La puerta se abre tan pronto como Hellene gira el picaporte, el sonido de unas pequeñas risas flota en el aire en conjunto a los chasquidos de los besos de un par de amantes que se tambalean mientras intentan no tropezar con nada en el camino sin la necesidad de abandonar sus bocas. Luego de haber corrido un poco más para evitar ser atrapados por los vigilantes de seguridad del museo, ellos han decidido regresar a casa todavía con los cuerpos cosquilleando por la adrenalina, con los corazones latiendo en euforia por la emoción del momento.
Es la primera vez que forma parte de un suceso excitante tras la muerte de su madre, y lo cierto es que está contenta de haberla compartido con el pintor, porque todo ha sido demasiado triste últimamente y las cosas son tan grises siempre que Hellene agradece infinitamente que Luke estuviera ahí para ella, que la esté apoyando en estos tiempos difíciles y le hubiese brindado todas estas nuevas emociones que han estado careciendo en su sistema.
Y lo adora tanto por ello, lo quiere tantísimo que el sentimiento no le cabe en el pecho y siente que puede explotar en cualquier instante.
El artista patea suavemente la puerta para cerrarla, y Hellene le repasa los hombros hasta abrazarse a su cuello con cariño. El rubio dirige sus grandes manos directo hacia la zona de sus caderas, y por primera vez se maneja a sí misma la cabeza para no tener estos pensamientos de incomodidad porque en serio, de verdad, sólo quiere un poco de tranquilidad ahora mismo.
Se apoya contra su pecho levemente, llenándose los pulmones de aire tan sólo para aspirar el aroma de su colonia y de aquel dulzor que emana de él. Es capaz de escuchar los latidos de su corazón y se siente impresionante llena cuando el señor Bellerose le aprieta los brazos alrededor tan sólo un poco más, más cerca, más fuerte, siempre intentando darle aquella sensación de seguridad que de alguna forma le hace falta constantemente.
—No sabes cuánto espero con ansias a que sea sábado ya, Godiva— Murmura Luke con una pequeña sonrisa esperanzada en sus labios, bajando la cabeza para hundir la nariz entre los mechones rizados de la morena. —Vivirás conmigo, ya no serán mañanas cotidianas en mi enorme cama, ni desayunos preparados en una cocina relativamente vacía. Ahora seremos tú y yo, Godiva. Tú y yo.
Un suave suspiro escapa de sus fosas nasales al escucharlo decir aquello, porque la manera en la que lo dice suena tan soñadora, tan encantadora que casi parece una de esas ideas surrealistas que Hellene no puede creer que realmente va a suceder.
—Yo también estoy emocionada— Confiesa y se aparta de su pecho para poder mirarlo a aquellos orbes celestiales. —Muchísimas gracias por dejarme conservar algunas cosas, eres tan bueno conmigo que aún no me lo creo.
Una enorme y brillante sonrisa acompañada de un ligero ronroneo se deslizan por los labios del pintor, quien contento por las palabras de su amante no puede evitar atrapar sus labios en un profundo beso, uno en donde sus lenguas se encuentran en una danza exquisita en donde la sincronía y el cariño son lo único que los guía.
Sus piernas se mueven por sí solas en dirección al pasillo, sus cuerpos nuevamente se balancean por el lugar hasta llegar a una habitación prácticamente vacía por todo el proceso de mudanza y quizás hay una diminuta alegría con respecto al hecho de que aún no han desarmado la cama.
Una suave risa hace temblar los hombros de la muchacha cuando su cuerpo rebota contra el colchón, atrapa su labio inferior para ocultar el silencioso jadeo que retumba en su garganta cuando él se inclina una vez más hacia ella para volver a besarla.
Por obra del cielo, aquellas caricias bucales pasan a la tierna curva de su cuello, y la linda y coqueta blusa que la morena lleva en su torso queda en el olvido gracias al artista.
Sus largos dedos se deslizan por el contorno de sus caderas y cintura, deleitándose con el relieve que los conecta, llenándose los oídos con los encantadores jadeos que suelta la muchacha ante su tacto, siempre tan receptiva, siempre recibiendo todo de él con los vellos de punta y el corazón a millón. Se siente orgulloso de ser el único causante de su calor y alteración, su pecho vibra en prepotencia cuando la ve cerrar los ojos, disfrutando de su tacto tanto como él disfruta de ella y su presencia.
Las palmas le cosquillean de manera incesante, su necesidad por sentir a su amante se hace abundante y por un segundo se espanta de la sensación tan abrumadora que conforma la realidad de necesitar a Hellene, no sólo de una forma sexual, ni profesional, sino más bien cotidiana, en su vida constante, en el ahora y en el futuro, quizás para una eternidad y si cuenta con la suficiente suerte puede recibir unos cuantos infinitos más.
Quien sabe.
Pero de lo único que sí es consciente es que la necesita, y anhela hacerla sentir en el cielo
Sus manos sintieron un cosquilleo incesante, su necesidad por tocar a su amante se hizo inmensa, tanto que al mismísimo pintor le asustó, necesitaba a Hellene, no sólo de manera sexual, ni profesional, la necesitaba en su vida, en el ahora y en el futuro, quizás para una eternidad y si tenía suerte para unas cuantas más, pero la necesitaba, y necesitaba hacerla sentir en el cielo.
Suavemente y repartiendo todavía aquellos besos húmedos de aquí para allá, cosa que para su agraciada sorpresa Hellene le permite, el pintor se va arrastrando hacia abajo por el sendero de su abdomen relleno, hasta llegar a su pelvis y deshacerse de sus pantalones, llevándose consigo su ropa interior. Se relame los labios ante la vista que recibe y no se tarda ni un segundo más en inclinarse sobre sus piernas y degustar la delicia de su alma ardiente.
Su boca hormiguea ante el contacto de la suave piel morena, con la leve humedad que empieza a crecer bajo su músculo bucal con esmero. Sus tímpanos se llenan de aquellos jadeos que empiezan a resonar en la habitación, y un pequeño eco retumba en el gemido que Hellene deja escapar, y Luke se deleita mientras escucha atentamente a su amante y disfruta de su belleza eterna.
Se coloca en una posición más cómoda, sosteniendo sus muslos para mantenerla estable, una de sus manos descansa sobre su pelvis y la otra en el inicio de su trasero, hundiendo los dedos con más fuerza de la que es necesaria, queriendo dejarle tatuado su tacto en el espíritu. Su lengua empieza una danza ávida sobre su piel sensible, insistente en aquel punto frágil que conoce perfectamente y procurando darle la debida atención.
La habitación se llene de las melodías de su amante cuando el señor Bellerose decide tomarla toda en su cavidad, sus labios en contacto con aquella zona tan íntima mientras la sujeta con firmeza para que no pueda apartarse cuando los espasmos y las corrientes placenteras la sacuden en una mezcla con sus gimoteos sofocados. Lame el contorno de sus labios privados, saboreando los fluidos de aquella fruta que le ha sido concedida para degustar y tragándose la complacencia que le brinda sin siquiera esperar nada a cambio.
Una sonrisa se escurre por sus labios al mismo tiempo en el que Hellene encuentra la mano en su vientre y la aprieta con un gemido ahogado, entrelaza sus dedos y se afianza a él como si estuviera a punto de caer en el abismo del placer.
Es esa combinación entre lo dulce y lo amargo, agradable hasta el punto de causarle esta sensación de seguidilla que no le permite apartarse por nada del mundo, y es probablemente la primera vez que el señor Bellerose no quiere salir del interior de las piernas de su amante, porque de alguna forma lo único que anhela es permanecer allí y continuar ocasionándole estos temblores y tensiones gloriosas, verla arquear la espalda y cerrar los ojos con fuerza, apreciar cómo respira sofocadamente mientras se consume en el lívido y él recibe el néctar adictivo de su lujuria.
Casi cegado, se sorprende cuando Hellene traza este repentino movimiento circular con las caderas, restregándose contra su lengua con profundidad bien intencionada, excitándolo hasta el punto en el que llega a tener la creencia de que en cualquier momento sus pantalones van a reventar por la presión que su propia intimidad ejerce en contra de la tela.
Sabe que ella no lo hace a propósito, que no se ofrece ante él por nada más que la sencilla razón de que se encuentra perdida entre sus brazos mientras su cuerpo arde en las llamas de la pasión, y quién ha de ser él para evitar que ambos se convirtieran en un fénix para volver a renacer de las cenizas de sus placeres.
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Art Deco [#1] | ✓
Fanfic"Abre las piernas y déjame ver tu belleza" Bienvenida a Art Deco. ¿Te gustaría un café, un té, un beso? No importa, ponte cómoda, deja que te pinte, tengo diferentes brochas para pasar por el lienzo que es tu piel; tengo gruesas, finas, mis labios. ...