"Hay cierto placer en bailar descalzo al borde del precipicio que solo el condenado conoce"
Algunos nadan en llamas y otros se queman con gotas de agua.
Nanami y Enji iban a descubrir eso del modo difícil, dos seres completamente opuestos que aparen...
Dos meses habían pasado y Enji le había dado su espacio tal y como ella lo había pedido, estaba enormemente arrepentida de haber hecho aquel estupido berrinche, debió escuchar lo que el tenía que decir pero ya era muy tarde.
Ese día Nanami decidió que rompería la dieta que había empezado hacía dos días, compraría comida chatarra y se quitaría ese antojo que la estaba matando.
Llegó y tomó asiento, quería comer ahí para no tener evidencia del crimen en su apartamento. Pidió y esperaba que su hamburguesa estuviese lista mientras revisaba sus redes sociales hasta que unas voces la distrajeron.
Los Todoroki habían entrado al lugar y el corazón de la rubia se detuvo por un instante, sus manos sudaban y sentía que su estómago se encogió, ya no tenía nada de hambre por solo ver a Enji ahí, con Natsuo de manos y a Shouto subido en sus hombros.
El no voltearía, pediría comida para llevar y regresaría a su casa con sus adorables hijos sin dirigirle la palabra, eso era lo que debía pasar, pero el destino o quizás la calamidad había hecho que Enji girara y tuviese la maravillosa idea de mirar detrás de el.
Shoto la vio y su sonrisa se hizo presente. El pequeño obligó a su padre a colocarlo en el suelo y corrió a la rubia.
- Na-Chan, te extraño tanto. - dijo el pequeño de cabello bicolor con los ojos algo llorosos frente a ella, la Yagi se arrodilló frente a el, lo acuñó en sus brazos y acarició su cabello.
- Te he extrañado también. - le dijo con los ojos fijos en Enji que estaba frente a ella, por su parte el sintió un escalofrío con eso.
- No vuelvas a irte, por favor.
- Lo prometo. - dijo con una sonrisa, vio la cicatriz que ahora poseía por su progenitora y deseó regresar el tiempo y golpearla cuando tuvo la oportunidad.
Se llenaba de ira solo al pensar en la locura extrema que ella tenía en su cabeza como para querer hacerle daño a su hijo solo por parecerse a su padre.
Miró a Enji.
- Hola. - dijo el, su voz tan gruesa como la recordaba le daba una calidez enorme.
- Hola. - contestó sin cruzas su mirada con el, Nanami estaba demasiado avergonzada por ese comportamiento tan patético e infantil que tuvo aquel día y no dejaba de tener pesadillas con eso desde que ocurrió.
-Papá, pedimos para comer aqui y así comemos con Nana, ¿esta bien? - Pregunto Touya y de inmediato Nanami supo que el que estuviesen ahí no era coincidencia, esos lo había planeado en totalidad.
Enji la miró como si le pidiera permiso y ella asintió, aunque jamás lo admitiría estaba encantada de verlos de nuevo ya que por desgracia no se los había cruzado a ninguno de ellos. Los niños estaban en sus mundos esperando la comida rápida y ellos sumergidos en sus teléfonos fingiendo no hacerle caso al otro, pero de vez en cuando cruzaban sus miradas.
La comida llegó y los niños la engulleron para ir al área de juego, mientras que Touya y Fuyumi los dejaron solos por pura picardía y el incómodo silencio seguía reinando ahí.
- Hey. - susurro ella con la mirada gacha. Harta de ese maldito silencio.
- ¿Como has estado? - preguntó el de cabello rojo.
- Normal, ¿tu qué tal?
- Soportando el dolor de no tenerte. - respondió como si fuese lo más obvio, Nanami siento que su corazón se detenía por un micro segundo y simplemente no sabía si golpearlo o besarlo por su sinceridad.
Tomo la mano de Enji y le dolía, el estaba conteniéndose por no incendiar el lugar y su piel literalmente quemaba.
- Lo siento. - murmuró ella, aquellos ojos turquesa la miraron con tristeza. - lamentó mucho haber sido una niña inmadura.
- ¿Ya no lo eres?
- Sigo siéndolo, pero intentó mejorar.
Enji sonrió y Nanami quería soltarlo, le quemaba el tacto y el no lo sabía, pero ella prefería mil veces el dolor de esa quemadura que el dolor por lo tenerlo. Aquel tiempo en el que no estuvo con Enji se dio cuenta que realmente lo amaba y daría su vida entera para nunca más volver a perderlo.
- niña tonta.
- Viejo estupido.
- Sigo amándote. - dijo el aun con esa sinceridad que no hacía más que incomodarla.
- Yo igual.
- Creí que no estabas loca
- Enji, todas estamos locas... solo consigue una loca que te haga feliz
- tú me haces feliz.
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