número veintisiete

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Por más de que quería y por más que Seojoon se lo exigiera, no podía adaptarse a nada a pesar del tiempo que estaba ahí.

Mucho menos podía adaptarse a algo que era enfermizo y le dañaba psicológicamente.

La misma rutina todos los días.
Encadenado en aquella habitación fría, solo para distraer el dolor de su espalda y piernas, miraba por la ventanilla que estaba frente a él. Supo que no era donde anteriormente vivía, y quién diablos sabe en donde estaba. Al parecer estaba en una zona boscosa y montañosa, donde los pajarillos se colgaban de las ramas de los árboles para cantar y después esconderse en estos mismos al llegar las más fuertes tormentas y los más bruscos vientos.

Siempre recordaba a Jungkook, mirando el brazalete en su muñeca, y acariciando el collar en su cuello, un recuerdo del azabache. Se decaída y deprimía, pero en el fondo de su puro y creyente corazón, sabía que regresaría por él.

El invierno comenzó a llegar lento, y los días parecían tortura, para alguien que solo podía observar por la ventanilla porque le quitaron su libertad, soltando suspiros tristes y melancólicos, esperando fielmente cada día a Jungkook.

Pensó que como castigo recibiría golpes, que no le darían alimentos o agua fresca, pero no resultó ser así.
Si obedecía y guardaba silencio, tenía tres comidas al día e incluso cuatro, incluso algunas veces con golosinas y de más, o un vaso de leche tibia por la noche acompañado de pan dulce, también recibía fruta dulce y fresca por las tardes.

Cuando necesitaba ir al sanitario le llamaba a los hombres que ayudaban a Seojoon y que se quedaban afuera de su habitación por órdenes de Park, estos al recibir la orden le quitaban todas las esposas y dejaban que entrara al sanitario y una vez que saliera volverlas a poner. Siempre por la noche le obligaban a tomar un baño de agua tibia y siempre recibía prendas limpias para usar cada día, aún que parecían más para dormir.

Con el pasar de los días le permitieron salir de la habitación con los dos hombres detrás, aunque siempre le dejaban atado alguna parte, ya sea de pie en cualquier parte que distrajera al Omega, en la entrada de la enrome casa, donde frente a las ventanas podía ver todos los caminos de árboles.

Le dejaban desayunar, comer y cenar en el gran comedor de la cocina, pero solo si estaba Seojoon, cuando anteriormente le llevaban la comida a la habitación. Aunque siempre estaban esas pequeña cadenas al rededor de sus tobillos lastimando a estos, había sangre seca alrededor de dónde estaba la cadena y el dolor era constante y causaba picazón al ser salpicado por agua.

Cuando el invierno se comenzó a presentar Seojoon le ordenó a los hombres que agregaran más sábanas, cálidas mantas y almohadas esponjosas a la cama del Omega, para que no sufriera por el frío en la noche.
También se encargaba de darle las más cálidas y más resistentes para que cuando no estuviera en su habitación, mucho menos sintiera frío.

 𝑹𝒆𝒑𝒐𝒔𝒕𝒆𝒓𝒐 ✧ ᴋᴏᴏᴋᴛᴀᴇ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora