Bianca tiene una vida difícil, de la que ya está aburrida. Cree en el amor, y le gustan los chicos malos que no siempre la trataron tan bien.
Thiago es un chico de buena familia, clase media-alta, que vive para jugar al fútbol. Dulce, considerado y...
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Thiago
No fueron días fáciles.
De hecho, estaba conociendo un lado de mí mismo, que no tenía ni idea de que existía. Desde aquella patada al cesto de basura en la escuela, se había desatado algo oscuro... Algo que llevaba ahí, por mucho tiempo acallado.
Nunca me habían reprendido por mal comportamiento. En mi vida habían tenido que llamar a mis padres, ni cuando era pequeño.
No recordaba haberme peleado fuerte con nadie, y sin embargo, desde unos meses para acá, había una bola de violencia que tenía enquistada y reprimida en mi estómago, y cansada de ser ignorada, ahora salía así. En explosiones que no me hacían sentir para nada orgulloso, y siendo sinceros, rozaba lo vergonzoso.
Estaba al límite cada vez que hablaba con mi padre, y si todavía no le había respondido peor, era porque algo de sentido común me quedaba... Pero el impulso estaba ahí.
Era inconveniente, sí, porque estaba castigado y para colmo no podía jugar al fútbol; pero también resultaba liberador.
Podía entender a Bianca cuando tenía esas actitudes.
Había situaciones que ameritaban un poco de este descontrol, era lo normal. Todo el mundo las tenía.
Como decía ella, a veces estaba bien despeinarse un poco.
A mí no me habían enseñado eso, todo lo contrario.
Si hasta los fines de semana estando en casa, me habían exigido estar presentable, bien vestido y con el cabello en condiciones. Mierda, tenía el mismo peinado que había tenido toda la vida.
Me miré contrariado en el espejo del baño, cuando empezaba a disiparse el vapor de la ducha. Sacudí mi fleco húmedo y me miré de lado a lado. Mi padre ya me había dicho que me lo cortara, pero no tenía ganas, y no pensaba hacerlo.
Para cuando volví a mi cuarto, las luces del pasillo estaban todas encendidas, y fuera había oscurecido.
Bueno, últimamente mis duchas estaban alargándose más que de costumbre... Y habría perdido la noción del tiempo.
Miré hacia su ventana y ahí estaba. Fumándose un cigarrillo en la oscuridad, con los cabellos cortos por encima de los hombros y ese flequillo pequeñito que hacía imposible no quedársela mirando a los ojos, con la boca abierta.
Era tan bonita...
Me acerqué en silencio y golpeé mi vidrio para llamarle la atención.
Bianca alzó la cabeza y me sonrió apreciativamente, dándome un repaso. Hizo señas con su teléfono, preguntándome si ya me habían devuelto el mío, pero negué contrariado, porque aún lo tenían confiscado por ahí.
Se mordió los labios decepcionada, y después me pidió que diera una vueltita para verme mejor. Me reí y sacudiendo la cabeza, hice exactamente lo que me había pedido.