nueve

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Aquella noche se mostró comprensivo,no hiso preguntas y acepto mi negativa con ese porte que parecía no abandonar jamás,
pero su actitud se volvió un poco distante y en los días posteriores fue bastante más evidente,que aquella mañana de domingo en la que me llamó un taxi para volver a casa.

En la escuela,me saludaba cuando coincidiamos por algún corredor o aula. No volvió a llamarme,enviarme mensajes o mencionar el concurso literario. Debo admitir que fue simpático verlo comportarse como cualquier hombre,después de un rechazo. Pero eso también me causó un temor como el de esa noche,sólo que más persistente.

No me asusto pasar la noche con él,tener sexo es fácil. La mecánica es la misma,las ornamentas cambian,pero el ritual es bastante simple; ordinario. Puedes tener sexo con quieras,ni siquiera te tiene que gustar tu compañero para llegar a eso. He aquí mi problema ¿por qué iba a pasar la noche con Tannat? Me gustaba,pero no era ese el motivo por el cual hubiera terminado en su habitación. La verdadera razón tenía por nombre: soledad. No es que no tuviera amigos o familia,era otra clase de soledad, una que tiene que ver con no sólo recibir más que todo,tiene que ver,con dar. Con entregarse a alguien al descubierto y en plenitud de ser,sin miedo a que todo eso sea tirado por el borde del placer propio.

Con frecuencia las personas confunden conceptos como "atraer" y "gustar" o "amistad" con "conocido" para que hablar de eso llamado "amor" que está tan manoseado que casi no es posible de reconocer. En el pasado confundí los primeros dos conceptos,por razones de esa soledad y los resultados fueron lamentables para muchas personas. No quería cometer ese error otra vez,sin mencionar que mis prioridades,en ese momento, se alejaban de cualquier relación.

Por esos días volví mi atención a mis escritos,asi fue como volví a ese borrador corregido por él. Repase sus notas varias veces en mis tiempos libres y,una tarde, me puse a escribir con ellas en mente. El resultado fue algo muy diferente a lo habitual y a la vez totalmente igual. Fue tan desconcertante que lo leí varias veces. Era un relato de mil doscientas palabras que no parecían ser mías,no del todo. Eso me pasaba en las ocasiones en que la inspiración me volvía su marioneta,mas en esta oportunidad sentí que la inspiración fue el juguete y no yo. Algo muy inusual,tanto que debía comentarlo con alguien y antes de darme cuenta ya le había enviado el correo a Tannat.

Cuando me di cuenta de lo que había hecho quise ser un virus de computadora para eliminar ese archivo,porque la historia que escribí...

No habían pasado ni dos minutos cuando mi celular timbró alertandome de un mensaje. No tenía que ver mi móvil para saber de quién era y no quería leerlo,pero contrario a mi temor todo lo que recibí fue una corrección a mis metáforas,para que no fueran cliché y un par de errores de puntuación. En parte fue un alivio,pero también algo decepcionante. Mentiría sino dijera que esperaba algo más,aun que con todo conclui que mi corrector de libros,era un hombre bastante orgulloso.

El domingo,posterior a mi fin de semana en casa de Tannat,mi tía fue a vernos por lo que yo me salí de casa con una excusa de lo más barata. No me llevo mucho con esa mujer,ni con mis primas y para evitar esas rencillas por personas que ya no están,es que prefiero no estar en su presencia. Así termine en un pequeño café, en el centro de la ciudad. Me gusta ese lugar,a veces hay exhibiciones de pintores que buscan abrirse paso en el ingrato mundo de las artes. Ese día había lectura de poesía de parte de un escritor de fama limitada,yo no sabía quién era,pero lo escuché atentamente.

Estaba concentrada en los versos que escapaban de la boca, rodeada de bello fácil,de aquel hombre que era casi una caricatura de un poeta.

-como odio el romanticismo popular-escuche decir una voz familiar-en especial cuando está plagado de eufemismos-añadió con menosprecio-buenos días...aún es correcto decir buenos días.

Miro su reloj,antes de decir eso último y eso me saco una sonrisa.

-buenos días,Dai-le dije con buen ánimo.

-¿puedo sentarme?

-adelante-le dije,pero no con mucha seguridad.

Llevaba un traje gris sobre el cual sostenía un abrigo negro, que descansaba sólo en sus hombros. No llevaba portafolio, pero si una carpeta de cuero bastante abultada,la que puso sobre la mesa para después llamar a la muchacha que atendía las mesas y pedirle un café italiano.

-¿vino por la lectura de poesía?-me pregunto mirándome a los ojos.

-no,no sabía de ella-le respondío mirando al poeta,pero la verdad sólo quería huir de esas pupilas violeta.

-yo en cambio salí a buscarla-me dijo justo al recibir su café.

No sé qué cara habré puesto,pero se sonrió grácil cuando voltee a verlo.

-por supuesto no soy ningún acosador,sucede que llamé a tu móvil y me respondió tu hermano-me dijo viendo la taza-menciono que habías salido y pensé que podría encontrarte si andabas en la ciudad.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de que deje el celular en casa,pero no era relevante,con frecuencia olvidó donde lo dejo.

-¿como supo que vine a la ciudad?-le pregunte con bastante interés.

-creo que se lo dije una vez y sino fue así lo haré ahora. Llevo corrigiendo libros gran parte de mi vida y he aprendido muchas cosas en este oficio-hiso una pausa para beber un poco de café-una de ellas es a conocer a las personas atraves de lo que escribe. Así como los actores dejan huellas de su carácter en los personajes que interpreta,un escritor también lo hace,pero son menos evidentes,claro que para alguien como yo es muy fácil de ver ese vestigio de identidad.

No volvió a hablar por un rato y yo no rompí ese silencio,pues me fui a mis pensamientos hasta que un comentario suyo me trajo de vuelta.

-queria hablarte,pero no me animaba a hacerlo después de lo que pasó la otra noche-dijo mirando,un punto en la mesa.

-no es que yo...-me apresure en decir,aunque me interrumpí ¿qué iba a decirle?

-para no extender demasiado esto,lo pondré en las palabras simples:tú me gustas y mucho, Belén-me dijo logrando cohibirme un poco-puede parecer prematuro,pero como dije antes,soy capaz de ver a la persona atraves de su prosa y he visto de ti lo suficiente,ademas de que he tenido,también,la oportunidad de verte de cerca,asi que está declaración es auténtica y lo más poético que puedo hacer,pues debes entender una cosa muy importante, Belén,yo no soy un veinteañero ¿me hago entender?

-si,entiendo-le respondí bajando la mirada,fue cuando su mano tomo la mía.

-no hay prisa...-me dijo con una sonrisa cálida.

Lo mire sin saber que decir exactamente,pues su declaración me abrumó,mas esas últimas palabras me llevaron a una súbita calma. Cerré los ojos para recibir esa caricia con la que dejó un mechón de mi cabello detrás de mí oreja,para luego deslizar sus dedos por mi mejilla. Un beso hubiera sido un buen cierre a todo lo que allí se dijo,pero él nunca haría algo así,a la vista de todos.

Salimos del café,era media tarde, pero el frío parecía haberse incrementado,en comparación a la mañana,por lo que Tannat tuvo la gentileza de prestarme su abrigo,para caminar por la acera rumbo a su casa.

El corrector de libros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora