Capítulo 47

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Thiago tenía que haberse despertado hacía un buen rato, porque cuando pude abrir los ojos, él ya estaba casi sentado, acariciándome el cabello, pasándolo despacio entre sus dedos.

Me moví en su pecho porque la cama era pequeña y habíamos quedado un poco entumecidos, y me quedé por un instante con la nariz pegada a su cuello. Quería llenarme de su perfume. Quería oler a lo que olía su piel ahí, debajo de su mentón, toda su mandíbula y apenas debajo de sus orejas.

Pinchaba un poco, pero eso no me impidió ir dejando algunos besos perezosos, haciéndole cosquillas.

—¿Cómo estás? – preguntó cuando alcé la cabeza para mirarlo. Su cabello se veía alborotado y adorable.

—Mejor. – contesté con la voz ronca de recién levantada. —Como si hubiera dormido veinte horas.

—Fueron ocho. – se rio. —Es por los calmantes que te dieron para el dolor.

—Ah, sí. Los calmantes. – dije pensativa. —Son fuertes, muy fuertes. – agregué y me miró algo inquieto.

Sabía por qué me miraba así, y por si se lo están preguntando... Por supuesto que me acordaba de todo lo que habíamos hablado minutos antes de dormirme. Le había dicho que quería ser su novia, y no es que ahora más fresca no quisiera... Es que la manera en que se lo había dicho era por demás bochornosa.

—Fuertes pero te hicieron bien, descansaste. – dijo, evitando mi mirada. —Y bueno, nada... también estabas de muy buen humor anoche. Decías cosas...

—Espero que no haya dicho nada vergonzoso. – dije haciéndome la tonta, reprimiendo una sonrisa porque él no se animaba a decir nada... Y yo la estaba pasando genial torturándolo un poco.

—No, nada vergonzoso. Todo lo contrario. – contestó, nervioso. —Pero bueno, tampoco pasa nada si no te acordas. Es lógico... – soltó una risa incómoda y se acomodó en el lugar, como si tuviera hormigas en el...

—¿Dije algo importante? ¿Algo que tuviera que acordarme hoy? – pregunté, rascándome el mentón con maldad, mientras él no sabía ni dónde meterse.

—No. – negó, mirando hacia otro lado y sonreí porque este chico era tan perfecto que no podía mentir. No le salía. —Probablemente eran cosas que dijiste porque estabas drogada. – quiso quitarle importancia, encogiéndose de hombros.

No pude seguir resistiendo y empecé a reírme mientras me miraba sin entender.

—Thiago, me acuerdo de todo. – dije, poniendo los ojos en blanco. —Y aunque ese calmante es... mierda de la buena, tampoco estaba tan ida.

—Ahm. – dijo, mordiéndose los labios. —Entonces te acordas de todo.

—¿Estabas contando con que no me acordara? – bromeé y nos sonreímos.

—No, pero tampoco quería ilusionarme. – admitió, clavándome esos ojos azules ahora vulnerables y profundos que tenía. Ojos que me ponían el estómago de cabeza.

—No quiero que te ilusiones tanto, igual. – dije, asustada y me miró sin entender. —Tengo miedo de cagarla, esto del noviazgo es rarísimo para mí, no sé ni cómo hacerlo. Vos estuviste años en una relación... – agregué a las apuradas.

—Sí, pero no sentía ni la mitad de las cosas que siento ahora. – respondió. —También me da miedo, pero quiero intentarlo. – me tomó por las mejillas con cuidado y me miró con dulzura. —Dejame intentarlo.

—Si esto se va a la mierda, voy a ser la primera en decir "yo te lo dije." – advertí y se rio, negando con la cabeza.

—Y si esto sale bien ¿qué vas a hacer? – preguntó acercando su rostro más al mío, y tomándolo entre sus manos.

1 - Perdón por las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora