22. Una tarde llena de amor

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Había intentado más de una vez deshacerse de esa pequeña llave de su llavero sin embargo no había podido hacerlo a pesar del tiempo, porque quitarla hubiera significado el desprendimiento total con sus hijos.

Había intentado estar con ellos lo más que pudo, pero todo pasó tan rápido y tan de repente que no se pudo dar cuenta que ellos empezaban a alejarse de él, de manera dolorosa.

-Sr. Lerman– escuchó una voz sorprendida a su lado, el empresario volteo y sonrió a la sirvienta, cómo en los viejos tiempos.

-Petra, por favor, vaya que el tiempo no se roba las viejas costumbres. Llámeme Raul como creo recordar ya le había dicho tiempo atrás – ordenó amablemente acentuando las arrugas de sus ojos con su sonrisa. La sirvienta, ya una anciana, asintió sonrojada.

El padre de Ian le dedicó una última mirada amigable antes de seguir su camino hacia el escritorio de la casa, en donde sabía se encontraría Carolina.

"Todo sigue igual. No podía ser de otra manera ¿Cierto Carolina?" Pensó queriendo casi reír de lo ridículo que era todo. Se sentía un intruso siendo en realidad el dueño de la propiedad.

Abrió la puerta sin siquiera tocar para avisar que entraría. Y un cuerno si esa mujer le gritara, él era el dueño y su esposo y como tal lo tenía que respetar de alguna manera.

Observó, una vez dentro del cuarto, que era el único lugar que había sufrido una transformación, ya nada ahí era como lo recordaba, incluso aquella mujer detrás del escritorio, era completamente diferente – al menos físicamente – a la mujer con quien se casó.

El cuarto estaba lleno de fotografías de Ian en su mayoría y otras pocas de Emma e incluso – y para su sorpresa – había unas cuantas fotos de él mismo.

¿Lo habría decorado ella?

-No hagas caso de la decoración – escuchó la voz de Carolina – Emma lo hizo. No sacó mi buen gusto por lo visto – dijo alzando los hombros. Raul negó en contra de aquella mujer, su hija tenía un don para el diseño, sólo esperaba que ella lo supiera de lo contrario, aquella capacidad se vería desperdiciada por los planes de su madre.

Hablando de la madre de sus hijos, Raul volteó a ver a Carolina, admirando su belleza y recordando que pese a seguir teniendo esa exótica belleza, había cambiado mucho.

Raúl no dijo nada, darle la razón siempre funcionaba para evitar cualquier tipo de riña.

-Hable con Ian – aclaró acomodándose el saco como en las películas. – Me odia – afirmó con melancolía escondida.

-Si viniste a hacerme perder el tiempo lo lograste –

- Tan fría como siempre. No vine a eso. - y tras pensarlo unos segundos dijo: - Voy a decirle la verdad a Ian

***

-Tus amigos son agradables –

Annoris sonrió insegura. Ciertamente la parrillada había salido bastante bien, exceptuando la tensión que se volcó sobre el jardín, todo había salido razonable.

Sin embargo, ahora sentía que en cualquier momento podía aburrir a Ian, ella era tan sólo una niña y él era tan... adulto.

-¿Conoces a Sara desde hace mucho? – preguntó tratando con todas sus fuerzas de parecer normal.

-Desde la universidad – contestó alzando los hombros mirando el cunero que se encontraba frente a ellos.

Al despedirse de los amigos de Ian, Annoris insistió en ver cosas para la habitación que le harían a los niños.

Embarazo adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora