Capítulo 34

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Ahí estaba yo

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Ahí estaba yo...

En contra de todo pronóstico, en la zona más cheta y más careta de la ciudad, en lo que según me había dicho Thiago, le decían brunch. Que para que entiendan como yo lo hice, no viene siendo el desayuno ni el almuerzo, pero queda por ahí en el medio, y se sirve alcohol. Gracias a dios, se sirve alcohol.

Básicamente es la manera que tienen estos ricos de saltearse el desayuno por la resaca, pero seguir dándole al trago mientras se comen unos bocaditos de mierda de todos colores. Miré las bandejas con miedo.

Nada parecía comestible. Si me preguntan a mí, no hay comida mejor para la resaca que un buen choripán a la vuelta de una buena joda. Comida excelente para estar de bajón también... Pero esta gente no tenía pinta de ser de los que hacen fila para comer de un carro de la calle... No debían saber ni lo que era el chimichurri. Qué pena me daban.

Sonreí con ironía mientras me tragaba una especie de sanguchito agridulce y buscaba con la mirada a mi vecino, que se había ido a saludar a unos amigos.

Este era el famoso Club.

Mierda.

Habíamos tenido que dejar hasta el documento de identidad al entrar, y viajado un buen rato entre lo que parecían campos y campos de una alfombra verde perfecta. Las canchas de golf, eran todo lo que me imaginaba que serían. Un gigantesco desperdicio de espacio y naturaleza en donde un pequeño grupo de personas de la elite pasaban sus fines de semana y momentos de ocio.

Ahora estábamos en una fiesta que se celebraba en la zona del restaurante, que quedaba pegada al Spa. Si se quieren hacer una idea, era parecida a un cementerio parque, pero la gente iba vestida de blanco, y tomaba champán a las once de la mañana.

¿Que cómo me vine vestida yo? Ah...

Con un vestido negro, obviamente.

La única que vestía de este color y no servía las mesas...

Gafas oscuras que ocultaban lo nerviosa que me sentía y las ganas de poner los ojos en blanco cada vez que alguien se saludaba con otro con besitos en el aire y se reían sin ganas con un gesto aparatosamente ensayado.

El asco que me daban estos canapés, ni se acercaban al que me daba la falsedad de esta gente.

¿Por qué había accedido a venir?

Por él.

Él que me había insistido hasta el cansancio, y que ahora se acercaba con dos copas de lo que parecía un inocente jugo de naranja. Más le valía haberle puesto algo cuando nadie miraba... Porque realmente necesitaba un trago.

 Porque realmente necesitaba un trago

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1 - Perdón por las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora