quatre

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N/a: he decidido cambiarle el apellido a Luke, así que ahora es Bellerose and There's nothing we can do about it.

Hellene ha despertado exactamente treinta minutos exactos antes de que la alarma que ha puesto el día anterior pueda siquiera pensar en sonar. Los nervios del su primer día de trabajo comienzan a manifestarse de manera excesiva, provocando en ella una euforia alucinante en donde literalmente no ha podido quedarse quieta un solo instante. Se siente hiperactiva a pesar de tener esta sensación nauseabunda en alguna parte de las entrañas, y de alguna forma se las ha ingeniado para no enfermarse al momento de tomar el desayuno.

Ha sido una comida algo ligera, porque probablemente es consciente de la cantidad de tensión que hay en su cuerpo y no quiere correr el riesgo de vomitar estando en el magnifico edificio de arte, delante del increíble Luke Bellerose. Si, Hellene sabe que algo como eso puede resultar en una completa catástrofe que termine con su inminente despido, así que simplemente se abstiene de cualquier cosa que pueda salir mal y se dedica a alistarse para poderse marchar.

Le toma varios minutos toda la rutina matutina, se asegura de tener en su bolso todo lo que necesita y se apresura al pequeño comedor del departamento para despedirse de su madre, quien se encuentra sentada en una de las sillas de la mesa mientras desayuna. Hellene se inclina sobre ella y le deja un beso en la cabeza.

—Ya me voy, mamá— Le avisa. — ¿Vas a estar bien mientras no estoy?

La anciana mujer sonríe suavemente y deja su taza de té sobre la superficie antes de mirarla.

—Por supuesto que sí, ma fille. No te preocupes por mí. ¿A qué hora regresas?

—Huh, no estoy segura, pero intentaré estar aquí antes de las seis o las siete.

—De acuerdo. Ten un buen día, cariño. Disfruta esta oportunidad, ¿sí?

A Hellene se le hincha el pecho ante los buenos deseos y le pide tantísimo al cielo porque así sea. Respira profundamente y le sonríe a su mama antes de dejarle un nuevo beso, esta vez en la mejilla.

—Lo haré. No olvides tomar tus medicamentos.

Se acomoda el bolso en el hombro mientras se endereza en su lugar y bajo las palabras de despedida de su madre, agarra sus llaves, el móvil y su paraguas, y sale de casa.

El camino a Art Deco se siente como un sueño, y en ningún instante Hellene es capaz de dejar aquella curva de labios que parece haberse quedado pintada en su rostro. La emoción y el nerviosismo es sumamente inminente y la única manera de concentrar aquellos sentimientos es sostenerse al mango del paraguas y respirar, profundo, hasta que los pulmones le piden que deje escapar el aire, hasta que no encuentra un ritmo estable y se empieza a sentir ligeramente sofocada.

Llega entonces al edificio, y no se lo cree todavía, pero está allí y ha conseguido el empleo, es suyo y de nadie más. Así que se dice a si misma que nada de esto es una fantasía y que debe entrar. Lo hace y se encamina hacia la recepción en donde se encuentra la misma chica de cabello rojizo intenso y una goma de mascar demasiado ruidosa dentro de la boca.

Hellene aprieta los labios en una sonrisa un poco incomoda, y la muchacha tan pronto la mira, empieza a hablar.

—Vous devez être Miss Hellene, n'est-ce pas? — Inquiere, con la voz algo amortiguada por culpa de la goma. Hellene asiente con poca firmeza. —Monsieur Bellerose vous attend au dernier étage pour commencer votre premier jour. Vous pouvez utiliser l'ascenseur qui se trouve là-bas. (Usted debe ser la Srta. Hellene, ¿verdad? El Sr. Bellerose le espera en el último piso para empezar su primer día. Puedes usar el ascensor de allí.)

Le señala el ascensor que se encuentra casi al final de la recepción. Hellene vuelve a mover la cabeza en un asentimiento.

—Merci. (Gracias)

Hellene suspira casi con cierta decepción y prácticamente arrastra los pies hacia el elevador, sintiéndose ahora lo bastante insegura y nerviosa como para que la mano le tiemble al momento de apretar el botón. Las puertas metálicas se abren de inmediato, y la muchacha entra con el estomago hecho un ocho increíblemente incómodo. Accede al interior del ascensor y presiona el botón del ultimo piso, el cual parece ser la terraza o algo similar.

A Hellene no le interesa demasiado, porque tal vez esta demasiado ocupada sintiendo como las tripas le dan varios tirones en el interior, haciéndola sentir hasta nauseabunda; decide ignorarlo, sacudiendo la cabeza mientras se dice que todo esta bien, que nada sucede, que la velocidad en los latidos de su corazón son simplemente los nervios y no porque se está sintiendo increíblemente enferma.

Prefiere enfocarse en la música que suena de fondo, es americana o algo por el estilo, y en cualquier instante a ella le habría parecido lo suficientemente pegajosa como para querer buscarla luego. Eventualmente llega al último piso, las entrañas vuelven a darle un tirón casi violento y las puertas se abren. Se aclara la garganta, la brisa le golpea el rostro y la luz del sol le hace cerrar los ojos por un segundo.

Le toma varios segundos el salir del ascensor cuando tiene las piernas demasiado temblorosas y la sensación de nauseas solo incrementa a medida en que empieza a dar pasos hacia adelante. La terraza luce preciosa aun cuando tiene los ojos entrecerrados, con ventanales abiertos que permiten que el viento circule y que varios pájaros también lo hagan. Es alucinante, y a Hellene le encantaría apreciarlo, pero entonces todo le da demasiadas vueltas al sentir que se encuentra muy arriba.

Y es que tiene esta especie de vértigo en donde no puede estar en ningún tipo de alturas porque empieza a sentirse justo así. La cabeza le pesa, el corazón le parece querer hacer un hoyo en el pecho y siente un sudor frio corriendo por su nuca que le hace saber que no se encuentra realmente bien.

Intenta aclararse la garganta, y lleva la mirada enfrente con la esperanza de encontrar al señor Bellerose. Y lo hace, está allí cerca de la barandilla que Hellene a esas alturas no consigue enfocar. El pintor se gira cuando parece darse cuenta de su presencia, y su sonrisa crece con la misma velocidad con la que disminuye al notar su estado.

Godiva— Llama, y lo último que Hellene logra ver antes de desmayarse, es como unos ojos azules como el cielo la observan con preocupación antes de correr hacia ella.

Gran manera de empezar el primer día.

Art Deco [#1] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora