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Es un nuevo día, la brisa sopla las calles casi con fuerza cuando la época del otoño temprano se acerca y Hellene traga saliva de manera nerviosa justo antes de entrar al estudio del segundo piso.

No se siente de esa forma porque espera la repentina aparición de Lis mantienen relaciones con su novio Liam en pleno escritorio de madera como si fuese el lugar más adecuado para algo como eso, sino porque ahora qué sabe que está soltera ya no tendrá una verdadera excusa para negarse a sucumbir a cierto jefe que no ha podido sacarse de la cabeza desde nunca.

Honestamente, no ha querido tener un pretexto desde el principio, y quizás es consciente de que pudo haber acabado su relación con Ashton desde el primer instante que compartió intimidad con el señor Bellerose. Pudo incluso haberle permitido besarla ese día, dejarle hacer lo que quisiera con ella porque se encuentra bajo el hechizo de aquellos ojos azules.

Sin embargo, aquella parte moral en su interior que no se marchita con nada es lo que la ha detenido de cualquier cosa, y ahora que ya no tiene que preocuparse por eso, porque Ashton ya no está, Hellene sabe que tiene importantes decisiones que tomar.

La primera será contarle a Luke su nuevo estado romántico, y luego de ahí averiguará lo que tiene que suceder.

Se llena los pulmones de aire, sostiene su paraguas con una mano y con la otra gira el manubrio de la puerta. La abre y encuentra a su jefe sentado en el mueble de cuero, con un libro en una mano y un cigarrillo en la otra.

Su concentración se ve interrumpida tan pronto nota su presencia, y Hellene lo ve sonreír ampliamente en cuanto sus orbes celestiales se posan sobre ella. Marca la página del libro para retomarlo en cualquier otro instante, y se inclina hacia la mesita de centro para aplastar el extremo del cigarro contra un recipiente de cristal lleno de cenizas.

Se pone de pie con parsimonia y camina hacia Hellene. La mira por unos segundos, como si intentara escanear el gesto que se refleja en sus ojos oscuros. Y quizás él puede admitir que le gusta eso, el verla, porque piensa que Hellene es el ejemplo más certero de que los ojos son las ventanas del alma, y él disfruta ser el único que realmente puede verla de esa manera.

Se relame los labios sin dejar de mirarla, y ladea la cabeza con ligereza.

—Algo te aflige, Godiva— Dice con obviedad, como si ya supiera cual es el problema. Hellene alza las cejas en su dirección. —Espero que no haya pasado nada grave.

Se inclina hacia ella con casualidad, y hace esto de plantarle un beso en la esquina de la boca que la deja sin aliento y tiene que jadear.

El señor Bellerose sonríe.

—¿Te gustaría contarme?— Cuestiona.

Hellene asiente sin dejar de mirarlo.

—Sí, es... No es nada en especial— Empieza a decir. Juega con el mango del paraguas entre sus manos y Luke baja la vista brevemente. —Ayer Ashton y yo terminamos con nuestra relación.

Bien.

Listo.

Lo ha dicho.

Y se encoge de hombros para restarle importancia, pero la verdad es que se siente orgullosa de sí misma por todavía seguir de pie aun cuando su jefe la observa de manera tan intensa, como si estuviese tratando de averiguar algo de lo que ni ella misma tiene idea.

Para Hellene es un poco obvia la forma en la que el señor Bellerose trata de ocultar la sonrisa que quiere tirar de sus labios.

—¿Ah sí?— Inquiere. —¿Y eso por qué ha pasado?

Art Deco [#1] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora