32. Amortentia

413 27 10
                                    


Maratón 2/?Narra James:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Maratón 2/?
Narra James:

Corría.

Eso era lo que no paraba de hacer. Corría tanto como mis piernas me permitían, ignorando mis brazos doloridos de agarrar a Eleanor y lo triste que estaba mentalmente. La adrenalina hacía que todo fuera más sencillo, no me dolía tanto las heridas que me sangraban.

Y también esquivaba montones de hechizos que no paraban de ir hacia nosotros. Pero al final los hechizos empezaron a desaparecer, y al final ya no lanzaban ninguno. Supuse que ya se habrían cansado de perseguirnos.

Empecé a frenar y dejé a Eleanor en el suelo. Busqué mi varita por mi chaqueta, hasta que me acordé de que los mortífagos se la habían llevado.

Entonces vi a Elenor: estaba muy pálida y parecía muerta. Y me asusté mucho. Le volví a medir el pulso, y vi que no tenía. Así que rápidamente la empecé a reanimar. Lágrimas salían de mis ojos. Hice el boca a boca y volví a reanimarla.

— No quiero perderte a ti también— murmuré mientras lloraba y apretaba su pecho con más fuerza.

Hasta que al final Eleanor recobró la respiración y un gran alivio me inundó. La empecé a abrazar mientras lloraba de alegría.

Pero el momento fue interrumpido por un olor a tarta de melaza y a menta. Uno de los mejores olores que había olido en mi vida. Después de habernos alimentado por una semana y media de sándwiches y ensaladas de pasta me apetecía demasiado los alimentos de los cuales procedía ese olor. Pero aparte del apetito que me daba ese olor también me hacía pensar en una cosa: había una casa en el bosque.

Entonces —con una inconsciente Eleanor entre mis brazos— me guié por el olor. Llegué a una casa típica de cuento de hadas. La típica casa de piedra con un tejado triangular y una chimenea donde salía humo. Había una valla de madera, que rodeaba un jardín muy bien cuidado. Que tenía un césped bien cortado, un lago pequeño con peces de colores y un huerto que tenía desde hortalizas hasta plantas muy raras que solo había visto en casa de la tía Luna.

Llamé a la puerta, esperando una respuesta. Aunque con algo de temor, ya que desde pequeño me habían enseñado que no es bueno hablar con desconocidos. Pero dejé el miedo atrás, ya que estaba en situaciones algo extremas: mi amor platónico ha sido secuestrada por mortífagos y una de mis mejores amigas ha estado apunto de morir y está inconsciente.

La puerta se abrió, y por ella se asomó una señora de edad avanzada. Era bajita y redonda. Su cabello blanco como la nieve y sus arrugas la hacían ver muy vieja. Tenía una vestimenta típica en ancianos. Pero por algún motivo desconocido no me daba miedo, sinos calidez. Esa calidez que tenía con mi abuela Molly.

Intenté entrar en la casa, pero la anciana me cerró la puerta de nuevo. Así volví a llamar unas cuantas veces más hasta que la volvió a abrir y dijo:

~𝙴𝚗𝚝𝚛𝚎 𝙼𝚊𝚕𝚍𝚒𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora