vingt et un

876 91 60
                                    

Hellene abre la puerta de su departamento lo más rápido que puede y se quita los zapatos empapados en la entrada para no ensuciar el suelo. Cierra de un fuerte portazo y un sollozo se le sale desde lo más profundo del alma cuando se da cuenta de que por fin ha llegado a la seguridad de su hogar.

Ha sido el viaje de regreso más horrible de toda su vida, está empapada, su bolso de seguro se ha arruinado, y tiene la sensación de que se está ahogando en sus propias lágrimas.

Se las ingenia para contener un hipido repentino y camina directo hacia su habitación, pasando junto a la cocina, en donde su madre se encuentra preparándose una taza de té y la ve en aquel estado.

La anciana mujer sale del espacio y arruga las cejas en confusión justo antes de que Hellene se encierre en su cuarto. La morena se quita la ropa empapada y la deja en el suelo para lidiar con ella después de que se dé una ducha caliente que logre quitarle el frío que siente en los huesos.

Espera que suceda, porque la sensación de estar congelándose solo la quebranta un poco más, tanto que ni siquiera sabe cómo es que sigue de pie.

Se abraza a sí misma al mismo tiempo en el que su madre toca la puerta, y entra segundos antes de que Hellene pueda escabullirse en el baño.

—Ma fille— Jadea al verla completamente. Hellene tiembla en esos instante. —Pero, ¿qué te ha pasado? (Mi hija)

Hellene sacude la cabeza y se sorbe la nariz sintiéndose pesada.

—Me he olvidado el paraguas aquí y está lloviendo con furia. Me iré duchar, ¿de acuerdo? Hablamos ahora.

Y eso es suficiente para terminar de encerrarse en el cuarto de baño, y llorar, hacerlo hasta que se siente marchita y seca y no le queda absolutamente más nada por hacer. Se baña entre lágrimas perdidas y frustración, entre recuerdos que la torturan y el pensamiento de no ser buena en ni un solo aspecto, hasta el punto en que ningún hombre parece querer quedarse con ella por una sola vez.

Sabe que está siendo patética, que el llorar por un sujeto no tiene el menor de los sentidos y que ni siquiera se lo merece, pero Hellene sabe completamente que la razón por la que llora es por sí misma, por los sentimientos tan horribles que se le han quedado, por lo ilusa que ha sido al creer cosas que ni siquiera han sido una realidad.

Ha quedado cegada y ha sido su culpa.

Termina de ducharse, le duele el pecho y la cabeza, y lo único que desea ahora es meterse entre sus sábanas y dormir el resto del día para olvidar lo que ha sucedido con ella.

Sale del baño cubierta por la toalla más gruesa que tiene, y no se detiene aun cuando de soslayo se da cuenta de que su mamá está sentada en la orilla de su cama esperando por ella. Hellene respira y se acerca al gavetero para buscar ropa seca y limpia.

Se viste en silencio y por debajo de la toalla, se la saca de encima y regresa al cuarto de baño para tenderla. Regresa al cuarto con un nuevo suspiro y por fin se acerca al colchón con los ánimos por el suelo.

—Hellene— Su madre la llama, y eso es suficiente para que se quiebre una vez más y se ponga a llorar.

Se mete entre las sábanas cuando se siente friolenta todavía y su madre se arrastra sobre la colcha para quedar más cerca de ella.

—¿Qué ha sucedido, fille?— Cuestiona con calma, porque Hellene tiene los rastros de lágrimas impresas en la cara y porque luce terrible.

Se sorbe la nariz y menea la cabeza sintiendo una leve punzada en las sienes. Se imagina que se debe a las horas de llanto.

Art Deco [#1] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora