9- Los valores de la secta Xue

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Para Xue Meng fue toda una revelación el saber que su benefactor era en realidad dos personas distintas, sin embargo no lo demostró en absoluto, los hermanos Mei se sentían incluso decepcionados por esa reacción tan fría, ya que cuando se recuperó de su malestar simplemente habló con ambos con total normalidad.

-Ustedes mismos dijeron que conozco a ambos así que en realidad es lo mismo- había dicho cuando los hermanos le preguntaban sobre cómo se sentía esa revelación, ni siquiera intentó saber como diferenciarlos, después de todo eran demasiado similares y no tenían intenciones de demostrar por su cuenta su verdadera identidad, por lo tanto el joven maestro no desperdiciaría su tiempo y energía.

Aquella mañana mientras entrenaba escuchó a un par de discípulos hablar sobre problemas en el pueblo y aunque esperaba mantenerse al margen no podía simplemente ignorarlo.

-Están llegando refugiados de todas partes, son tan lamentables, ni siquiera pueden construir hogares por sí mismos por lo débiles que están...- comentó uno de ellos.

-Bueno los autorizaron para quedarse, con eso deberían sentirse agradecidos...- respondía el otro sabiendo que no había mucho que hacer.

Para Xue Meng esto era una situación preocupante, su padre le había enseñado a ayudar a los necesitados, en su secta frecuentemente bajaban al pueblo para ayudar a cosechar o incluso a buscar a gatos perdidos, ninguna tarea era indigna cuando se trataba de ayudar. Con esa idea en mente se dirigió a los aposentos de Mei Hanxue, en donde encontró a ambos charlando muy tranquilamente, incluso lo invitaron a servirse un té.

-Aún es raro verlos a ambos juntos... En fin, quiero saber qué está haciendo el Palacio TaXue con los refugiados que llegan al pueblo.

-Como siempre tan directo~- dijo Mei Hanxue con voz melodiosa.

-En realidad la secta no se relaciona demasiado con los asuntos del pueblo, mucho menos con forasteros así que tengo entendido que están dejando que resuelvan los asuntos por su cuenta- explicó el mayor en tono un poco más serio.

-Pero hay heridos, escuché que muchos de ellos ni siquiera están en condiciones de conseguir un refugio... ¿No deberíamos ayudarlos de alguna manera?- los hermanos lo miraron sorprendidos -No, de hecho quiero ir a ayudar, ustedes deberían acompañarme, de seguro serán de utilidad ya que conocen sobre medicina.

Los gemelos se miraron unos instantes antes de asentir.

-En realidad creo que tenemos algo de tiempo libre para acompañarte- dijo Mei HanXue.

-Además no podemos dejar que te metas en problemas si vas por tu cuenta, apuesto a que ni siquiera conoces el lugar, te perderás de regreso y terminarías durmiendo en la calle- Mei Hanxue se lamentó moviendo la cabeza.

Con los planes listos el grupo se armo con algunos elementos que podrían necesitar y bajaron al pueblo para conocer la situación, para sorpresa de Xue Meng resulta que la mayoría de las personas no sabían que habían dos Mei Hanxue, por lo que uno de ellos utilizó un hechizo que modificaba su apariencia y lo hacía ver distinto, con el cabello más oscuro y bello facial que lo hacía parecer incluso más atractivo y varonil, el joven maestro recordó a su padre quien solía usar barba prominente y frondosa, aunque le hubiera gustado adoptar esa apariencia en honor a él, era tan poco bello el que le crecía que seguramente haría el ridículo, al ver a Mei Hanxue con esa apariencia, secretamente sintió envidia.

Cuando llegaron ni siquiera tuvieron que buscar cómo ayudar, apenas vieron sus ropas asumieron que eran cultivadores y de inmediato las personas los rodearon pidiendo ayuda, había bastante trabajo que hacer, uno de los hermanos se dedicó a revisar a los heridos, Xue Meng se ofreció para ayudar con la construcción de las casas pero solo tenía una gran fuerza física y cuando se trataba de ayudar en la construcción su falta de experiencia se hacía notar, por lo que el otro gemelo se encargó de ayudar con las tareas que requerían motricidad fina.

El trabajo era arduo pero gracias a la convivencia con personas humildes Xue Meng pudo tener noticias frescas sobre la situación del mundo espiritual, Taxian Jun mantenía tantas marionetas como quería, las ocupaba para atacar pequeños pueblos al azar que se negaban a respetarlo como emperador, no tenía escrúpulos, mataba hombres, mujeres, niños y ancianos sin diferencia alguna, debido a esto la gente escapaba lo más lejos posible, muchos de ellos estaban esa situación, otros tantos debido a la falta de recursos en la agricultura, pueblos sin comercio y gente rica acaparando todos los alimentos, se veían en la obligación de abandonar sus hogares para no morir de hambre.

Kulun no era un lugar ideal, el frío de sus montes dificultaba la agricultura pero el valle era poco poblado y aún quedaba espacio para que más gente se asentara, por lo tanto habían sido recibidos con la esperanza de mejorar la situación de todos.

Tras un arduo día de trabajo Xue Meng estaba exhausto pero la sonrisa de aquellas personas le daban calidez a su corazón, ahora más que nunca se sentía responsable de ayudarlos, después de todo su vida había sido arruinada por Mo Ran, si hubiera acabado con él cuando tuvo la oportunidad entonces nadie estaría sufriendo de esa manera.

Aunque no esperaba recibir nada a cambio, las personas lo reconocían como el joven señor del pico Sisheng y lo halagaron por su fuerza y resistencia, esto reconfortaba enormemente el ego del pavo real, quien no dudaba en mostrar sus plumas con orgullo, además de halagos se llevó algunos regalos, chile para sazonar sus comidas, que era tan difícil de conseguir en ese lugar, dulces de leche que eran de los favoritos de su shizun y le trajo agradables recuerdos de tiempos pasados, e incluso unos hermosos guantes bordados a mano que una abuela le dio con mucho respeto.

Cuando iban de regreso al palacio el joven maestro le entregó un guante a cada hermano, ambos se veían sorprendidos.

-¿Un regalo?- preguntó Mei Hanxue con los ojos bien abiertos, eso no era algo común.

-No era necesario, nosotros ayudamos porque queríamos, no esperábamos una recompensa...- dijo el mayor.

-Solo quédenselos, además... No me gusta el morado, soy un hombre, cómo podría usar ese color?- dijo con las mejillas rosadas por la vergüenza, un simple detalle como ese podía afectar su hombría.

El hermano menor rió con ganas, el mayor dio un suspiro pero a pesar de la impresión ambos hermanos usaron un guante y se sintieron un poco más cercanos a su amigo de la infancia.



El secreto del pavo realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora