Como era de esperar, el resto del fin de semana no tuve ni noticias de Thiago.
Las veces que había mirado por la ventana, no había captado ningún movimiento en la casa vecina, así que al menos no me había mentido. La familia entera había partido a su día de campo con los abuelos de la cheta, y seguramente la estarían pasando bien como los estirados que eran...
Podía imaginármelos a la perfección. Montando a caballo, disfrutando de un almuerzo al aire libre, tal vez hasta tenían gente que les serviría té helado mientras ellos reían de manera acartonada y falsa.
¿La gente toma té helado de verdad? ¿Por qué? Es pis frío, y no admito discusiones.
Ofuscada como estaba, no había podido hacer mucho tampoco.
Me había quedado sola como de costumbre.
No tenía ganas de dibujar, de ir al parque, ni de reunirme con cualquiera de los idiotas de mi barrio. Todos a estas alturas se habían enterado de lo que había ocurrido con Marcos y no tenía ganas de hablar del tema.
Catalina estaría metida en algo raro, y aunque era extraño hasta para mí, no estaba de humor para emborracharme ni fumar.
Llamar a mi padre no era una opción, y quedarme mirando el celular a la espera de un mensaje del chico con el que salía, se me hacía demasiado patético.
Eran estos los momentos en los que me sentía más perdida. No me gustaba depender de nadie para hacer mi vida, y típicamente todos los que me rodeaban, tenían sus cosas y yo siempre terminaba por quedarme al margen. Odiaba que me pasara.
Odiaba que no me tuvieran en cuenta, pero odiaba aun más el hecho de que me importara.
Enojada conmigo misma, el domingo a la noche, había cargado con mi teléfono y auriculares para escuchar música, y me había metido a la escuela para distraerme.
El cielo estaba oscuro y desde la terraza se veían todas las calles bien iluminadas, con algunas personas paseando por ahí muy en la suya.
Sonaba How you remind me de Nickelback, porque era la canción que me gustaba escuchar cuando estaba algo nostálgica, y también porque así como estaba, no merecía escuchar algo mejor.
Música patética, para una situación patética como esta era.
Encendí un cigarrillo y cerré los ojos dejándome llevar por un segundo.
Por más que me costara admitirlo, estaba furiosa, y me estaban matando los celos.
Maldito Thiago y maldita cheta de mierda, que seguro a esta hora estaban rememorando anécdotas juntitos los dos, porque para colmo, tenía tanta mala suerte que ese fin de semana, había hecho un clima ideal. Y ahora era una noche preciosa...
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1 - Perdón por las mariposas
Novela JuvenilBianca tiene una vida difícil, de la que ya está aburrida. Cree en el amor, y le gustan los chicos malos que no siempre la trataron tan bien. Thiago es un chico de buena familia, clase media-alta, que vive para jugar al fútbol. Dulce, considerado y...