quarante

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Hellene sonríe con suavidad vergonzosa mientras divisa a su madre para en la puerta de la habitación a través del espejo en lo que se termina de vestir. Resulta que tiene una cita con el señor Bellerose, quien ha hecho énfasis acerca de cuán importante la velada es porque se trata de su segunda cita formal, sin contar los sucesos en el museo de Picasso.

Sería una mentira el decir que no se encuentra nerviosa, lo cierto es que está en este estado de leve pánico en el que le laten las manos y tiene estos cólicos espantosos en el estómago que no la dejan respirar y que le echan en cara lo afectada que se encuentra por la situación, y es un espanto, completamente, sobre todo porque cree que a estas alturas ya debería de estar acostumbrada y familiarizada con la presencia del pintor, cosa que definitivamente resulta no estar.

—Luces tan hermosa— Elogia su madre desde su lugar, con una sonrisa enorme en sus labios. —Te ves tan feliz, chèrie. No tienes idea de lo orgullosa que estoy de ti.

La morena se gira al escucharla decir aquello, y el brillo que aprecia en los ojos de la anciana provocan que Hellene sepa que sus palabras son verdaderas, completamente sinceras. Es posible que los ojos se le llenan de unas lágrimas que no se permite dejar caer para no arruinar el poco maquillaje que le ha dedicado a sus ojos, y agradece al cielo con todas sus fuerzas por tener una madre tan buena, amorosa, que la adora por quién por encima de todas las cosas.

No duda en acercarse a ella y la envuelve entre sus brazos mientras el silencio cariñoso las envuelven. Sin embargo, Hellene se aparta cuando la mujer recibe este repentino ataque de tos.

La muchacha arruga las cejas al escuchar el grosor de su pecho y le frota la espalda con la esperanza de que se calme, sintiendo la angustia creciendo en sus entrañas a medida en que su madre va respirando y recobrando la postura.

—¿Tomaste tus medicinas?— Cuestiona, la consternación trasluce en su tono de voz y ella se da cuenta.

La anciana asiente con suavidad, subiendo una de las manos para llevarla hacia el rostro de su hija. Hellene suspira con pesar, sabiendo lo enferma que se encuentra su madre, pensando en que quizás no sea una buena idea que la deje sola en esa noche.

—Por supuesto que sí, cariño. A la misma hora de siempre, no lo he olvidado— Comenta con sencillez, con tanta plenitud que ni siquiera parece que hubiera sido afectada por la tos. —Puedes quedarte tranquila, que no pasa nada.

—¿Estas segura?— Insiste Hellene sin duda alguna. —Puedo llamar a Luke y decirle que podemos salir otro día. No quisiera dejarte sola con ese pecho.

La madre de Hellene abre la boca para quejarse, pero en ese mismo instante resuena el timbre del departamento. El señor Bellerose ha llegado y Hellene se llena los pulmones de aire cuando la angustia sigue presente y en abundancia.

—Nada de eso, fille. Anda, diviértete mucho y sé feliz, querida mía— Le acuna las mejillas en un solo movimiento y le deja este beso en la frente que provoca que a Hellene se le cierren los ojos. La ternura de su madre es exquisita y le llena el alma, y se siente como una niña pequeña siendo mimada de aquella manera. —Te quiero tanto.

—Yo te quiero mucho más, mamá— Confiesa sin dificultad.

Y eso es todo para despedirse de ella, dejándole de recordatorio que no se vaya a dormir demasiado tarde porque al día siguiente debe consumir sus medicamentos a la hora establecida. Hellene recorre el pequeño espacio de la sala y llega hacia la puerta sin más preámbulos, la abre en un segundo y un jadeo se forma en su garganta cuando se encuentra con un ramo de tulipanes azules, preciosos.

—Mon Dieu— Murmura el pintor, mirando a Hellene de arriba a abajo, soltando el aliento por la boca y sosteniendo con una mano las flores porque se coloca la otra en el pecho con impresión. —Godiva mía, estás preciosa. (Dios mío)

El cumplido provoca un temblor en las entrañas de la morena, quien se muerde un poco el labio inferior y hace todo lo posible por mantenerse cuerda aun cuando parece bastante imposible teniendo en consideración lo terriblemente guapo que luce el pintor ahora mismo. Esta divino, con una camisa roja vino de terciopelo con los primeros botones abiertos, que dejan al aire su pecho, unos pantalones negros, con los ojos increíblemente azules brillando sin cesar y el cabello dorado cayendo con gracia y un encanto que puede ser incluso un tanto surrealista.

Podría quedarse mirándolo por horas y nada más, pero su ensoñación se ve interrumpida cuando el pintor sonríe hacia ella, da un paso hacia adelante, le cuela la mano por la cintura y la atrae a su pecho al mismo tiempo en que atrapa sus labios en un beso, teniendo cuidado de no aplastar las flores pero siendo firme con su tacto, provocando que Hellene tiemble entre sus labios y se sostenga a él mientras lo besa con fervor, con adoración, de la misma manera en la que el artista lo hace sin duda alguna.

Se apartan por un instante, y Hellene aprovecha la pausa para quitarle las flores e ir rápidamente a colocarlas en un jarrón vacío con agua para mantenerlas durante los días que logren aguantar. Regresa a la entrada en un santiamén, se gana un nuevo beso aleatorio por parte del rubio y ambos salen del departamento para partir. Bajan las escaleras con sencillez, se montan en el coche de Luke con un chofer designado y recorren el camino hacia el Thoumieux.

Resulta ser callado cuando ninguno de los dos parece necesitar hablar, pero eso no parece ser un gran problema cuando mantienen sus manos entrelazadas y se dan estas miradas que sirven como seguro para saber que todo se encuentra bien entre ellos, y eso es más que suficiente. En algún instante consiguen llegar al restaurante, el señor Bellerose resulta ser reconocido por varias personas que se acercan para elogiar sus pinturas y a pedir autógrafos sin sentido como si fuese una estrella de cine o de la música.

A Hellene casi le llega a hacer gracia, y agradece inmensamente no ser el centro de atención mientras observa cómo el rostro de su amante se ilumina ante la alegría que le provoca el ser admirado. Es un poco inspirador incluso, sin embargo, y a medida en que más personas se van acercando, y entre ellos mujeres extravagantes y con apariencias completamente superiores a la de Hellene, la morena no puede evitar empezar a sentirse bastante mal.

No es justo por parte de su inseguridad, pero aquellos vestidos escotados y labios pintados y hombres grandes e intimidantes la hacen sentir diminuta, pequeñísima incluso, y a ella realmente le toma todo la fuerza del mundo el no dejarse afectar demasiado por ello aun cuando ya tiene un nudo en la boca del estómago que le provoca malestar.

Prefiere centrarse en la mano que el grandioso y magnífico señor Bellerose mantiene sobre la suya por encima de la mesa, acariciando con el pulgar el dorso con cariño extremo en las ocasiones más oportunas, y aquello le sirve de consuelo, el gesto calma casi por completo el corazón aturdido de Hellene, sobre todo cuando el artista le toca el anillo de vez en cuando, como para recordarle que están allí con una promesa, con un sentimiento mutuo.

A Hellene eventualmente deja de importarle cualquier persona que no sea el señor Bellerose, y en algún momento todos consiguen dejarlos solos para disfrutar de la deliciosa cena que han ordenado.

—¿Te gusta?— Cuestiona el pintor de repente dándole también un bocado a la pasta blanca de nombre que Hellene no ha conseguido identificar porque ha estado ocupada perdiéndose en la sonrisa de su amante. Termina asintiendo suavemente, el artista inclina la cabeza hacia ella. —Puedes comer todo lo que gustes, Godiva. Estamos celebrando y sobre todo, cuida que esa mentecita tuya no te enferme.

—¿Y qué estamos celebrando?— Pregunta frunciendo las cejas suavemente con una pequeña sonrisa que sirve para su confusión sincera

El señor Bellerose le sonríe ampliamente entonces, y con gesto encantador, amoroso e incluso educado, le sostiene la mano, se la lleva a los labios y le deja un beso en el dorso, tardando más segundos en despegar la boca de los que son necesarios.

—Estamos celebrando el tú y yo, amor mío.

Y en definitiva, Luke Bellerose es un francés auténtico, amante del arte de los amantes, con gestos cariñosos y encantadores. Hellene no puede pedir más porque él ciertamente lo tiene todo.

Art Deco [#1] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora