37. Elsa lmón y Elsa cerdote

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Narra Arianna:

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Narra Arianna:

Ya hacía tiempo desde que El Señor Tenebroso estaba con nosotros. Habían más palizas, más frialdad, más dolor, y más...silencio. Su llegada había hecho que cada uno de los mortífagos le tuvieran un respeto y un miedo que nunca había visto. Y con razón le temían.

Nunca había visto a un ser más cruel y maligno, y eso que he conocido a gente que parecen monstruos. Pero sin duda él se lleva la corona. No solo hacia que todos y cada de los mortífagos me torturaban quince minutos— y ya os digo yo que hay muchos— sinos que les obligaba a torturarse entre ellos para que fueran más fuertes a la maldición. Mi pregunta es: ¿quién diablos querría a ese bastardo de vuelta?

También me visitaba la mayoría de días a charlar conmigo. No os aliviéis, no habla de temas normales como el tiempo. Sinos se mete en mi cabeza para ver mis peores recuerdos y experiencias y me tortura con ellas. Y siendo sincera, prefiero los cruccios a aquello.

Por ejemplo el día anterior me había torturado con la muerte de mis padres. Una y otra vez, reviviendo ese recuerdo y diciendo tantas veces que ha sido mi culpa, incluso había hecho que mis seres queridos me lo dijeran y me insultaran.

Pero la voz ronca de unos de los mortífagos hizo que saliera de mis pensamientos y escuchara sus palabras:

— Termina de comer de una vez, que el Señor Tenebroso te está esperando.

Entonces terminé el pequeño trozo de pan, y sentía como mi estómago pedía más. Pero por desgracia para él no tenía más alimento que darle, así que me levanté de mi asiento y con cansancio me dirigí hacia el mortífago.

El mortífago me guió hacia la sala donde normalmente me torturaban. Y ahí estaba él, con su túnica negra que le llegaba por los tobillos y su sonrisa escalofriante.

Con pesadez y dolor me dirigí hacia él mientras que el mortífago se iba de la habitación y cerraba la puerta. En cuanto la cerró, el temor me apoderó. Odiaba esa sensación de que temías por lo que una persona podía hacerte y no podías ni defenderte. Era como sentirte inútil y pequeña, porque no puedes hacer nada para evitar que te hagan daño.

Pero salí de mis pensamientos al ver que la figura de mis pesadillas se acercaba a mí para sentarme en la silla, ya que me antes sin evitarlo me había parado.

Al sentarme en la silla, sentí el miedo recorrer todo mi cuerpo con mucha intensidad, tanta que casi cae una lágrima por mi mejilla. Pero hice todo lo posible para que no lo hiciera... por ahora. Cuantas menos lágrimas cayeran por el sin nariz, mejor.

— Hola señorita Donovan— me saludó él, y yo no pude mirarle a los ojos por temor— cuando alguien habla debes mirarle a los ojos, por educación Donovan.

Entonces con temor le miré. Sus ojos rojos, llenos de maldad y crueldad me dirigían la mirada. El miedo cada vez era más fuerte, y tenía demasiadas ganas de correr de allí, de ir a los brazos de James y que se me olvidara todo. Pero eso era imposible, estaba encerrada allí, con el mismísimo demonio en persona y por desgracia mi libertad había desaparecido.

~𝙴𝚗𝚝𝚛𝚎 𝙼𝚊𝚕𝚍𝚒𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora