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-¿Qué quieres decir con que las has vendido ya? -preguntó ____ elevando la voz, mirando como un pasmarote al prestamista al que había ido unos cuantos días atrás a vender las joyas de su madre.

Él la contempló con calma.

-Las he vendido. Tuve un cliente al que le gustaron.

____ revolvió las manos nerviosamente.

-¿Puede darme una dirección? ¿Un nombre? ¿Un teléfono? ¿Algo? Me gustaría recuperarlas.

-Tuvo la opción de empeñarlas, señorita Carlysle -dijo el hombre con paciencia-. Le pregunté específicamente si prefería un préstamo con la opción de poder recuperar los artículos.

-Pero el préstamo no habría sido suficiente -argumentó-. Necesitaba el dinero por entonces. No podía esperar. Pero ahora es diferente. Tengo el dinero y ¡tengo que conseguir las joyas de mi madre! Es todo lo que me queda de ella. Eran de mi abuela. Oh, Dios, no puedo creer que las haya vendido tan rápido.

El hombre le lanzó una mirada llena de compasión pero permaneció en silencio. ____ estaba segura de que pensaba que estaba tratando con una loca.

-¿Puede darme la información de la persona a la que se las vendió? - preguntó de nuevo, desesperada.

-Creo que sabe que no puedo hacer eso -contestó el hombre.

Se pasó una mano por el rostro agitadamente. Ojalá hubiera esperado otro día más. ¿Pero cómo narices iba a saber ella que alguien iba a entrar en la galería de arte y se enamoraría de su trabajo -todo su trabajo- e incluso pagaría por los cuadros más de lo que el marchante pedía? Era una locura. No es que no se sintiera increíblemente agradecida por su buena fortuna, pero si hubiera esperado un solo día más, no habría empeñado las joyas de su madre y ahora no estaría aquí, en una casa de empeños, desesperada por recuperarlas.

-¿Contactará al menos con esa persona por mí y le dará mi teléfono? Podría pedirle que me llamara. Dígales que les pagaré el doble de lo que tuvieron que pagar por ellas. Tengo que recuperarlas, por favor.

Él suspiró y luego le acercó un trozo de papel y un bolígrafo sobre la mesa.

-No puedo prometerle nada, pero escriba sus datos y yo se los pasaré al cliente. Normalmente no hago este tipo de cosas; una vez está vendido, ya no me incumbe. Renunció a cualquier posesión cuando me vendió las joyas a mí.

-Lo sé, lo sé -dijo ____ al mismo tiempo que garabateaba rápidamente su número y su nombre-. No estoy diciendo que sea su culpa ni que sea el culpable de nada. La culpa es mía por haber actuado tan precipitadamente. Pero de verdad le agradecería si pudiera llamar a esta persona y decirle lo desesperada que estoy por recuperar las piezas.

Él se encogió de hombros al mismo tiempo que ella le tendía el papel.

-Haré lo que pueda.

-Gracias -susurró.

Se giró para salir de la casa de empeños con un gran peso en el corazón.

Debería haber estado eufórica. Sus cuadros se habían vendido. ¡Todos! Y el señor Downing le había pedido que trajera más, todos los que quisiera. Tenía un comprador interesado, y aunque no había divulgado ningún dato sobre el comprador, le había dicho que estaba interesado en cualquier cosa que trajera.

Lo único que le había estropeado el día era que las joyas de su madre hubieran desaparecido. No tenía ni idea de quién las había comprado o si las volvería a recuperar algún día. Había estado tan contenta cuando el señor Downing le dio ese cheque... Era más dinero del que ella hubiera esperado nunca. Suficiente como para pagar el alquiler y hacer la compra durante varios meses; tiempo más que de sobra para llevar más cuadros a la galería. Y mucho más importante, habría sido suficiente como para recuperar las joyas que había vendido aun sabiendo que le iba a costar más de lo que ella había conseguido al venderlas.

Mi Frenesí (03)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora