torpe, y se rio más fuerte.
—No me molesta. – respondió con una sonrisa burlona y se hizo hacia atrás hasta pegarse a mí. —Así entro en calor más rápido.
Cerré los ojos con fuerza intentando acallar a mi mente, que quería imaginarse todos los escenarios en los que podía hacerla entrar en calor, y conté hasta veinte. De atrás para adelante. En alemán.
Bianca, que no podía quedarse quieta, tomó mis manos que rodeaban su cintura y las llevó más arriba hasta que quedaron por encima de sus pechos, abarcándolos, y sintiéndolos por completo bajo la fina tela de su musculosa. Mis dedos se apretaron ahí de manera mecánica y ella arqueó la espalda, con una risita perversa.