Al día siguiente, su cuerpo envolvía el mío en mi cama y tenía todos los músculos sentidos que eran la prueba de lo bien que la habíamos pasado. El interior de mis muslos dolía como si hubiera hecho horas de ejercicio y otras partes... bueno, otras partes estaban igual de sensibles.
Sonreí al verlo dormido a mi lado, roncando suavecito con la boca entreabierta y miré por sobre su hombro la hora.
Mierda.
—Mierda, mierda, mierda. – repetí esta vez en voz alta, y lo sacudí desde el hombro para que se despertara. —Thiago, vamos a llegar tarde. – salté sobre su cuerpo y corrí al baño para encender la ducha.
—Noooo. – escuché que decía a mis espaldas, para reunirse conmigo y bañarnos a las apuradas.
Esa mañana no había habido juegos, ni distracciones bajo el agua. Nos habíamos enjabonado a toda velocidad y con el pelo casi chorreando, habíamos tomado unos bizcochos de la cocina para comer en el camino.
Thiago se había cargado las dos mochilas al hombro, mientras yo me prendía la camisa, todavía con los cordones desatados de las botas, rogando no pisar alguno y terminar de romperme la cara contra el suelo.
Imagínense en qué estado habíamos llegado.
Rojos como dos tomates por tanto correr, cabello húmedo, acomodándonos la ropa que nos habíamos puesto como habíamos podido, y para colmo tarde. Irrumpiendo en el salón donde todos nuestros compañeros en completo silencio nos miraron entre sorprendidos y divertidos.
¿Qué se hacía en un caso así? Bueno, había dos tipos de persona.
Estaba Thiago que se ponía todavía más colorado mientras contenía la risa y se apuraba en sacar el libro para sumarse a la clase...
Y después estaba yo, que los miraba a todos esperando que alguien me dijera algo camino a mi asiento, lista para levantarle el dedo medio a cualquiera que tuviera el coraje de hacerme burla.
El resto de la mañana transcurrió sin mucho sobresalto, y sacando el hecho de que no me había si quiera maquillado ni peinado, se puede decir que no estaba de tan mal humor.
Mi vecino, estaba enérgico y listo para su entrenamiento, en el que horas después, lo dio todo.
Para no romper con la cábala, lo había esperado fuera de los vestuarios y me alegró ver que lo llamaban a un costado para hablar con los mismos hombres que ya habían ido otra vez para verlos jugar. Todos sonreían, era una buena señal.
—Quieren que esté como titular en el partido del domingo para verme mejor. – me dijo apenas me vio, con una sonrisa de oreja a oreja. —Esas son las buenas noticias...
—¿Y las malas? – pregunté dejando que me tomara de la mano mientras salíamos de la cancha.
—Tengo que recibirme para diciembre sin llevarme ninguna materia. – se encogió preocupado. —Empezaría a concentrar apenas termináramos, no podría irme de viaje de egreso ni nada.
—A las materias las aprobas sin problemas. – dije, solucionándolo. —Y si no vas al viaje no te perdes de nada, en este colegio de mierda. – me encogí de hombros. —Yo no pienso ir.
—¿En serio? – preguntó más animado.
—En serio. – le aseguré. —Acá son pocos los que pueden irse a algún lado, nadie tiene plata.
Thiago asintió sorprendido.
—La Garibaldi les dijo que podían tomarme recuperatorios para levantar los promedios. – me comentó cuando llegábamos a la puerta.
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1 - Perdón por las mariposas
Novela JuvenilBianca tiene una vida difícil, de la que ya está aburrida. Cree en el amor, y le gustan los chicos malos que no siempre la trataron tan bien. Thiago es un chico de buena familia, clase media-alta, que vive para jugar al fútbol. Dulce, considerado y...