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No podría asegurar a ciencia cierta en qué momento fue que la fascinación por aniquilar a aquellas criaturas había comenzado a crecer en su interior. Solo sabía que no había nada más que le causaras tanto placer como el verlas arder mientras él sostenía frente a ellas una antorcha.

Su "oficio" de cazador de brujas había empezado siendo él muy joven; y a pesar de que era todavía un novato se sentía bien al matarlas; era algo que llevaba en la sangre. Según su padre.

De todos modos, sin importar cuántas brujas o brujos matara eso no la haría regresar y él estaba conciente de aquello. Y quizás por aquel motivo era que las mataba con más ímpetu. Recordarla le hacía notar que no podría dejar aquel trabajo mientras hubiera una bruja viva.

Con 26 años recién cumplidos no había podido recibir un mejor regalo de su superior que el saber que la bruja que llevaba cazando por más de diez pronto entablaria comunicación con la bruja de apellido Kim.
A pesar de que la bruja Madre llegaría a aquel remoto pueblo, su atención no se centraba en ella, sino en su segunda al mando. Era su oportunidad perfecta para dar con el paradero de Kim.

Odiaba con toda su alma a aquella bruja. Y si tuviera la oportunidad de asesinarla, lo haría de forma lenta y tortuosa para infringirle el máximo sufrimiento posible. Ella se lo merecería. Después de todo, de no haber sido por su culpa quizás la hubiese podido salvar.

Dejó su odio y sus recuerdos de lado y acomodó la corbata en su cuello. Debía de lucir elegante y sereno para ir con su hermana.
Hacía bastante tiempo que no se tomaba un tiempo y la visitaba.
Aquella vez sería diferente, le daría una gran sorpresa.

Tomó el gran ramo de flores violáceas que reposaba sobre su mesa en la sala y guardó en el bolsillo de su traje una pequeña carta.
Se acomodó el cabello, los lentes y tomó las llaves de su casa.
El camino no sería largo así que si caminaba disfrutaría también de la cálida brisa de primavera.
Primavera; la estación favorita de su dulce hermana Jung Jiwoo.

La extrañaba horrores. Era difícil estar sin ella, pero le agradaban aquellas pequeñas y cortas visitas. Y estaba seguro que a ella también le agradaban.
Soltó un largo suspiro y observó nuevamente el ramo de flores en su mano, no las podía arruinar; eran sus favoritas y si perdían aunque fuese un pétalo ella lo notaría.
Aunque no le diría nada, no hacía falta, él sabría que se enojaría si aquello sucedía.

Comenzó a caminar de manera lenta y tranquila; no llegaría sudado a encontrarse con su hermanita menor, claro que no haría eso.
Prefería tardar, pero llegar en fin.

Observó como varios niños jugaban en las calles del pueblo. Algunos bastantes pequeños y otros un poco ya grandes para andar jugando a las escondidas.
¿Pero quién era él para juzgar a aquellos niños? Exacto. Nadie.
Porque estaba seguro de que sí su hermana hubiese estado allí con él, lo hubiese arrastrado a jugar con ella, sin importarle su edad.

Uno de los niños a los cuales observaba tan detenidamente le llamó completamente su atención.
Se encontraba apartado de todos los demás y no parecía un niño.
Mirándolo bien era un adolescente. Y al parecer esperaba que sus "amigos"; porque eso parecían ser; terminarán lo que sea que estuvieran haciendo.
Lo que más llamó su atención fue su aspecto.

Era de contextura delgada y bastante alto; un poco más que él; su cabello de color rojo sangre y su piel blanca como la porcelana le daba porte de una muñeca delicadamente cuidada. Estaba tan perdido con la belleza de aquel joven que no se dió cuenta cuantos pasos había dado. Estaba parado frente a aquel adolescente.
Unos ojos rojos se posaron sobre los suyos y un escalofrío recorrió su espalda. Aquel joven era endiabladamente hermoso.
Unos labios del mismo color que sus cabellos y ojos se curvaron en una extraña sonrisa que le heló la sangre.
Pero para su sorpresa aquella sensación no era de miedo, no podría describirla en aquellos momentos.

El joven continuaba mirándolo mientras él continuaba apretando el ramo en su mano.

Entonces su corazón se sobresaltó. La voz del adolescente llegó hasta sus oídos.

- ¿Necesita ayuda con algo señor? - preguntó suavemente con voz grave, pero extrañamente dulce.

- Ah - pronunció girando ligeramente su cabeza hacia la izquierda, era algo muy común en él.

- Me preguntaba si necesitaba ayuda con algo - repitió el joven sin mover ni un solo músculo - porque si es así yo puedo ayudarlo - continuó y su sonrisa se ensanchó.

Se golpeó mentalmente por ser tan descuidado y mostrarse tan amable frente a aquel joven.
Retomó su postura seria y recordó cuál era su primer propósito.

- Lamento si lo incomode joven - habló con notable seriedad y observó las flores - tenga - continuó mientras sacaba una del montón y la colocaba frente a la cara del muchacho - aceptela como una disculpa - finalizó mientras se apartaba y continuaba su camino.

Escuchó un "gracias" como susurró en el viento y volteó para observar al muchacho una vez más.
Aún seguía allí, como si intentará decirle algo con la mirada. Algo que claramente él no lograba entender.

Quitó todos los pensamientos de su cabeza y continuó su camino.
Definitivamente llegaría tarde a ver a su hermana.

Al llegar comenzó su típica rutina de contar hasta el veinte; al llegar al dieciséis se detuvo y sus ojos se cristalizaron.
Estaba tal cuál él la había dejado hacía tres meses.
Sus piernas flaquearon y cayó de rodillas frente a aquella lápida grisácea. Consumido por el dolor dejó que las lágrimas resbalaran por sus mejillas mientras colocaba una mano sobre aquellas frías letras.

- «Jung Jiwoo. Amada hija y hermana. Descansa junto a tu madre y encuentra la paz que mereces» - leyó entre llantos.

Su corazón dolía en demasía.

Realmente le haría pagar a aquella bruja, el haberle arrebatado la vida a su amada hermana.

Secó sus lágrimas con el pañuelo que descansaba en el bolsillo superior de su traje y colocó sobre la tumba el ramo de flores y la tarjeta que guardaba en su bolsillo.

- Lamento haber llegado tarde hermanita - se disculpó limpiando el lugar donde descansaría el ramo de flores - pero para compensar mí falta contigo te he traído el ramo de flores qué tanto te gustan - continuó mientras contaba las flores - esta vez hay una menos ya que tuve entregar una a un joven en modo de disculpa.

Por primera en muchos años su rostro se ruborizó al recordar a alguien.
El recuerdo de aquel joven lo había echo sonrojar.

- Como ya sabes vengo a disculparme por no haberte podido visitar durante estos últimos meses - continuó hablando sentándose en el suelo sin importarle si ensuciaba su pantalón - pero te hará feliz saber que he dado con la pista de dónde se encuentra la infeliz que se atrevió a quitarte la vida - sus manos se cerraron formando dos grandes puños y luego de respirar profundo las abrió para pasar una por sus cabellos - y como te juré antes de que dieras tu última respiración, la encontraré y la mataré - añadió colocando su mano derecha sobre la lápida de su hermana - así será.

Tres jóvenes observaban aquella escena. Dos con expresiones burlonas y uno con admiración.

Y nuevamente tenía en su corazón el anhelo por volverse humano.
Deseaba ser amado de aquella manera.
Aunque no la entendiera del todo.

Cacería De Brujas [HopeV] ✧\(>o<)ノ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora