Temporary Insanity

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Narra Layla

Nuestra relación era relativamente nueva, menos de veinticuatro horas, pero sus labios tenían esa capacidad de derretir reservas y preocupaciones. Entierro mis dedos entre su cabello revuelto mientras él me sostiene contra una esquina del pequeño baño donde nos encontramos. Mis piernas se encuentran aferradas a sus caderas y mi vestido esta lo suficientemente levantado como para agilizar las cosas. Ambos estábamos jugando con fuego. El continúa besándome como si no hubiera nadie más alrededor de nosotros, pero en cuanto escucho otro jadeo, recuerdo que es un baño público y que no nos encontramos precisamente solos.

—¿Qué...? —Cubro su boca enseguida mientras le hago un gesto de que permanezca callado. Los jadeos no regresan, pero puedo escuchar leves murmullos.

—No estamos solos. —Murmuró con diversión. Cuando los jadeos regresan, ambos abrimos los ojos con asombro. —Definitivamente no estamos solos.

—Supongo que no solo nosotros tuvimos la idea brillante de besarnos en un baño público. —Dice Parker con sarcasmo mientras se abotona la camisa con el ceño fruncido.

—Echaré un vistazo. —Digo guiñándole un ojo, el hace una mueca y niega enseguida.

—Joder, de ninguna manera. —Dice como si hubiera perdido la cabeza. Sus manos abandonan mis caderas regresándome devuelta al suelo.

—Solo quiero asustarlos, puede que así se vayan y nos dejen solos. —Digo tratando de convencerlo. Le doy un beso fugaz y abro la puerta de nuestro cubículo.

—Bien, pero yo no pienso mirar. —Dice con una mueca de disgusto.

Pego una oreja sobre el cubiculo de a lado como si de alguna manera pudiera escuchar algo, pero simplemente escucho pequeños murmullos. Cubro mi boca ahogando unas cuantas risas, Alex señala hacia el suelo para que mire los zapatos de los que se encuentran dentro. Cuando mi mirada cae al suelo y me encuentro con esos zapatos extrañamente familiares, no puedo evitar sentir mi rostro arder. Mis manos se cierran en puños y enseguida querer destruir este club entero. Esto tenía que tratarse de una jodida broma.

—No podemos hacer esto. —Escucho por fin la voz de Nick sin aliento. —Será mejor que salgamos de aquí antes de que se den cuenta que no estamos.

—Ni se te ocurra hacer eso. —En cuanto escucho esa voz, ruego al universo estar equivocada y que no sea ella. —Déjame pensar por un minuto, ¿si?

Ignoro la petición de Alexander de no abrir la puerta. En cuanto lo hago me encuentro a Victoria con el cabello revuelto, labial corrido, y Nick con la camisa desabrochada. Su rostro y pecho estaban cubiertos por dicho labial. Ambos me miran como si fuera el mismísimo diablo. Intentan reincorporarse arreglando sus ropas como si eso de alguna manera pudiera borrar lo que ya he visto y oído.

—No es lo que parece, Layla. —Dice Nick abotonando su camisa mientras mira a todas partes en busca de algún tipo de justificación.

—¿Vas a decirme que solo estaban platicando? —Digo riendo de manera irónica, luego mi rostro se transforma en genuino enojo. —¡Acaba de cumplir diesiocho años, pedazo de imbécil!

—¡No hicimos nada!  —Dice Victoria mientras juega con sus manos con gran nerviosismo. Ni siquiera es capaz de mirarme.

—Sal de aquí, Victoria. —Ordenó sin querer escuchar sus patéticas excusas. Cuando ella no se mueve, repito nuevamente con más enojo. —¿Acaso estas sorda? ¡Sal de aquí!

—¡No puedes juzgarme! —Grita devuelta como si hubiera estado recobrando valor para hacerlo. —¡Ustedes estaban haciendo los mismo en el cubiculo de a lado!

MI GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora