Capítulo 4

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Había llegado temprano a clases, muy a mi pesar

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Había llegado temprano a clases, muy a mi pesar. Odiaba ser de los primeros en entrar, porque a veces las aulas aún permanecían cerradas o tenían que barrerlas y el no poder aterrizar en mi mesa para echar una cabeceadita sobre mi mochila... era lo peor que me podía pasar. Pero no había tenido opción.

Amalia había llegado cuando estaba despertándome, sobria esta vez, pero con ganas de discutir.

Su noche había sido mala, demasiado idiota en ese bar en el que trabajaba, supongo que necesitaba desahogarse, y yo era a quien tenía más a mano.

Todo tipo de reclamos, desde no haber lavado mi ropa ni haber guardado los platos después de comer, hasta las calificaciones del colegio. Se las había arreglado para hacer todos los reproches que había podido en apenas media hora.

Media hora que fue lo que me tomó salir de la cama, arrastrarme hasta la ducha y ponerme lo primero que me crucé en el camino hacia la puerta. Una minifalda negra y una camiseta llena de agujeros que dejaba ver mi corpiño y unas botas desatadas que habían quedado arruinadas tras el último recital al que las había llevado.

El maquillaje negro de mis ojos era la única razón por la que ahora no estaba refregándomelos del sueño que tenía.

Con un gran bostezo, me acerqué a la puerta de mi sala y esperé a que la abrieran hecha una bolita en el suelo.

Estaba empezando a soñar, cuando las voces de algunas de mis compañeras me interrumpieron. Quería asesinarlas lentamente... ¿Cómo podían estar tan animadas y tener la voz tan chillonas a estas horas? A mí si me sacaban algún gruñido ya era un milagro.

―Me contó Mauri que el nuevo entró en el equipo. –dijo una.

―Yo sabía que tenía pinta de jugador de fútbol, por las piernas que tiene. –opinó la otra. ―Está buenísimo.

Entorné los parpados haciendo un esfuerzo sobrehumano para verlas y vi que sonreían y cuchicheaban.

―Ayer me dio su teléfono, pero todavía no me animé a escribirle. –confesó Juani mordiéndose el labio. ―Thiago parece de esos chicos que salen con miles... hasta puede que tenga novia allá en ese otro colegio al que iba.

―Si no le escribís lo voy a hacer yo. –amenazó su amiga. ―A mí también me dio su teléfono y es tan lindo...

Puse los ojos en blanco.

No me extrañaría en lo más mínimo si ahora se sorteaban al chico nuevo como si fuera un juguete, eran tan básicas. No sé qué tanto escándalo hacían. No es que Thiago también me hubiera dado su teléfono, pero no me importaba.

Al parecer se lo había dado a todas...

―Ahí viene, no digan nada. –avisó la otra. ―Qué bien que le queda ese jean, y qué bien se le ajusta... –comentó entre murmullos y yo que estaba más dormida que despierta, me descubrí mirándole el pantalón por pura curiosidad.

1 - Perdón por las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora