Exile

544 20 14
                                        

Narra Layla

Mark se encontraba frente a mí, caminando de un lado al otro con el ceño fruncido. No tenía ni idea de a dónde se habían llevado a Victoria pero ya me estaba comenzando a preocupar. El tiempo pasaba y yo todavía no tenía idea de cómo saldríamos de aquí. Todo el plan inicial se había venido abajo y mi única salvación en estos momentos era que Alexander de alguna manera pudiera descifrar que algo iba mal.

Por más que no quisiera dirigirle la palabra, tenía que saber a dónde se habían llevado a mi hermana. Lo único que se me ocurría era provocarlo hasta que suelte algunas palabras. Era arriesgado, ya que estaba a punto de encender un incendio sin tener idea de cómo apagarlo. Suspiro y trató de recomponerme ignorando que cada parte de mi cuerpo arde de una manera inimaginable.

—¿Qué se siente saber que tus últimos momentos de libertad no serán más que completo desperdicio? —Una sonrisa burlona se asoma por la comisura de mis labios ignorando por completo el dolor físico. Se arrodilla frente a mí. En un movimiento brusco, coloca una mano sobre mi nuca y me obliga a mirarlo.

—No pienso volver ahí. —Responde con seguridad. —No van a volver a encerrarme.

—Jamás debiste salir de ahí. —Contesto sin una pizca de miedo y sin ningún tipo de filtro.
  —Una rata seguirá siendo una rata sin importar la alcantarilla donde la coloques.
El gruñe con enojo y me agarra del cuello empujándome con fuerza contra la pared. No puedo evitar dejar salir un pequeño jadeo cuando mi espalda choca contra ella. Apretó los dientes ahogando un gran chillido de dolor. Mark lleva su mano a un lado de mi cabeza y baja su boca hacia mi oído. Se encuentra tan cerca que puedo sentir su jodida respiración chocar contra mi mejilla. Aprieto mis puños con fuerza.

—No estoy de humor para tus putas bromas.  —Su voz es un profundo susurro amenazante. —Será mejor que cierres la boca si no quieres que desfigure ese rostro tuyo, volviéndolo más imperfecto que perfecto.

—¿Dónde está mi hermana? —Le preguntó exigiendo una respuesta.

—Rebecca la esta interrogando. Mientras más información tengamos, más fácil podremos salir de aquí. —Contesta con un tono cortante.

—Interrogarla a ella es una perdida de tiempo. —Insisto haciéndole saber que era una idea absurda.

—Es tu hermana, ella sabe todo de ti y si no quiere hablar...  —Una sonrisa ilumina su rostro. —La obligaremos.

—¡Ni se te ocurra tocarla! —Advierto soltándole un golpe, pero él sostiene mi mano con rapidez.

—Más cuidado con lo que haces. No quieres cometer un grave error. —La ira bordeaba su voz, haciéndome saber que su paciencia se estaba terminando.

—Me jodiste la vida. —Digo entre dientes soltándome de su agarre. —¡He estado viviendo en un maldito infierno desde lo que me hiciste!

—¡Yo no te hice nada! ¡No eres más que una perra mentirosa!  —Maldice gritándome con todas sus fuerzas. Mis ojos lo enfrentan, con la misma furia y enojo que él siente por mí.

—¿Eso te dices todas las noches para poder dormir tranquilo? ¿Cómo lo haces exactamente, eh? —Lo empujó con fuerza haciéndolo tambalear. El cierra los ojos intentando controlar su temperamento. —¿Le hablas al espejo diciendo que no eres un jodido violador?

—¡Cállate ya! —Me empuja devuelta. Sus ojos flamean con enojo.— ¡Tu lo querías tanto como yo! No hacías más que provocarme.

—Me das asco. —Digo mirándolo fijamente. —¡Espero te refundas en la carcel y vivas en carne propia todo lo que yo sentí!

MI GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora